Revista Ciencia

¿Los psicoanalistas son garcas o pelotudos?

Por Metaemigrante
La psicología es el estudio de la actividad de la mente. Hoy en día es una disciplina científica que ,además de aportar al conocimiento general , ayuda a paliar condiciones patológicas y a disminuir ciertos malestares en personas sanas.
Sin embargo esto no siempre fue así. En un principio, como casi todas las ciencias, la psicología paso por un momento de acercamiento al estudio que no involucró el método científico. Hoy en día quedan abundantes resabios de esa época. El más notorio es el psicoanálisis que es considerado una pseudociencia.
El muro es un documental que analiza la nefasta apreciación y terapéutica del psicoanálisis con respecto al autismo.
Esto no es un hecho aislado. Cualquier paciente con una psicopatología, desde el TOC hasta la esquizofrenia, pude verse perjudicado por las practicas de estos inescrupulosos magufos que se hacen llamar a si mismos psicoanalistas.
¿Los psicoanalistas son garcas o pelotudos?

Derriben el muro: Psicoanalistas suprimen documental sobre autismo

por Maarten Boudry

El documental francés El muro (Le mur), que critica las posturas del psicoanálisis sobre el autismo, ha causado cierta conmoción en los últimos meses, incluso llegando a ser mencionado en The New York Times. Francia es uno de los últimos bastiones remanentes del psicoanálisis, la teoría y terapia creada por Sigmund Freud y desarrollada por sus incontables acólitos. En la mayor parte del mundo anglosajón, la influencia del psicoanálisis ha disminuido en forma continua durante las últimas décadas (salvo en las humanidades y los estudios culturales), pero la salud pública y los departamentos académicos de psicología de Francia siguen aún dominados en gran medida por el psicoanálisis, en particular por los seguidores del carismático Jacques Lacan, quien fuera uno de los blancos principales del libro Imposturas intelectuales de Alan Sokal y Jean Bricmont. En la mayor parte de los demás países, diferentes variantes de la terapia cognitivo-conductual (TCC) se consideran el tratamiento estándar para el autismo (y otras afecciones psicológicas). Los psicoanalistas franceses continúan resistiéndose a ella, porque la consideran (falsamente) como una forma terapéutica reduccionista que se enfoca exclusivamente en el cambio de conducta y pasa por alto la dimensión subjetiva de la enfermedad psicológica. En El muro vemos a varios psicoanalistas explicando el comienzo del autismo, una condición neurológica con un importante factor hereditario, en términos de dramas edípicos no resueltos y de conflictos intersubjetivos.
Tres de la docena, aproximadamente, de analistas que aparecen en El muro (Alexandre Stevens, Esthela Solano y Eric Laurent), los tres de la facción lacaniana, han demandado a la realizadora Sophie Robert por difamación, argumentando que la forma en que El muro presenta sus posturas es tendenciosa, que sus posturas han sido distorsionadas por la edición y que el film es una diatriba contra el psicoanálisis en vez de una evaluación sobria de la teoría y la terapia. Sorprendentemente, una corte en Lille dio en parte la razón a los analistas, prohibiendo El muro y sentenciando a Robert a pagar una compensación de cientos de miles de euros.
Si el lector cree que El muro es propaganda manipuladora, es que nunca ha visto propaganda manipuladora. Loose Change, por ejemplo, que es una película conspirativa sobre el 11-S, es una pieza típica de trabajo de cortado y pegado: casi toda ella consiste en recortes de pocos segundos, sacados de contexto y alevosamente concatenados para servir a los fines de los realizadores. Las distorsiones de Loose Change fueron bien documentadas en el blog Screw Loose Change y por parte de otros desmitificadores de conspiraciones. Lo que vemos en El muro, sin embargo, son psicoanalistas respondiendo a preguntas y hablando largamente sobre el autismo, a veces en tomas ininterrumpidas de casi un minuto. Los seguidores de Freud y Lacan se han mostrado notablemente parcos sobre las supuestas presentaciones engañosas de El muro, quejándose sobre todo del tono “polémico” del film y refiriéndose sólo vagamente a la edición engañosa.
Los motivos aducidos por el juez tampoco son muy creíbles. De hecho, establecerían una prohibición de cualquier forma de edición creativa posterior a la filmación. Irónicamente, el juez acusa a Robert de dejar fuera cierto material que de hecho muestra aún más claramente las extrañas ideas de los psicoanalistas lacanianos. Por ejemplo, uno de los tres psicoanalistas aparece diciendo que a veces el autismo es causado porque la madre está deprimida durante el parto o mientras el bebé está en el útero. Ésta es una representación engañosa de la postura del analista, dice el juez, porque en un segmento no mostrado en pantalla añade que el autismo es por sobre todo una “elección” que realiza el mismo niño. Aparentemente los padres influencian este escape hacia el autismo, pero sólo el niño se hace “responsable”. Una idea tan extraña es salir de Guatemala y meterse en Guatepeor. El juez, sin embargo, cree que es “una postura muy matizada” que no recibe suficiente atención en El muro (uno se pregunta por qué un juez se pronuncia sobre estos temas). ¿Debemos culpar a Sophie Robert por no desenterrar aún más especulaciones pseudocientíficas?
