Revista Expatriados
El 2 de enero de 2009 cayó Kilinochchi. Prabhakaran había estado convencido de que nunca caería, de que el Ejército srilankés no soportaría el elevado número de bajas que le requeriría tomar la ciudad. Poco después los líderes del LTTE celebraron una reunión de emergencia. Varios pensaban que la guerra estaba perdida y de que había que intentar la vía política, pero ninguno se atrevía a decírselo a Prabhakaran, que seguía convencido de su propia invencibilidad. Se decidió finalmente establecer una línea de defensa en la carretera de Jaffna a Kandy con la convicción de que si aguantaban firmemente en esa posición, el Ejército srilankés acabaría por desistir. Aún hubo otra propuesta a cargo del jefe de los servicios de inteligencia del LTTE, Pottu Amman, de iniciar una campaña terrorista que paralizase el sur. Por una vez Prabhakaran estuvo precavido y rechazó la idea, para no alienarse la opinión pública internacional. En todo caso, dudo de que contasen con los medios suficientes para una campaña tan ambiciosa.
La estrategia de atrincherarse en la carretera de Jaffna a Kandy y combinar la defensa con contraataques fulgurantes que tomaran al enemigo por sorpresa tal vez hubiera funcionado 10 años antes, pero en 2009 resultó un desastre. Al LTTE le faltaban municiones y combatientes veteranos. Había sufrido un desgaste muy fuerte en los combates por Kilinochchi y a eso se añadía que la Marina india estaba colaborando con la Marina srilankesa para impedir el contrabando de armas para el LTTE. La batalla por la carretera de Jaffna a Kandy siguió el siguiente esquema: el Ejército srilankés machacaba a los defensores aprovechando su abrumadora superioridad de fuego. Los defensores respondían como podían, tal vez disparando una vez por cada diez disparos que recibían. Cuando veían la situación desesperada, los veteranos que habían sobrevivido se retiraban como podían, abandonando a los reclutillas a su suerte, que solía ser bastante negra.
Parece que ni aun después de esa derrota Prabhakaran desesperó. Seguía creyendo que vivía en los años 90, cuando el Ejército srilankés estaba peor entrenado y los políticos de Colombo se arrugaban al primer tropiezo. Todavía pensaba que estaba en condiciones de lanzar una contraofensiva y creía que aún disponía del comodín de la intervención internacional en el último segundo para establecer un alto el fuego.
El canto del cisne del LTTE se produjo a finales de marzo. El LTTE se encontraba acorralado. Los Tigres Tamiles y el Ejército srilankés estaban combatiendo por Puthukkudiyirippu, el último reducto de los tamiles. A comienzos de abril Prabhakaran ordenó a sus hombres que contraatacaran. Una de sus estrategias favoritas era organizar contraataques relámpago que cortaran las líneas de comunicación del enemigo y dejaran aisladas a las tropas de primera línea. Esto fue lo que intentó hacer en esta ocasión con resultados desastrosos. En la denominada batalla del cruce de caminos de Anandapuram, los Tigres Tamiles perdieron varios centenares de combatientes, así como algunos de sus comandantes más destacados.
Parece que tras esa batalla Prabhakaran (¡finalmente!) empezó a reaccionar como un hombre acorralado y desesperado. La muerte de muchos de sus comandantes en Anandapuram le deprimió. Decía que formar a un comandante llevaba seis años, con lo que eran difíciles de reemplazar. Curiosa observación, viniendo de un hombre que trataba a los tamiles a los que supuestamente quería liberar como simple carne de cañón.
Tras la caída de Puthukkudiyirippu se encontró con que ya no le quedaban búnkeres de cinco estrellas con aire acondicionado para alojarse. De pronto su dieta principal eran galletas nutricionales suministradas por ONGs en su día y ese día en algunos casos era el del tsunami, cinco años antes. Prabhakaran vivía aterrado ante la posibilidad de que comandos infiltrados le matasen, precisamente dichos comandos habían matado a su jefe de inteligencia militar un año antes. Se movía con toda la discreción que uno se puede mover cuando está rodeado de un montón de guardaespaldas. En sus movimientos iba siempre acompañado de su hijo y sucesor Charles Anthony. Es posible que también la acompañasen su mujer y sus otros dos hijos. Otra persona que le acompañaba era su médico. Por esos días tenía la tensión disparada y se la hacía tomar dos veces al día.
