Jesús Fernández-Villaverde (1972), doctor en Economía, licenciado en Derecho, profesor en la Universidad de Pensilvania, miembro de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada (FEDEA) y premio «Fundación Banco Herrero», es experto en mercado de trabajo y política fiscal. Nacido en Madrid, se considera asturiano y más en concreto lenense, ya que toda su familia es oriunda de Pola de Lena. Desde Estados Unidos sigue el día a día de la crisis española y europea, y su última intervención pública en Madrid, el pasado mes de septiembre, levantó una auténtica polvareda por sus duras críticas a los políticos, al sistema educativo, al mundo financiero y sus órganos de control y, en definitiva, a una estructura de país a la que, en su opinión, habría que darle la vuelta, ponerla del revés, para iniciar la senda del crecimiento sostenido.-En su última conferencia en Madrid, algunos de los asistentes salieron con la impresión de que en España todo está mal. ¿Nada ni nadie se salvan?
No era mi intención transmitir esa idea. En la conferencia enfaticé que España tiene muchas fortalezas, empezando por un sector empresarial avanzado y competitivo (Inditex, Santander, Telefónica…) y una clara integración internacional. A la vez, España ha sufrido un deterioro institucional muy grave en la última década y la selección de élites ha sido nefasta.
-Usted acusó a los gobiernos, al socialista y al actual del PP, de hacer sólo cambios cosméticos, pero no profundos, estructurales. Sin embargo, España y los españoles están sufriendo profundamente.
Efectivamente, se están confundiendo recortes con reformas. Son dos cosas muy distintas. Recortar sin reformar genera mucho malestar social sin que sea particularmente fructífero en el medio plazo, más allá de ayudar a que el Estado tenga unas cuentas públicas algo más saneadas. Hay que pedir esfuerzos, pero estos tienen que tener un sentido y un objetivo claros. Ni este Gobierno ni el anterior, que en esto, monta tanto, tanto monta, han tenido el coraje o la capacidad de ver que las cosas se tienen que empezar a hacer de una manera muy distinta.
-Pero se bajan los sueldos, suben los precios y los impuestos, hay recortes en el bienestar social… ¿España va a ser un país muy pobre cuando acabe esta crisis?
En 2008 nos comíamos en España como un 10% más de lo que producíamos; ese 10% era el crédito que nos daba el resto del mundo. Ahora no sólo no nos dan ese 10% sino que tenemos que devolver el aproximadamente 90% de deuda externa neta que acumulamos durante la década pasada. Eso supone que, nos guste o no, todos tenemos que consumir menos y ahorrar más. No es que seamos más pobres, es que la realidad ha llamado a la puerta.
-El sistema financiero, el educativo, la demografía, las instituciones… Según su teoría, todo es un fracaso. Imagine que le piden participar en el Gobierno. Haga, por favor, una agenda de trabajo. ¿Por dónde empezaría?
Bueno, como nadie me va a pedir nunca participar en un Gobierno, me siento con libertad de lanzar ideas más radicales, pero a la vez me llevaría un libro entero detallar todas las medidas, así que me voy a concentrar en lo más importante: la reforma educativa. Los niños españoles tienen que aprender dos cosas: matemáticas e inglés. Todo lo demás es secundario. Las matemáticas, porque son el instrumento básico en un mundo que cada vez premia más la capacidad analítica. Un estudiante con la cabeza bien ordenada gracias a las matemáticas puede aprender cualquier cosa bien rápido. El inglés, porque nos guste o no, es la lengua dominante del mundo y casi todo lo importante en este planeta se escribe en ese idioma. En esta reforma educativa, por tanto, la Educación para la Ciudadanía, o el último nombre tonto que se le haya ocurrido al ministro de turno, o las discusiones de si se da o no Religión, o si la lengua vehicular es una o la otra son distracciones infantiles.
-Usted también cargó contra la Universidad.
También precisa de un cambio radical. Que los rectores sean elegidos por votación de profesores, estudiantes y personal es algo tan absurdo que resulta difícil de creer. Hay que cambiar la gobernanza interna de la Universidad de manera casi total e introducir objetivos de excelencia y una autonomía real basada en la competición entre instituciones.
-Con los mimbres que hay, ¿a qué se tiene que dedicar España en el futuro? ¿Qué tipo de país será?
