Revista Arquitectura

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Por Jaumep

     Jordi Ludevid, presidente del CSCAE (Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España) publicó , ayer, 30 de diciembre de 2012, una carta abierta a todos los arquitectos del país donde se explica que el borrador de la Ley de Servicios Profesionales española anula las competencias exclusivas de los arquitectos.    El fenómeno debería de ser leído como una buena noticia por todos los arquitectos que alguna vez hayan pronunciado, convencidos, la expresión reinventar la profesión, que he oído en tantos debates, tanto oficiales como de café. ¿Qué mejor para reinventarla que partir, de veras, de cero?    Para explicar y justificar esta afirmación doy unos cuantos argumentos para pensar y, al final de los mismos, manifiesto mi opinión sobre la profesión.
1.- Es absurdo pensar que nos están recortando las competencias. Las competencias están, ya, seriamente recortadas. Desde hace décadas. Y nadie se ha quejado. Esta leu reacciona, tal como está ahora, contra un marco de negocio que, convencionalmente, llamamos arquitectura, y que es, tan sólo, una pequeña parte de lo que constituye nuestra disciplina.
2.- La Arquitectura es el arte relativo a la construcción. En sentido amplio. Por tanto, relativo a la planificación del territorio, no tan sólo a la ciudad sino a cualquier área de influencia humana. Esta disciplina es larga y amplia, y se ramifica por toda una serie de ramas accesorias a la construcción física: la gestión de proyectos, la formación de los arquitectos, la explicación (y el trato) de la propia profesión a los ciudadanos. Y la reflexión sobre su estado, sobre sus derivas y sobre su futuro.
3.- … y, en este sentido, nos hemos dejado tomar las competencias (mayormente por parte de los ingenieros) desde hace décadas. No desde ahora. Entendámonos: las carreteras, los puentes, las vías férreas, los puertos y aeropuertos, los pantanos, las centrales energéticas, las fábricas, son patrimonio de los arquitectos. Cualquiera de estas construcciones (porque es lo que son), englobadas dentro de lo que convencionalmente se entiende como obra civil, son relativas a la planificación del territorio. Que, desde Vitrubio, es competencia de los arquitectos. Por tanto, el modo en que se realizan actualmente, el modo en que el territorio nacional se ha malcuidado, malplanificado, malgestionado, es, por omisión, culpa nuestra. De los arquitectos. 4.- Lo que el CSCAE está intentando proteger no es nuestra profesión. Es un área de negocio: la de los proyectos que visan los propios colegios profesionales y que, hasta justo antes de la crisis, ha empleado a la mayor parte de los arquitectos del país. Que no se quejaban cuando todo iba bien, dejándose tomar cualquier área de negocio que fuese demasiado complicada de gestionar o pensar.    Un ejemplo banal: ¿Alguien es capaz de recordar, tan sólo, tres cementerios relevantes en España, pongamos, treinta años anteriores al que Enric Miralles construyó en Igualada? Después ha habido unos cuantos. Antes, pocos. Muy pocos El chiste es que los que no tienen arquitectura en absoluto están, igualmente, firmados por arquitectos. Si Enric Miralles no hubiese proyectado el Cementerio de Igualada y nos hubiesen quitado estas competencias sobre cementerios, pongamos, en 1982, nadie hubiese protestado: todos tenían otras cosas a firmar. Suma y sigue.
5.- Respecto al área competencial actual de los arquitectos. Afrontemos los hechos: el 90% de la arquitectura, y soy generoso, es un desastre. Mala planificación, malos edificios (y muy baratos), sobreconstrucción, poca o nula voluntad expresiva.
6.- No hemos sabido explicar, tampoco, lo que hacemos. La divulgación de la arquitectura se ha hecho por y para arquitectos. Desterrando al grueso de la ciudadanía de esta divulgación. Menospreciándola. La divulgación general de la arquitectura, hasta hace muy poco (y ahora, demasiado pocos, demasiado tarde) contenía, tan sólo, dos tipos de noticias: o información sobre proyectos singulares, mejor o peor hechos, realizados por el starchitect de turno, o revistas sobre cocinas y baños y reformas de edificios con nula domesticidad, pagadas sobretodo por casas de muebles y de interiorismo. Poco más.    La crisis actual de las publicaciones de arquitectura no viene de haberlas malabierto a los ciudadanos (no se ha querido hacer en ningún momento), sino que se deriva del poco nivel de exigencia que tenemos los propios arquitectos: nada ha cambiado este marco antes mencionado. Los actos siguen siendo elitistas, sin participación del público general o de agentes ajenos a la construcción.
