Hace unas semanas, os hablé de The Chair, un reality de esos que aportan cosas realmente interesantes y que de verdad merecen la pena incluso para aquellos que suelen huir corriendo ante la más mínima mención del concepto “reality”. Ahora, en cambio, voy a cambiar completamente de tercio y hablaros de algo que ha acabado convirtiéndose en uno de mis happy places favoritos, como probablemente bien sabrá cualquiera que me siga en twitter y haya tenido que aguantar mis constantes tuits de fangirl loca.
Evidentemente, estoy hablando de Dancing with the Stars, que por cierto acabó su temporada 19 hace un par de semanas. Y que, como supongo que sabréis todos, es un reality en el que emparejan a famosos (famosillos en la mayor parte de los casos, pero a quién le importa) con bailarines profesionales y cada semana, después de bailar una nueva coreografía, el público vota y uno a uno van siendo eliminados. Todo ello de una forma que hace que la hora y media semanal que emiten ahora (antes emitían dos programas a la semana, desde hace un par de temporadas solo emiten uno) no solo se pase volando, sino que además acabes viviéndolo todo mucho. Aún queda tiempo para que vuelvan, pero para ir haciendo que os planteéis empezarlo cuando vuelva, ahí os dejo cinco razones por las que todo el mundo debería ver DWTS:
- El baile: de acuerdo que igual esto solo influye para que lo vea gente a la que, de hecho, le guste el baile, y que si es algo que ni te va ni te viene, pues probablemente poco importará que te intente convencer de lo maravilloso que es ver a gente bailar. Pero al fin y al cabo Dancing with the Stars es un programa que gira alrededor del baile, y no tendría el más mínimo sentido no destacarlo. Y sí, es cierto que muchas veces las coreografías están limitadas por las habilidades del famosillo de turno, pero incluso teniendo en cuenta esto, muchas veces hacen cosas estupendas, ya sea por simpáticas o directamente por espectaculares. Además, siempre tenemos los pequeños momentos de la troupe, que a veces dan ganas de ponerlos en bucle.
- La química entre las parejas: todos sabemos que Dancing with the Stars es una forma como otra cualquiera de hacer que el famosillo de turno se mantenga relevante. O de hacer que el público le coja cariño. Pero la cosa es que, si bien lo de mantenerse relevante habría que verlo, lo que sí que es verdad es que después de semanas viéndolos darlo todo se les acaba cogiendo muchísimo cariño a una amplia mayoría (a otros no tanto, claro, pero tener a uno o dos a los que odiar intensamente cada temporada nunca viene mal). Y buena parte del cariño que se les coge viene precisamente de la química que hay entre las parejas. Es decir, desde hace un par de temporadas adoro incondicionalmente a Snooki, y lo bien que funcionaba con Sasha es una de las principales razones. Y, por supuesto, shippear a los Chmerkovskiy con gente es una necesidad que hace que el mundo sea un poco mejor.
- Los bailarines. Más específicamente, rusos descamisados. Y quien dice rusos, en realidad quiere decir “rusos y adyacentes”, contando entre los adyacentes a ucranianos, Henry (al fin y al cabo, es australiano, pero su familia es rusa) y, en general, a cualquier buenorro con acento y alergia a las camisas con botones. Dancing with the Stars sabe perfectamente que una de sus principales funciones en la vida es alegrarnos la vista, y pone todo su empeño en hacernos felices en ese sentido. Y, por supuesto, hablamos de rusos descamisados, pero las bailarinas de Dancing with the Stars también están ahí para alegrarnos la vista. Y para ser amor, claro. Y, en el caso de Emma Slater, para ser mi futura mujer.
- La oportunidad de indignarse con el jurado. ¿Qué sería de un reality de este tipo sin algo que nos hiciera querer lanzar cosas a la pantalla constantemente? Desde luego, perdería muchísimo, ¿no? Pero en eso DWTS también nos tiene servidos, porque esa es básicamente la razón de existencia del jurado. Y de Derek Hough. Y de la combinación de ambos. Porque nada provoca mejor los instintos asesinos de cualquier persona de bien que verlos alabar a Derek simplemente por existir.
- El buen rollo general: a pesar de que a veces despierten nuestro instinto asesino, en general DWTS existe para tenernos hora y media a la semana con una sonrisa de oreja a oreja. Y eso, simplemente, lo es todo.
Con todo esto, espero haberos convencido de lo maravilloso que es este programa que todos, absolutamente todos, deberíais ver. Os prometo que hace que el mundo sea un poco mejor.