Luan ya no tenía recursos económicos. Se había quedado sin trabajo a finales del año 2012. Frustrado, le pidió a un amigo de 15 años de edad que le suministrara un arma de fuego. La mañana del 28 de marzo de 2013 detuvo a un taxi en la localidad donde residía, en Santana do Livramento, se introdujo en el vehículo y con el arma del calibre 22 que portaba le descerrajó dos tiros en la cabeza al taxista. Seguidamente lo sacó del interior del taxi y le robó la cartera y el teléfono móvil. En ese mismo día repitió la misma operación dos veces más: parar un taxi, asesinar al conductor, sacarlo del vehículo y robarle la cartera y el teléfono móvil. Dos días después se dirigió a la ciudad de Porto Alegre y volvió a cometer tres asesinatos con el mismo ‘modus operandi’. La policía no tardó en iniciar la investigación. Las cámaras de seguridad situadas en las proximidades de algunas de las zonas donde se cometieron los crímenes, las huellas dactilares dejadas en los vehículos y el seguimiento al que fue sometido a través de los teléfonos móviles que portaba, fueron claves para poder detenerlo dos semanas después.
Nadie de su entorno más cercano podía imaginarse que este joven de 21 años de edad fuera capaz de cometer semejantes crímenes, puesto que era una persona de lo más normal, aunque fuera expulsado del ejército brasileño por mal comportamiento. Actualmente, Luan Barcelos da Silva, cumple una condena de 124 años de prisión por los seis asesinatos y los consiguientes robos.