7.- Se ha de explicar, también, que las competencias respecto la edificación no siempre han estado en manos de los arquitectos. El grueso del Ensanche de Barcelona está edificado por maestros de obras que ejecutaban, con cariño y mucho oficio, plantas propuestas previamente por arquitectos, adaptando el modelo como podían. Los arquitectos se ocupaban de edificios singulares, equipamientos, organización. Había una jerarquía de tareas bien regulada que dio resultados óptimos.
8.- Sobre los ingenieros, aparentemente, nuestras bestias negras. La palabra que los define tiene una etimología precisa: los ingenieros se ocupan de los ingenios. Máquinas, motores, diseño industrial, ordenadores. Mil etcéteras. Si han llegado al nivel de poder ocuparse de la propia edificación sin una formación específica para hacerlo (y sin la preparación necesaria) es por nuestra desidia: hemos soltado, insisto, competencias desde hace demasiado tiempo. Competencias que ellos han tomado dando un paso adelante, sin preocuparse de estar, o no, malformados: da igual. Alguien tenía que hacerlo, y nosotros no quisimos.
9.- Ahora: la carrera de arquitectura es demasaido corta o demasiado larga. Si se trata de aguantar edificios, de impermeabilizarlos, de dimensionar adecuadamente instalaciones básicas, cinco años son demasiado. Si se trata de formar buenos arquitectos, cinco años es una cantidad de tiempo totalmente insuficiente: mal repartida, mal enseñada. Y con los gestores de esta enseñanza dando palos de ciego debatiendo especializaciones varias. La formación de los arquitectos es pésima desde hace tiempo.  
10.- El papel de la crítica: Globalmente, ha incidido en los aspectos sociales de la profesión en una mescolanza entre apología y búsqueda de marcos de oportunidad. Cuando los aspectos sociales de la profesión deberían venir de oficio, como tantos otros factores que, todavía hoy en día, se presuponen accesorios a lo que hacemos.    Un buen ejemplo de ello serían las clasificaciones energéticas de los edificios, de la A a la G. Los colegios de arquitectos deberían de negarse a visar cualquier edificio que no estuviese calificado como A. Por principios: de oficio, la nuestra debería de ser una profesión de excelencia.
11.- La crisis de la formación de los arquitectos es paralela a la crisis de la formación básica. El principal problema de España es la educación. La propia carrera de magisterio está deshecha. Hay generaciones enteras de españoles esperando un trabajo que no les llegará: demasiada poca formación para un mercado laboral que ha deslocalizado todo el trabajo poco cualificado, que es incapaz de digerir la poca mano de obra cualificada que h creado. Se especula con un paro estructural de un 15% al vencimiento de la crisis. Paro estructural que tiene que ver con un sector de la construcción que no podrá digerir toda la mano de obra que digería cuando se dedicaba limpiamente a especular.    Reformar. Reformar a la gente sin formación y reformar un sistema educativo usado sempiternamente como arma política por el eje derecha-izquierda, por el eje centro-periferia: demasiadas dualidades definen la política española. Mientras tanto, todo es cuestión de mínimos: se discute sobre la inmersión lingüística y los estudiantes no saben hablar inglés. La filosofía, el latín, el griego, han prácticamente desaparecido de la formación secundaria. A sociedad malformada, malos políticos. Malos gestores. Mal gobierno: la crisis ha entrado en un bucle de retroalimentación.  
12.- Ahora: el momento que vive la arquitectura es magnífico. Un marco de oportunidad excepcional que se debería de saber aprovechar.    En vez de reivindicar una parcela de negocio, es el momento de reivindicarlo todo. Empezando por nuestra formación. Siguiendo por las parcelas que nuestra profesión ha negligido: la planificación, las infraestructuras, la gran escala. Los inventos. El proyecto global. Explicando, proponiendo, haciendo ruido. Cerrando facultades si hace falta. Y hace falta. Reformando los arquitectos que quieran seguir: podemos hacer pantanos mejor que los que hacen los ingenieros. Caminos, carreteras, vías férreas. Planificación. Todo. Pero hagámoslo. No dejemos esto en manos de estudios oportunistas desesperados por conseguir encargos que pongan la profesión al nivel de unos ingenieros que, hay que decirlo, tampoco se están mamando el dedo y han ido aprendiendo, erigiéndose en competencia directa por méritos propios.
   La nuestra es una formación generalista. Dentro de nuestro ámbito de actuación estamos preparados como nadie para hacer lo que hacemos. Y, más que estar respaldados òr una ley que dicte qué podemos hacer y qué no, hemos de convencer. Convencer de lo que somos capaces de hacer. De nuestro valor diferencia. De la calidad de nuestros proyectos. Reconciliándonos con todo esto y siguiendo, no defendiendo el chiringuito, sino haciendo valer lo que somos. Y, si no somos capaces de ello, tampoco merecemos existir.  

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