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Los vigilantes:Union Station y El cuarto protocolo para Cinearchivo. Policías de los 50 y espías de los 80.

Publicado el 03 febrero 2011 por Esbilla

Los vigilantes:Union Station y El cuarto protocolo para Cinearchivo. Policías de los 50 y espías de los 80.Novedades en DVD este mes entrante para Cinearchivo y a cada cual más diferente aunque emparentadas por la modestia industrial y la honestidad en enfocar sus respectivos géneros, el policiaco americano y el espionaje hijo de la Guerra Fría. Por un lado el rescate de la estupenda Union Station de 1950, firmada por el artesano Rudolph Maté, responsable ese mismo año de la memorable Con las horas contadas. Por el otro El cuarto protocolo, adaptación de Frederick Forsyth convertida en vehículo para el estrellato de un Caine otoñal reincidiendo en una caracterización recurrente y donde merece la pena destacarse la presencia tras la cámara de un director que mereció más suerte como John Mackenzie, al igual que Matè autor de una obra mayor, en su caso El largo viernes santo en 1980.Los vigilantes:Union Station y El cuarto protocolo para Cinearchivo. Policías de los 50 y espías de los 80.

Union Station, Rudolph Maté, 1950, USA:  fichaDvd.asp?IdRubText=5812

“(…)Union Station nació, por tanto, como una película para un momento, pero capaz de superar esta naturaleza de servicio gracias a su depurada puesta en escena, a la inteligencia con la que se emplean los recursos obligatorios. Lo primero esa conversión de la estación en universo propio, el excepcional partido que saca la dirección a esta geografía singular (aunque puntualmente abierta al exterior como en la magnífica secuencia de seguimiento en el tren elevado), exprimida en cada ángulo y cada recoveco, desde los túneles más tenebrosos, surcados por mortales cables de alta tensión en los cuales tendrá lugar el angustioso clímax, hasta rincones  ocultos, pasillos, salas y entradas donde los personajes se vigilan y persiguen unos a otros en un absorbente ballet de gestos, cambios de objetivo y disimulos que conforman el segundo aspecto más interesante de la cinta, c
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apaz de emplear a su favor, e incluso volver inquietante, ese carácter de ley vigilante. Por momentos Matè subvierte los puntos de vista, haciendo que los secuestradores vigilen a la policía, otras adopta el punto de vista personal de Joyce, la cual sigue sus pesquisas particulares ya que solo ella conoce el rostro del líder de los secuestradores (lo que da lugar a momentos tan tensos como aquel en el cual este torvo villano encarnado por el especialista Lyle Bettger se detiene justo a su lado) en otros se mantiene alejado, observando la acción y el intercambio de seña apenas perceptibles (es este un gran film de gestos), en todo momento se consigue un trabajo compacto, conocedor de sus limitaciones (en todos los sentidos), presidido por una voluntada documentalista que, por otra parte no rechaza un cierta estilización (la persecución en los túneles con reminiscencias de El tercer hombre), instantes de gran violencia e incluso incrustaciones de un sadismo puramente negro, desde unos policías que simulan lanzar a un testigo a las vías del tren para hacerle cantar, hasta el abandono de la muchacha secuestrada en una zona repleta de cables mortales.” (continuar)

El cuarto protocolo, John Mackenzie, 1987, GB:fichaDvd.asp?idRubText=5819

“(…) es reclutado en esta ocasión, como quedó dicho, por un Michael Caine satisfecho de la anterior experiencia en 1983. A Mackenzie se debe también la brillante idea de incorporar a Pierce Brosnan como oponente, jugando así con la imagen que el actor se había labrado en la divertida serie Remington Steele (en el aire entre 1982 y 1987) y  sobre todo con la posibilidad cierta de que hubiera sustituido a Roger Moore como James Bond, a lo cual tuvo que renunciar precisamente por cuestiones de su contrato televisivo. Mackenzie recupera para Pierce Brosnan una caracterización de gélido asesino que ya le había encargado, en un rol mucho menor, en la formidable El largo viernes santo, obra maestra de la filmografía del director y film capital en la escuela gangsteril británica fechada en 1980 y protagonismo par
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a un descomunal Bob Hoskins acompañado de la no menos talentosa Helen Mirrren (incluso existe una secuencia análoga, ya que en ambas Brosnan seduce a otro hombre con la intención de asesinarle tras ofrecerle favores sexuales). De tal modo Mackenzie se establece como vértice entre los dos oponentes, orquestando una lectura subterránea que podría verse como un enfrentamiento de trasuntos. Por un lado la reminiscencia de Palmer y por el otro la versión telón de acero de James Bond, el espía individualista y el integrado. Mientras Preston/Palmer mantiene su independencia y cuestiona las órdenes y motivaciones el bondiano (más que anti-bondiano su contrapartida especular del Este) Petrovsky / Ross encarna, desde una óptica una tanto retorcida pero no menos cercana al original algunas de las características del, por otra parte, mucho más estilizado espía de Ian Fleming. Es frío como un témpano, una máquina de matar que no cuestiona las órdenes y actuar con elegancia letal, sin despreciar apuntes sádicos y un notable furor sexual. En este campo se sitúa uno de los hallazgos de la cinta, Ross se frustra progresivamente y se obsesiona con la esposa de su vecino, pero al contario que Bond no se aparta de su misión para cortejar, realismo obliga, aunque poco tardará en satisfacer este ansia con la agente encarnada por al estupenda Joanna Cassidy, encargada de ayudarle a montar el explosivo en una larga y tensa secuencia, magníficamente filmada, hermanando suspense y tensión erótica a cada cual más mortal.” (continuar)

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