Las últimas semanas las pasó pegado a un teléfono satelital, intentando que le sacasen las castañas del fuego. A Visvanathan Rudrakumaran, un abogado Tamil instalado en Nueva York, le llamó para que movilizase a la diáspora Tamil en EEUU y Canadá, a Kumaran Pathmanadan, su principal suministrador de armas, le pidió armamento, a Nadumaran, un político indio le pidió árnica. Ninguna de las llamadas surtió efecto. Y a todos ellos les pedía mediación internacional para un alto el fuego.
Una cuestión de lo más contradictoria es la de si hubiera podido y querido escapar a su destino en esos días. He leído a quienes afirman que se le preparó una lancha para que huyese por mar y que se negó a salir de Tamil Eelam. También hay quienes dicen que se le ofreció sacar a su familia por el mar para que se refugiasen en el sur de la India y que no quiso para no dar mal ejemplo. Me cuesta creer que acogotados como estaban en esas semanas finales hubieran podido montar una huída por el mar sin peligro y sin ser interceptados. Realmente no estoy seguro de si Prabhakaran no quiso huir o si la huida ya no era una opción posible.
Lo que si parece cierto es que en esas semanas de abril y mayo hubo esfuerzos frenéticos en el extranjero por salvarle el pellejo. El negociador noruego Erik Solheim fue contactado para que ayudase a salvar a Prabhakaran. Se dice que otros que se movieron fueron los Ministros de AAEE de Francia y del Reino Unido. Pathmanadan trató de contactar con el Presidente Obama y con el Primer Ministro británico Gordon Brown. La diáspora Tamil montó manifestaciones en sitios como Melbourne y Toronto. Hay rumores de que efectivamente varios países occidentales intentaron alcanzar un alto el fuego para evitar la muerte de más civiles y que ofrecieron a Prabhakaran sacarle del país. Puedo creer que hubo maniobras hasta el final con ese fin a cargo de mediadores bienintencionados de medio pelo, pero dudo que los presidentes y primeros ministros las apoyasen. ¿Quién iba a enemistarse con el Gobierno del Partido del Congreso en Nueva Delhi para defender al impresentable de Prabhakaran? Hacía mucho tiempo que había perdido la simpatía de la comunidad internacional. Incluso en la India, sus amigos en Tamil Nadu estaban envueltos en una lucha desesperada y al final fracasada por conservar sus escaños tras las elecciones de mayo.
El Ejército srilankés había establecido una Zona Libre de Fuego (No Fire Zone) para que los civiles pudieran resguardarse en una cierta seguridad. Prabhakaran ordenó a los combatientes que le quedaban que se infiltrasen en la zona confundidos entre los civiles para utilizarlos como escudos humanos. Lo que ignoraba es que el Ejército srilankés había previsto que intentaría algo parecido y la zona que había delimitado era una ratonera: se trata de una franja estrecha de tierra que a un lado tenía el océano y al otro las lagunas de Nanthikadal y Chalai y la autopista A-35.
El 16 de mayo la situación se hizo desesperada. La noche anterior en una operación de comando, el Ejército srilankés había abierto una vía de escape para los civiles que estaban atrapados en la zona libre de fuego, los cuales la habían abandonado. Fuerzas srilankesas desde el norte habían enlazado con otras que presionaban desde el sur y les habían privado del acceso al mar. Para rematar ese día se conocieron los resultados de las elecciones indias, que se habían celebrado en cinco etapas entre abril y mayo: en las elecciones nacionales había ganado el Partido del Congreso y en Tamil Nadu el Dravida Munnetra Kazhagam aliado con el Congreso. Supongo que ese día Prabhakaran lamentó amargamente haber ordenado en 1991 el asesinato del líder del Partido del Congreso, Rajiv Gandhi.
