Revista Arte
El pasado 3 de junio, a estas horas, todo eran nervios, prisas y miedos ante lo desconocido. El gran ambiente que, desde el primer momento, se respiraba en la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid, hizo que el parto fuese más fácil, pues aparte de familiares, amigos, compañeros de trabajo y aficiones, futuros lectores y curiosos, fui asistido por las voces expertas de África Silvelo, Anamaría Trillo y Lorenzo Silva que, con sus palabras, lo hicieron todo más fácil, acogedor y entrañable.
Los expertos en el marketing editorial dicen que la vida media de un libro en las librerías -en la actualidad- es este período de tres meses, a partir del cual, solo existe en el éter llamado internet. En este sentido, yo no sé lo que pasará con este libro, del que hasta el momento todos los lectores que lo han leído me hablan maravillas, pero el esfuerzo que, primero, me llevó el hecho de escribirlo, y después, presentarlo en lugares como Madrid, Roma o Carboneras, ha merecido la pena. Estos tres meses han resultado ser la posibilidad de poder conocer un poco el mundo editorial (ese que trasunta al margen de los concursos literarios que conocía, o el mundo de los blogs personales en los que cada uno de nosotros volcamos nuestras obsesiones). Es verdad, esto es diferente, pero igual de tirano. Si obvio a todos aquellos que igual que se dedican a vender o promocionar libros, podrían dedicarse a hacer ganchillo en una mesa camilla todas las tardes de invierno de sus vidas, me quedo con todo lo demás. En primer lugar, con todos aquellos que desde la cercanía o la lejanía habéis hecho posible que desde el día de la publicación de esta novela, todo haya sido algo único para mí, pues con ello, habéis conseguido que lo que un día muy lejano fuese concebido como un sueño, hoy es una realidad. A mis lectores que, mostrando una generosidad sin límites, habéis compartido con cercanía y confianza opiniones y sensaciones que nunca fui consciente que fuese capaz de transmitir. A todos aquellos medios que se han hecho eco de la publicación de esta novela, y aquellos que encima, no solo la han publicitado, sino que también han invertido su tiempo en leerla y en hacer un reseña de la misma, pasando a forma parte de lo que yo he dado en llamar la sección de las promesas cumplidas. Es verdad, que muchos a los que hemos llamado a su puerta no nos la han abierto, pasando a formar parte de esa otra sección denominada promesas incumplidas, pero no es menos cierto que, a pesar de esos silencios, tengo la sensación que este viaje se presume largo, no por mí, sino por el protagonista de la novela, un poeta universal que a pesar del paso del tiempo sigue reivindicándose con una fuerza increíble.
Por otra parte, quién me iba a decir a mí que, con mi primera novela de verdad, iba a presentarla en un lugar tan especial como la Biblioteca Eugenio Trías de Madrid -en mitad del Retiro- y que después iba firmar ejemplares en la Feria del Libro de Madrid, y al día siguiente lo iba a hacer en la Librería Lé, donde mis compañeros hicieron del evento algo entrañable y muy especial. Gracias a John Keats he viajado en el tiempo y a través de él, derribando las barreras de la poesía, los idiomas y los sueños, porque también gracias a su ayuda, he cubierto etapas impensables, como la aventura que viví junto a los que me acompañaron en la ciudad de Roma, haciendo de ese viaje una experiencia iniciática, de esas que no se olvidan, pues a pesar de que ya había estado en la ciudad de las siete colinas en otras ocasiones, nunca lo había hecho con mi novela debajo del brazo, a la que, entre otras cosas, le enseñé aquello que un día le conté en la lejanía de las tierras romanas. Tampoco me quiero olvidar del día tan entrañable que pasé junto a Guillermo Paradinas Brockmann y su mujer, María Jesús, en El Barco de Ávila, donde fui testigo directo del peso de la historia y la prolongación de esta sobre nuestra memoria. Del mismo modo, que tampoco me quiero olvidar de la I Jornada Literaria de Carboneras, y de todos aquellos que se acercaron a escucharnos y compartir experiencias al calor del Ayuntamiento y la editorial Playa de Ákaba.
Esta travesía que, vio la luz de cara al mundo, hace hoy tres meses, no acaba más que empezar, y a buen seguro que, el destino o el azar o lo que sea, nos llevará a más lugares y a próximas estaciones de paso donde dejar constancia de este viaje a las entrañas de la belleza, como ya entre todos lo hemos denominado. Como soy un pésimo poeta, no me atrevo a dejar constancia de ello aquí, sin embargo, voy a echar mano del gran John Keats y dejaros uno de sus poemas; una de esas composiciones líricas que, por capricho del destino, lo han convertido en uno de los héroes de la historia de la literatura después de su muerte. "El mar conserva eternos susurros a lo largo
de orillas desoladas, y con su recia marea
inunda veinte mil cavernas, hasta que el encanto
de Hécate les deja su sombrío sonido.
A menudo encuentra su temple calmado
y durante días apenas se mueven las conchas
diminutas de allí donde al fin quedaron,
cuando se desataron los vientos de los Cielos.
Vosotros que tenéis los ojos cansado y doloridos,
alegradlos ante la inmensidad del mar;
vosotros que tenéis los oídos silenciados por el estruendo
o demasiado hartos de pesadas melodías,
sentaos junto a una vieja caverna y meditad
hasta que os sobresalten los cantos de las ninfas".
(Poema, Al mar, de John Keats)
Ángel Silvelo Gabriel.