Revista Cultura y Ocio

Madama Butterfly y sus primas

Por Tiburciosamsa


Madama Butterfly y sus primas (1)
Madama Butterfly juega con todos los mitos necesarios como para convertirse en un arquetipo. Está el mito de la mujer exótica. No nos engañemos, entre la vecina del quinto que está como un queso y la nadadora (nada por delante, nada por detrás) thailandesa, el hombre promedio escogerá a la segunda simplemente porque es diferente. Luego está el mito de la puta que es redimida por el amor, aunque en la vida real sea más habitual que el dinero prostituya el amor. De remate, tiene el mito del hombre desalmado que por conveniencia abandona a la mujer que de verdad le quiere.
En la segunda mitad del siglo XIX en Japón existía la práctica del matrimonio temporal, por la que un comerciante que iba residir en otra ciudad alquilaba a alguna chica de los barrios de placer para que fuese su esposa temporal. Los primeros occidentales que llegaron a Japón sacaron buen partido de esta práctica. Tal vez vinieran de países puritanos donde se aplicaban a rajatabla los Diez Mandamientos, pero ¿por qué no aprovechar la oportunidad ahora que no miraba nadie?
En 1885 el oficial naval y escritor francés Pierre Loti llegó a Nagasaki y descubrió simultáneamente las maravillas de Japón y las ventajas del matrimonio temporal. Loti escribió sus experiencias en la novela “Madame Crysanthème”, que publicó en 1887 y fue un éxito inmediato. Sospecho que la novela fue un éxito porque hablaba de un país lejano y casi desconocido y porque Loti era todo un personaje, porque literariamente es más bien mediocre.
Loti era un hombre viajado, que había estado en sitios exóticos como Tahiti o Senegal, pero Japón le quedó grande. No pudiendo entenderlo, trató de describirlo de manera condescendiente, como una especie de casa de muñecas, y eso se aplica también a su esposa temporal. La Madame Crysanthème que da título a novela es un cruce de jovencita aniñada y perrito faldero, a la que el protagonista nunca se toma demasiado en serio y a la que nunca parece comprender realmente. “Si, en la noche de mi llegada a Japón, alguien me la hubiese señalado y me hubiera dicho: “Ésta será tu “mousme”, sin duda habría quedado encantado. En realidad, sin embargo, no estoy encantado; es solamente Crisantemo, siempre Crisantemo, nada sino Crisantemo: un simple juguete del que reírse, una criaturita de formas y pensamientos artificiales que la agencia del Sr. Canguro me ha proporcionado.”
La despedida del protagonista cuando se tiene que marchar de Japón es lo más desábrido que he oído desde la vez que me acerqué a una chica en una discoteca y me dijo que me comprara una escoba y me fuera a barrer el desierto. El protagonista escribe: “Bien, pequeña mousmé, separémonos como buenos amigos. Incluso con un último beso, si quieres. Te tomé para que me divirtieras. Quizás no hayas tenido mucho éxito, pero después de todo has hecho lo que pudiste: me diste tu carita, tus pequeñas reverencias, tu musiquita. En resumen, fuiste lo suficientemente agradable a tu manera japonesa. Y quién sabe, acaso piense en ti a veces cuando recuerde este glorioso verano, estos maravillosos jardines pintorescos y el concierto sin fin de las cigarras.” Bueno, al menos ocupará en su recuerdo el mismo lugar que las cigarras. Peor hubiera sido que la hubiese colocado con las arañas.
El mayor mérito artístico de la obra de Loti es que le sirvió de inspiración a Puccini. Pero no fue la única fuente que utilizó. Hay quienes dicen que podría haberse inspirado también en la historia del médico alemán Philip Franz von Siebold, que vivió en Japón de 1823 a 1830 y tuvo un matrimonio temporal con una joven de los barrios de placer. Von Siebold regresó a Europa, donde se buscó una esposa “de verdad” y no de mentirijillas. 29 años después regresó a Japón, se reencontró con su ex-esposa temporal y con la hija que tuvo con ella, que ya tenía 32 años y a la que pagó los estudios de medicina. No está del todo claro que Puccini llegase a conocer esta historia.
La inspiración más cercana de Puccini fue el cuento de 18 páginas “Madame Butterfly” que publicó el abogado y escritor John Luther Long en enero de 1898 en el “Century Illustrated Monthly Magazine”. El cuento narra la llegada a Japón del teniente de la Armada Benjamín Franklin Pinkerton, el cual se casa con la joven Cho-Cho-San (un español nunca habría elegido este nombre para la heroína) y le fuerza a que rompa con su ambiente. Cho-Cho-San se cree que lo del matrimonio va en serio y se enamora. Pinkerton se marcha, pero promete que regresará y es que en el momento de la partida uno puede decir muchas tonterías para quedar bien. Cho-Cho-San da a luz al hijo de Pinkerton y le llama Trouble, nombre que piensa cambiar por el de Joy cuando su marido regrese. Regresa Pinkerton y Cho-Cho-San se entera de que se casó con una norteamericana y que se quiere llevar a su hijo a EEUU. Cho-Cho-San intenta suicidarse, pero falla y es curada en la escena final de la historia.