Ese día Prabhakaran mantuvo una última reunión con los líderes del LTTE que quedaban para decidir un curso de acción. En dicha reunión, Prabhakaran reconoció que el Gobierno srilankés no iba a ceder a la presión internacional ni iba a frenar la ofensiva. La única opción era tratar de romper las líneas del Ejército srilankés bien por el sur para alcanzar la selva de Mullaitivu, o bien por la laguna de Nanthikadal para acceder a la selva de Puthukkudiyirippu.
El 17 varios combatientes intentaron abrir una brecha por el sur. El Ejército srilankés que se olía que intentarían algo parecido estaba alerta. Además, las tropas estaban dispuestas en varias líneas. Aunque rompieran la primera línea defensiva, aún deberían franquear dos más. La intentona fue un fracaso. Murieron la mayor parte de quienes la intentaron, entre ellos el hijo mayor de Prabhakaran, Charles Anthony.
Al día siguiente, Prabhakaran intentó escapar por la laguna de Nanthidikal. Dijo a sus seguidores que si lo lograban, podrían mantenerse durante unos meses en la selva. No especificó lo que esperaba de esos meses, aparte de ganar tiempo. ¿Y si fracasaban? Prabhakaran dijo: “Si fracasamos en nuestro plan final, nos matará el Ejéicto srilankés. En tal caso, nadie podrá abogar por un Eelam en Sri Lanka y el sueño de Eelam se convertirá en una pesadilla.” Hay algo en esta declaración que me hace pensar en el Hitler de la primavera de 1945. Sí, ese tonillo de “si yo fracaso, mi patria se irá al garete.”
Los guerrilleros se dividieron en tres grupos y partieron a eso de las tres de la madrugada. Prabhakaran iba con unos veinte guardaespaldas y con su mujer y sus otros dos hijos. Su familia más tarde muerta por herida de bala. La versión oficial es que debieron de morir en el intercambio de tiros que se produjo durante el día. Otras posibilidades son que Prabhakaran ordenase que les matase para que no cayesen con vida en manos del Ejército srilankés o que éste les capturase con vida y les ejecutase. No me consta que se hayan publicado fotos de sus cadáveres, con lo que resulta difícil aventurar lo que sucedió. Si sirve de indicación, los padres de Prabhakaran, que habían estado en la Zona Libre de Fuego, acabaron sumándose a los refugiados y cayeron en manos del Gobierno, que les dio buen trato.
El grupo de Prabhakaran logró infiltrarse tras la primera línea del Ejército, pero había dos líneas más que franquear. Durante la jornada fueron detectados en un manglar entre la primera línea y la segunda y comenzó un tiroteo que duró entre una y dos horas. En ese tiroteo murió Prabhakaran. Ésta es la versión oficial.
Hay quienes han dudado de la versión oficial. Les sorprende la suerte que tuvo el Ejército srilankés de que en medio de ese tiroteo a Prabhakaran le matase una sencilla bala en la cabeza que, además, no desfiguró su cara de manera que se pudieron tomar fotos que demuestran indudablemente su muerte. Los suspicaces apuntan a otro escenario: Prabhakaran fue capturado con vida y ejecutado de un tiro en la nuca. Incluso habría un tercer escenario posible: sus propios guardaespaldas le mataron, siguiendo sus instrucciones, para que el Ejército no le capturara con vida. Reconozco que, a la vista de la foto de Prabhakaran muerto, incluso a mí me entran dudas.
Para enfatizar aún más los parecidos entre Hitler y Prabhakaran, muchos de sus seguidores no creyeron en su muerte, afirmaron que el muerto era un doble y piensan que sigue vivo. Pero también en esto Prabhakaran se parece a Hitler: ambos murieron cuando se dijo que murieron.
Esta foto de Prabhakaran mofándose de la imagen de su supuesto cadáver circuló durante meses entre los círculos independentistas tamiles como “prueba” de que Prabhakaran seguía con vida. Alguien debería hablarles de Photoshop.