Revista Política
A Zapatero acaba de estallarle en Madrid un conflicto tan lamentable como perfectamente previsible, cuyos orígenes se remontan tres años atrás, cuando el presidente se empeñó personalmente en promocionar a Tomás Gómez como máximo dirigente de la Federación Socialista marileña, reconvertida en Partido Socialista de Madrid. Gómez tenía a sus espaldas una buena gestión como alcalde y un amplio respaldo ciudadano en su municipio, pero nada más. pronto el flamante líder madrileño se mostró como un político plano y robotizado, de esos que se fabrican ahora por docenas en los Cursos de Formación (sic) del partido.
Ocurre que Tomás Gómez dedujo que con el cargo de primer secretario madrileño venía aparejada, según costumbre, la condición de candidato in pectore a la presidencia de su comunidad autonómica, tal como suele suceder en todos los partidos políticos españoles. Ocurre que en algún momento de los últimos meses Zapatero decidió cambiar de caballo para correr esa carrera, lo que por cierto cuadra perfectamente con sus continuas rectificaciones sobre la marcha en cualquier materia (recuerden la lapidaria frase de Felipe González al respecto durante el acto de homenaje a Pablo Iglesias). Así que Gómez se vio compuesto y despojado de su condición de candidato socialista que debía disputarle a Esperanza Aguirre el gobierno de la autonomía madrileña. El lío ha aumentado considerablemente cuando el presidente español se ha sacado de la manga una candidata que automáticamente convierte en la mejor opción a Tomás Gómez, por poca cosa que éste sea.
Y es que Zapatero ha apostado nada menos que por su sempiterna Trinidad Jiménez, una de las más características barbies de su Gabinete. La señora Jiménez ya fracasó hace unos años como cabeza de lista en el asalto socialista a la alcaldía de Madrid, ciudad en la que reina como monarca absoluto Alberto Ruiz Gallardón desde hace años, y tuvo la desfachatez de dejar al poco tiempo el sillón municipal al que le auparon los votantes socialistas; al parecer ejercer como concejala de un Ayuntamiento es poco cargo para ella. Una falta de respeto de la que seguramente muchos madrileños de izquierdas tomaron nota en su momento. Rápidamente Zapatero la nombró Secretaria de Estado para Latinoamérica, y todavía se andan preguntando en las cancillerías americanas cúal era exactamente el papel de aquella señora tan pizpireta y dicharachera como carente de preparación y discurso. Más tarde la hizo ministra de Sanidad, y ahí la señora Jiménez ha cosechado la aprobación general, seguramente por dos razones: nada tenía que gestionar, habida cuenta de que las competencias del ministerio están traspasadas casi íntegramente a las autonomías desde hace muchos años, y ha sido capaz de mantener la boca cerrada durante (casi)todo su mandato.
La única mancha negra de Jiménez en su trayectoria al frente de la sanidad pública española ha sido la famosa estafa internacional del presunto virus de la gripe A, organizada entre varias prestigiosas firmas de la narcofarma y funcionarios corruptos de la Organización Mundial de la Salud, con la colaboración altruista o interesada según casos de importantes grupos mediáticos. Una estafa mundial que sólo en España ha costado cientos de millones de euros en la compra de vacunas que no se han usado, y que como dicen los médicos hay que tirar ya a la basura, pues ninguna vacuna contra la gripe sirve parta la siguiente campaña. Trinidad Jiménez, que en los inicios de la "pandemia" aparcó su estrenada discreción para chupar cámara televisiva a todo trapo, ha callado luego como una muerta sobre este asunto. Es obvio que la señora ministra de Sanidad del Reino de España nos debe una explicación, como nos la deben el resto de ministros de Sanidad del mundo mundial; tan obvio como que vamos a quedarnos con las ganas de conocerla.
Con semejantes candidatos a las primarias del PSOE madrileño, doña Esperanza Aguirre se apresta a repetir con cierta holgura nueva mayoría absoluta para el partido de la extrema derecha parlamentaria española. La picardía de Zapatero al buscar una mujer cuyo perfil no anda tan lejano del de Aguirre -Jiménez es tan descarada, vacua, y pagada de sí misma como la actual presidenta madileña-, puede atraer algunos de esos míticos votos "centristas" que dicen dudan permanentemente entre uno y otro partido (dudas que deben haberse acrecentado hasta la tortura últimamente, vistas las medidas económicas neoliberales imnplementadas recientemente por el Gobierno español), pero seguro que no le da ni un voto más entre esas masas de trabajadores y clases populares que desde hace un siglo constituyen la base del electorado socialista, y que en la Comunidad de Madrid como en todas partes huyen a chorro hacia la abstención desde hace años.
El fracaso de "la Trini" en las elecciones madrileñas está cantado, y eso en el caso de que venza a Goméz en las primarias del PSOE, algo que vista la reacción de las agrupaciones locales y los grupos municipales socialistas en la Comunidad madrileña no está claro, ni mucho menos. Una derrota en las primarias de su candidata dejaría a Zapatero a los pies de los caballos del aparato del partido, y ahí Pepiño Blanco empezaría a relamerse los bigotes de cara incluso a las elecciones de 2012. En todo caso, parece difícil superar la manera en la que Zapatero está conduciendo los prolegómenos de la pomposamente llamada "Batalla de Madrid": difícil meterse en más líos y con menos garantías de salir bien librado.