Long afirmó que la trama la había sacado de una historia que le contó su hermana Jennie, que estaba casada con un misionero y vivió de 1892 a1897 en Japón. Esto ha sido puesto en duda por algunos y, en todo caso, resulta claro que Long tomó prestados elementos de Loti a la hora de escribir su relato.
Como ocurriera con Loti, el cuento de Long tuvo mucho éxito. Aparte de su romanticismo, eran años en los que lo japonés estaba de moda. El autor y productor teatral David Belasco compró los derechos del cuento e hizo de él una obra de un acto. La obra transcurre dos años después de la partida de Pinkerton y se centra en la soledad de Madama Butterfly que está acompañada por su sirviente, pero no pierde la esperanza. Al final de la obra aparece Pinkerton, anuncia su intención de llevarse a su hijo y contempla cómo Madama Butterfly se suicida. Desde un punto de vista artístico este final mejora mucho el original, aunque posiblemente Madama Butterfly no aprecie la mejora.
La obra debutó en Nueva York en marzo de 1900 y en junio pasó a Londres, que fue donde la vio Puccini, que quedó fascinado por ella. Los libretistas Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, con los que solía trabajar, fueron quienes escribieron el libreto de la ópera y mejoraron la obra de partida, añadiéndole un dramatismo que desde luego estaba ausente en el cuento de Long y todavía más en la novela de Loti.
Al comienzo mismo de la ópera, Pinkerton está esperando que llegue Cio-Cio-San y reconoce abiertamente que la quiere para su placer. El Cónsul norteamericano, Sharpless, que asiste a la boda, le advierte que sería un crimen herir a una muchacha tan delicada e inocente. La ironía es que Cio-Cio-San se toma el matrimonio en serio y adopta el cristianismo y la monogamia de los que Pinkerton está escapando, aprovechando que se encuentra en el exótico Oriente. Cio-Cio-San siente que, casándose con Pinkerton ha roto con su país y su cultura y de alguna manera se ha vuelto norteamericana.
En el segundo acto vemos a Cio-Cio-San que lleva tres años esperando a Pinkerton, que se fue poco después de la boda. La criada que la atiende intenta convencerla de que Pinkerton no volverá. Un casamentero intenta convencerla para que acepte otras propuestas de matrimonio. El Cónsul Sharpless aparece para traerle una carta en la que Pinkerton anuncia su regreso. La carta también dice que se ha casado. El Cónsul no consigue leérsela entera, sobre todo después de que ella le diga que tuvo un hijo de Pinkerton y le pide que se lo anuncie. El Cónsul se despide, intentando en vano convencerla que acepte la oferta matrimonial del Príncipe Yamadori, que la pretende. El acto termina con Cio-Cio-San esperando en la noche al barco que le traerá a su marido.
A la mañana siguiente Sharpless, Pinkerton y la nueva esposa norteamericana de éste llegan a la casa para llevarse al hijo que Cio-Cio-San tuvo y educarlo en EEUU. Cuando Pinkerton entra en la casa y ve cómo Cio-Cio-San la ha decorado para recibirle, se da cuenta de que ha jugado con ella y que no ha entendido que tenía sentimientos. Cuando Cio-Cio-San comprende la verdadera situación, acepta entregar al niño, del que se despide con gran pena. Después se retira a sus habitaciones, donde se suicida. Cuando Pinkerton entra, es demasiado tarde.
Dos notas interesantes sobre Madama Butterfly. Una es la ironía de que Cio-Cio-San, que reniega de Japón para ser o creerse norteamericana, acaba obteniendo lo peor de los dos mundos. Como japonesa se ve envuelta en un matrimonio temporal y tratada como mero objeto para el placer masculino. Como norteamericana, se ve excluida del matrimonio monógamo que ha concertado Pinkerton. En el esquema habitual japonés, siempre habría habido un hueco para ella como concubina, pero Pinkerton y su mujer no son japoneses. La otra nota interesante es que la caracterización de Cio-Cio-San responde más a la fantasía occidental de la jovencita exótica e inocente que a la realidad. Las chicas que concertaban estos matrimonios de conveniencia venían de los barrios del placer y si alguna vez fueron inocentes, eso fue muchos años antes.


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