España es un excelente sitio para los servicios a empresas: buen clima, buena colocación geográfica, un idioma importante a nivel mundial. Es un área donde se podrían crear millones de empleos bien remunerados. Pero los servicios sólo funcionan con un alto nivel de capital humano y de profesionalización. Y en eso fallamos de manera clara: no sólo tenemos mal capital humano, sino que no se aprecia el «profesionalismo». Y eso no es culpa de los políticos o de las listas electorales cerradas: cualquiera que haya comparado cómo se hacen las cosas, de media, en España y en otros países llega a la triste conclusión de que no sólo somos bastante chapuzas, sino que existe una cultura de no aceptar responsabilidades. En España nunca dice nadie «la culpa es mía», y encima cuando se lo haces notar, la gente responde enfadándose.
-Otro problema son esas personas que se han quedado en el paro con 45 y 50 años, que difícilmente van a encontrar otro trabajo.
Sí, es un problema de primera magnitud, pues es realmente muy difícil reciclarles. Pero al final del día, la mejor herramienta es de nuevo recuperar el crecimiento económico. Primero, porque cuando un país crece se crean muchos empleos, incluso para la gente más mayor. Segundo, porque si España crece, recaudaremos lo suficiente en impuestos como para mantener una red de ayuda social a estos grupos que, hoy por hoy, no nos podemos permitir.
-Se ha modificado el sistema de pensiones, pero se extiende el temor de que los que ahora tienen más de 40 años van a ser mayores pobres, algunos muy pobres. ¿Se le ocurre alguna solución?
En el corto y medio plazo, poco más que asumir que habrá que continuar subiendo la edad de jubilación, de derecho y efectiva, y reduciendo la tasa de reemplazo de la pensión sobre el salario. La demografía es muy tozuda, y en el caso de España, muy negativa. Por cierto, esto es algo que se entiende muy mal. Muchas veces se argumenta que existe mucha incertidumbre hacia el futuro y que la demografía cambia más de lo previsto, como ocurrió en España con el «boom» de la inmigración. Este argumento es una falacia.
-¿Por qué?
Por dos motivos. El primero, porque el «boom» de la inmigración no mejoró en especial la situación a largo plazo del sistema. Sí, los inmigrantes cotizan hoy, pero hay que pagarles la pensión mañana y ya que se acumulan en la parte más baja de la distribución de renta, no es claro que sean contribuyentes netos al Estado del bienestar si uno cuenta toda su vida. El segundo motivo es que la existencia de incertidumbre obliga a ser más cautos. Sí, las cosas pueden ir mejor de lo previsto, pero también pueden ir mucho peor, y uno tiene que tener más cuidado con los malos escenarios.
-Los salarios se ajustan a la baja y las estadísticas indican que España es, de los países ricos, uno de los que tienen costes laborales más bajos. ¿Al final, vamos a competir o estamos compitiendo ya en salarios con los países emergentes? ¿Es así como se gana productividad y competitividad?
Como decía antes, en cierta medida en 2008 nos estábamos dando una fiesta que no se justificaba, con lo cual buena parte del ajuste es volver a la realidad. España ya está en superávit de cuenta corriente desde hace varios meses. No creo que tengamos un problema de competitividad particularmente grave, aunque podríamos estar haciéndolo mejor.
-La reforma del sistema financiero está impidiendo que fluya el crédito. ¿Es porque está siendo muy lenta, desacertada, escasa…?
Ha sido desesperadamente lenta y va a salir mucho más cara de lo necesario, pero, tristemente, ya hay poco que se pueda hacer al respecto: es un barco que ya ha salido de puerto. Cuando uno tiene una crisis financiera, lo primero que tiene que hacer es reconocerlo y afrontarlo cuanto antes. La reforma se tuvo que haber efectuado en 2009, no en 2012. Además, hay que diseñarla con el mínimo coste posible para el contribuyente. La venta del Banco de Valencia, por ejemplo, es algo muy misterioso que no he conseguido que nadie me explique muy bien. La clave es liquidar todos aquellos bancos que no sean sistémicos, no fusionarlos como hicimos nosotros.
-Plantea la necesidad de un Banco de España independiente y con un gobernador independiente, cuando aquí se está peleando por acelerar la unión bancaria y fiscal en Europa. ¿Qué papel jugará cada uno?
