Revista Cultura y Ocio

Los nombres muertos, de Jesús Cañadas

Publicado el 03 enero 2016 por Creeloquequieras
Pocas cosas hay más divertidas para un escritor que escoger como protagonistas de su novela a otros escritores. Se trata de un lugar común entre los contadores de historias y habitualmente se obtiene resultado satisfactorio por la mayor facilidad para empatizar con tales personajes. Ahora bien, cuando estos, además de escritores son personajes históricos bien conocidos y con legiones de fans a sus espaldas, como es el caso de Los nombres muertos, cuyos protagonistas son Robert E. “Conan” Howard, Frank Belknap “Los perros de Tíndalos” Long y sobre todo Howard Phillips “Cthulhu” Lovecraft, y además reescribes parte de su biografía, corres el riesgo de pasarte de la raya y que estos fans te sacrifiquen a los dioses primigenios. a ello se arriesga Jesús Cañadas. Afortunadamente.
Los nombres muertos, de Jesús Cañadas
Desde el principio el autor pondrá encima de la mesa su tarjeta de visita: personajes célebres muy humanizados cuyos caracteres ha estudiado bien y nos presenta con pulso firme; tono claramente pulp a la hora de contar una historia sin excesivas complicaciones, pero que enganchará desde el principio; narración irreverente y sin miedo a modificar lo que esté escrito en los libros, pero manteniendo al mismo tiempo un cariño contagioso hacia sus escritores, por mucho que pueda llegar a maltratarlos. Y desde la primera hasta la última página, un gran sentido del humor que impregnará a la historia desde unos diálogos inspirados.
El punto de partida de la historia será bien sencillo: la viuda y heredera de un famoso multimillonario ofrecerá a Lovecraft y compañía la imposible tarea de hallar un libro legendario, el Necronomicón, tan solo existente en la inventiva del propio escritor. A raíz de ello, iremos saltando de un exótico escenario a otro siguiendo sus aventuras y desventuras en una narración clásicamente pulp sazonada con elementos fantásticos y terroríficos, y cruzándonos por el camino con otras muchas celebridades de la época.
Jesús Cañadas pondrá en boca de sus personajes, en especial de Lovecraft, una muy controlada verborrea descontrolada, y este hecho que en otros casos podría resultar pedante o excesivo, llega a convertirse en la marca de la casa de la novela, mereciendo la pena leerse muchas de las peroratas dos veces por lo hilarante de estas. Estos diálogos ágiles, contrapunto a sus acciones torpes, contagiarán a las descripciones alcanzándose un estilo homogéneo. Así, muchas veces lo simple (en hechos) o retorcido (en palabras) alcanzará puntos de brillantez.
Así, nos hallaremos ante un auténtico pasapáginas: un libro tremendamente entretenido, que además divertirá, arrancará múltiples sonrisas al lector e incluso puede que alguna carcajada. Un homenaje al pulp de la mejor calidad, que no obstante es apto para todo el mundo y no solo para los fieles de los escritores protagonistas, ya que juega con estos formatos superando sus limitaciones, sin la pretensión de trascender. Y precisamente por ello, enganchará a quienes leímos en nuestro momento tantas de estas obras impresas en papel de bajo gramaje, y en realidad también a las nuevas generaciones.
He aquí unos ejemplos de lo señalado extraídos de las páginas de la novela:
“¿Dónde guardarías tú un compendio de abominables secretos arcanos? –dijo Lovecraft-. Tenemos que bajar al sótano.”
“Quiero vivir. Quiero casarme, divorciarme y volverme a casar. Quiero que me traicionen, que me despidan y que me rompan el corazón. Nada me alegraría más que descubrir que me han engañado. Quiero exprimir este extraño fruto que llamamos vida. Quiero morir salvando a alguien, y que mis hijos recuerden lo que hice, y que uno de mis nietos escriba una novela sobre mí. Quiero ser recordado.”
“No hay que tener miedo a los muertos. Son los vivos los que hacen daño.”
“Hay algunos lugares en Berlín donde es mejor no ir solo, si me comprenden. No, no hablo de sitios de moral dudosa. Hablo de librerías.”
“La vida es absurda. La muerte no lo es menos.”
“No es animadversión. No es antipatía, ni recelo ni cautela. Es simplemente el Atlántico, que se te mete dentro en noches como esta. No se lo tome a mal.”


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