Quién le iba a decir al escritor Ricardo Gómez que diez años después de alzarse con el III Premio Alandar repetiría y se haría de nuevo con el prestigioso reconocimiento de Edelvives, uno de los más importantes de la LIJ iberoamericana, dotado con 12.100 euros. Si en 2003 lo consiguió con El cazador de estrellas, ahora lo logra con Juegos, inocentes juegos.
Este premio se suma a una larga lista de reconocimientos, entre los que se encuentran el Premio Barco de Vapor por Ojo de Nube (SM, 2006) y el Premio Cervantes Chico al conjunto de su obra para niños y jóvenes.
Pero Ricardo Gómez no ha sido el único escritor profesional que ha visto reconocida su trayectoria una vez más. Jordi Sierra i Fabra ha logrado con Parco el X Premio Anaya de Literatura Infantil y Juvenil, dotado con 18.000 euros.
El autor catalán añade así otro reconocimiento más a su biografía: ya son más de treinta los premios literarios que ha logrado a ambos lados del Atlántico, sin contar más de un centenar de menciones especiales.
Los dos autores galardonados son veteranos en la LIJ: llevan muchos años escribiendo para jóvenes, conocen a sus lectores y manejan con maestría los recursos a su alcance. No son los únicos escritores de reconocido prestigio que han ganado concursos similares. Maite Carranza, Daniel Nesquens, Care Santos, Alfredo Gómez Cerdá y Laura Gallego son otros ejemplos.
Ricardo Gómez tiene más de una veintena de obras para jóvenes editadas por Alfaguara, SM y Edelvives. Jordi Sierra i Fabra ha superado la friolera de cuatrocientas novelas y ha publicado con un sinfín de editoriales.
En estos premios se respeta de forma rigurosa el anonimato y el jurado se rige por criterios literarios, que no personales. Algo que se ve confirmado cuando, año tras año, los títulos ganadores hacen las delicias de los lectores. Sin embargo, es más fácil pensar que detrás hay intereses comerciales, que se les premia a ellos porque son una apuesta segura.
Es evidente que no resulta fácil competir con los autores profesionales, pero solo siendo perseverante se logra llegar a la meta, porque igual que todo pasa, todo llega, y solo escribiendo y volviendo a escribir se hace el camino. Por tanto, queda prohibido rendirse.