Un gobernador independiente es lo que España necesita para ganar credibilidad en Europa y así poder jugar un buen papel en esa unión.
-¿Cree que es posible esa unidad bancaria y fiscal en Europa?
Es difícil, pues al final es un problema del dinero que se va a transferir de un sitio a otro. A la gente no le molesta en exceso transferir renta de Madrid a Badajoz, pero sí que le molesta mucho transferir renta de Madrid a Sicilia. Lo mismo les pasa a los alemanes o a los holandeses. Y esto es un obstáculo de primera magnitud para que este invento funcione en el largo plazo.
-Merkel no goza de mucha simpatía en el sur de Europa. ¿Tiene ella culpa de lo que sufren España, Italia y Grecia? ¿Debería levantar un poco la mano, hacer alguna concesión?
No, la culpa la tenemos nosotros solitos. Nosotros fuimos los que acumulamos un 90% de deuda externa; los que en 2008 negamos la crisis y luego nos dedicamos a pensar que se podía salir de ella a golpe de gasto público; los que nombramos a Rodrigo Rato presidente de Bankia pese a que carecía de experiencia en el negocio bancario; los que pensamos que las cajas de ahorros eran cortijos para colocar a los amigos… y no hablo sólo del PSOE o el PP, porque IU participó con alegría en el chiringuito, por mucho que ahora vayan de mártires y de defensores del pueblo -el que tenga duda que ponga «Moral Santín Caja Madrid» en Google-. Nosotros fuimos los que nunca pedimos a los políticos el tener una CNMV independiente y los que creamos un sistema de comunidades autónomas con unos incentivos perversos. Y Alemania es la que ha permitido que el BCE nos haya refinanciado varios cientos de miles de millones de euros, algo que parece que la gente no entiende muy bien. Alemania podría haber gestionado esta crisis mejor, pero echarle las culpas a Merkel de lo que nos pasa es más propio de Bart Simpson que de un adulto.
-La inflexibilidad de Merkel ¿no tiene mucho que ver con las elecciones en Alemania?
El votante de Baviera se pregunta, con razón, por qué tiene que pagar el pato de unos españoles que se han dado una fiesta mientras él ahorraba y se sacrificaba. Además, el votante de Baviera ve, pongamos, al presidente de Extremadura que sólo busca excusas para no recortar gastos -ahí está la paga extra de los funcionarios- y se dice: «Si a estos les doy un euro más, ya verás en qué se lo gastan». Y, tristemente, algo de razón no le falta. Pero sí, después de las elecciones, Merkel tendrá más margen de maniobra.
-Hay una teoría que defiende que el resto de Europa ayudó en varias ocasiones a Alemania y que fue la principal beneficiada del cambio al euro, de los tipos de interés bajos?
¡En Alemania piensan al revés! ¡Que ellos hubieran estado mejor sin euro! Y los tipos de interés bajos es un problema mundial, no de Alemania, el euro o el BCE.
-A usted tampoco le gusta la estructura institucional de España y denuncia que lo único que importa en los partidos políticos y las organizaciones es la lealtad a los jefes. Bueno, eso ocurre en todas partes, ¿no?
En todos los sitios hay problemas, pero una cosa es que la presidenta de la SEC americana (el equivalente de nuestra CNMV) sea amiga de los demócratas y otra cosa muy distinta es colocar a Elvira Rodríguez, que obviamente carece de la capacidad profesional o de la independencia política para ser la presidenta de la CNMV para pagarle los servicios prestados y para asegurar que la CNMV está bien calladita durante los próximos cuatro años. En el Reino Unido acaban de nombrar a un canadiense gobernador del Banco de Inglaterra. ¿Se imagina usted a un presidente español nombrando a un chileno gobernador del Banco de España? ¿Y alguien le conoce algún mérito a Ana Botella para ser alcaldesa de Madrid excepto el sacramento del santo matrimonio con un ex presidente del Gobierno? Y no es por enseñarme con el PP. Los ejemplos en el PSOE son igual de malos, nombres como Bibiana Aído serán difíciles de emular en la historia del despropósito. No hay sistemas perfectos, pero es que en España nos hemos pasado de la línea muchos metros.
