Revista Cultura y Ocio
Los ayeres
Embadurnado del barro en los pantanos,
caes en el meollo del olvido que te amarra.
Sudarios que arropan el movimiento de tus manos.
Los patios de casas viejas, abarrotados de helechos.
Enmarañados viñedos, que supuran en su esencia,
el vino que se destila en las noches de bohemia.
El espanto de los años, es fantasma en euforia,
viajan los ayeres en huidas, toman tu alma y la ahogan.
Los estrujados panfletos, las cartas de amor dormidas,
en las guaridas recónditas de orificios bloqueados.
Solo se halla en su lecho las sábanas en deshecho,
escapularios colgando, cual eternos pedestales.
Los ayeres que añoramos por cargar viejos resabios.
Su memoria calcinada con ojos devoradores.
Sus solitarias vivencias, sus impregnados sabores,
volaron contigo un día al altar omnipotente.
Nadie sacude su polvo que se acumulo en armarios,
donde ni siquiera un grillo, escudriña ahora su brillo.
El viejo tren que todavía, anuncia su diario arribo,
a una estación solitaria con el olvido fundido.
Hay mariposas urdiendo, los oxidados estantes.
La pintura carcomida en los antiguos murales,
unas caras y paisajes aún muestras sus mensajes.
Las telarañas y el humo tienen ese aire de hastío.
Pero así tan huraño y gris ¡siempre adorado pasado!
Tanto que llevas guardado, en los vagones del tiempo.
El y ella se montaron en la estación del amor,
pero nunca regresaron después de decirse adiós.
@Luz Ramírez
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