A pesar del trabajo de edición de Robert, cualquiera que se tome la molestia de sentarse a ver el documental entero podrá ver un ejemplo sobresaliente de autoincriminación, con todo tipo de pronunciamientos extraños que son realmente autoexplicativos, y que derivan de una larga tradición psicoanalítica de culpar del autismo a las relaciones fallidas con los padres (Bruno Bettelheim, Jacques Lacan, Françoise Dolto). Por ejemplo, nos enteramos de que los padres deben intervenir en la relación madre–hijo para evitar su fusión sexual; que todas las madres experimentan un período de “locura maternal” luego del embarazo; que toda relación madre–hijo es intrínsecamente incestuosa; que el niño autista “se rehúsa” a entrar al mundo del lenguaje porque está “enfermo de lenguaje”; que algunos padres son impotentes y patogénicos; que una función de la placenta es mediar entre los deseos homicidas de madre y feto durante el embarazo (!); y que el daño psicológico del incesto padre–hija no es algo para preocuparse mucho.
No todas estas exóticas ideas son compartidas por todos los analistas entrevistados, por supuesto. De hecho, si uno consulta a dos psicoanalistas sobre cualquier tema dado, generalmente termina con tres opiniones diferentes. Los analistas de El muro tienen sin embargo una cosa en común: disfrutan el mismo método psicoanalítico gratuito y sin base, y muestran el mismo desprecio arrogante hacia la teorización científica cuidadosa sobre la mente humana. Particularmente dolorosa es la triste visión expresada por muchos analistas lacanianos sobre los beneficios esperados de su (o cualquier forma de) terapia (“el placer de sentirse interesado por una pompa de jabón”, dice un analista luego de un silencio embarazoso). Esto refleja otra doctrina central del psicoanálisis lacaniano: no podemos ser curados de la condición humana, y los síntomas que desarrolla un paciente constituyen su manera de lidiar con el ineludible “nudo” en el que los humanos nos enroscamos a nosotros mismos (de ahí la “elección” del autismo). En vez de alentar falsas esperanzas, o así dicen los lacanianos, deberíamos resignarnos a este estado de cosas. Tratar de librarnos de síntomas debilitantes, como intentan hacer los terapistas cognitivo-conductistas, es erradicar la dimensión de la subjetividad humana. Tal derrotismo es repelente en vista de las intervenciones terapéuticas basadas en la evidencia que existen para lidiar con afecciones como el autismo.
Para que quede claro, algunas partes de El muro están bastante editadas (como ocurre en cualquier film documental), pero los tres psicoanalistas no han presentado ni una sola muestra de una edición que implique una falsa representación grosera de sus ideas. Ejemplos donde preguntas y respuestas han sido reordenadas para mejorar el fluir del argumento no hacen una gran diferencia. En una o dos ocasiones puede considerarse que el proceso de edición pasa por alto ciertos matices o no discrimina suficientemente diferentes puntos de vista. En un lío teórico como lo es el psicoanálisis lacaniano, sin embargo, con sus oscuras y bizantinas doctrinas sobre el desarrollo subjetivo, uno siempre puede culpar al crítico de no captar tal o cual sutileza teórica. Hay que darle crédito a Robert por haberse tomado un gran trabajo para despejar la niebla que rodea al psicoanálisis (lacaniano) y para demostrar con claridad en qué se resume a fin de cuentas la visión psicoanalítica del autismo.
Las otras acusaciones contra Sophie Robert son simplemente ridículas. El film es acusado de ser “polémico”, como si esto fuera un crimen de pensamiento en sí mismo. Un realizador fílmico tiene derecho a expresar sus ideas sobre un tema y a tomar posición si se siente moralmente obligado a hacerlo. ¿Podría cualquier persona sensata realizar un documental sobre la homeopatía, la astrología o la cienciología y permanecer cuidadosamente neutral sobre el tema tratado? El tono polémico del film está perfectamente justificado a la luz de los escandalosos dichos de los psicoanalistas lacanianos. Incluso si Robert hubiera presentado falsamente las ideas expuestas por alguno de sus entrevistados, estos últimos podrían haber escrito una respuesta formal, en vez de arrastrar a una joven cineasta a una corte de justicia y exigir una compensación exorbitante (300 mil euros en total).
La decisión del juez es una violación flagrante del derecho de libre expresión y libre información. Todos los entrevistados habían firmado un acuerdo renunciando a sus derechos sobre el material filmado y aceptando que el mismo sería editado. Aunque la libertad de expresión termina donde comienza el libelo y la injuria, los psicoanalistas no han demostrado ni de cerca que tal fue el caso. Naturalmente, Sophie Robert ha apelado la decisión judicial. Entretanto, los psicoanalistas lacanianos que (comprensiblemente) trataron de censurar estos 52 minutos de vergüenza para su disciplina tendrán que enfrentarse al Efecto Streisand: todo intento de censurar información en Internet terminan casi inevitablemente por producir lo contrario, atrayendo más atención y ayudando a su diseminación. Y el estimado lector es cómplice de este fenómeno.
Para finalizar voy a apelar al principio de incertidumbre de Heisenberg y concluir que los psicoanalistas deben estar en ambos estados al mismo tiempo, el de garcas, y el de pelotudos.Gracias a los siguientes blog de donde extraje el material:http://circuloesceptico.com.ar/2012/02/psicoanalistas-lacanianos-censura-documental-autismo/http://dobleciegoblog.blogspot.com/2012/02/derriben-el-muro.htmlhttp://rationallyspeaking.blogspot.com/2012/02/tear-down-wall-psychoanalysts-suppress.html

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