-¿Le gusta más el modelo norteamericano?
No creo haber dicho eso nunca. Hay cosas de EE UU que están muy bien y otras que están muy mal. En EE UU la Universidad funciona, en general, fenomenal. La Educación Primaria y Secundaria es un desastre. La gestión municipal en ciertas ciudades, como Lower Merion, donde yo vivo, es eficiente y apolítica. La gestión municipal en Filadelfia, donde está mi Universidad, es un desastre, ineficiente, politizada y corrupta. Lo que yo he defendido es que copiemos aquellas cosas que funcionan bien. Déjeme que exponga un caso. Cuando la restauración Meiji en el Japón del siglo XIX, los japoneses hicieron el esfuerzo de identificar el mejor ejemplo de cada institución en Europa: la Marina se la copiaron a los británicos, pero el Ejército de tierra, a los alemanes. El que a un japonés le gustase más la Royal Navy británica que la Marine Nationale francesa no implicaba que uno fuera un partidario del modelo anglosajón. Era simplemente usar el sentido común.
-El Estado del bienestar de los países europeos no existe en otros lugares, pero algunas voces afirman que se quiere abandonar para avanzar hacia el modelo americano. ¿Cree que es así?
No. Suecia es probablemente un mejor modelo para España: un país pequeño, bien integrado en la economía mundial, muy próspero y con un Estado del bienestar bien diseñado. El año pasado organicé una conferencia en Madrid sobre reformas presupuestarias en España. Invité a un economista sueco, no a un americano.
-¿Qué opina del deseo de Cataluña de independizarse de España?
Me parece una huida hacia adelante de una élite de CiU que tiene serios problemas con sus presupuestos -básicamente, su Administración actual no es sostenible- y con la justicia por unas tramas de corrupción que son mucho más profundas de lo que nadie se pensaba.
-¿Usted cree que España saldrá de la crisis en 2014?
Depende de cómo definamos salir de la crisis. Probablemente, el PIB deje de caer y de destruirse empleo. Pero no creo que vaya a haber recuperación fuerte. Espero, sinceramente, estar equivocado.
-¿Cómo ve el futuro de España?
Mal, a menos que cambiemos pronto. No veo una crisis súbita con colapso: veo más bien una decadencia lenta pero implacable que nos aleje de los países más avanzados y obligue a nuestra juventud a emigrar.
-¿Y Asturias? ¿Debería avanzar hacia la especialización de su sistema productivo? ¿En qué debería la región volcar sus esfuerzos?
De nuevo, el sistema educativo y crear un marco adecuado para los negocios es la clave. Yo confío en que el mercado sabrá encontrar la dirección adecuada si las administraciones públicas crean las condiciones.
-¿La recuperación económica de Asturias dependerá de España y de la evolución de la economía mundial o podemos aspirar a buscar además otras salidas?
Asturias es una región pequeña que depende mucho de España y al final si España va mal, Asturias no puede ir mucho mejor. Dicho esto, Asturias sí que tiene margen para hacer las cosas bien y, por poner sólo un número, crecer un 0,5 por ciento por encima de España. Ése debería ser el objetivo del Gobierno y de la sociedad civil del Principado: crecer un poco más que la media del país. No se pueden hacer milagros, pero sí que se pueden aprovechar las cosas.
-¿Cómo?
El Estatuto nos da instrumentos de sobra para crear una región mucho más competitiva. Eso sí, es un trabajo duro del día a día que no consiste en inaugurar autopistas, pero que sí supone enfrentarse a muchos intereses creados. Asturias tiene problemas muy profundos y siempre he pensado que la Administración, los partidos y la sociedad civil deberían sentarse y, antes de nada, concienciarse de que esto es así y que debemos cambiar. Una ventaja de ser sólo un millón de personas es que es más fácil entenderse, porque todo el mundo al final se conoce, pero sufrimos de unas divisiones que vienen de muy lejos y que han dificultado siempre esa labor. Otros países y otras regiones han salido de crisis peores en los últimos años y ninguna de estas áreas disfrutaban de nada especial, excepto de la voluntad social de hacer las cosas.
-¿Algún mensaje positivo?
Las cosas están mal, pero se pueden cambiar si uno tiene la entereza de reconocer los problemas y la fortaleza de aceptar los cambios.