Revista Sociedad

Malasia en la encrucijada

Por Tiburciosamsa


En las últimas décadas Malasia ha seguido un modelo cuyos principales componentes eran: 1) Cuasimonopolio del poder por parte del Barisan Nasional, vasta coalición de gobierno encabezada por el partido malayo UMNO (United Malays National Organization); el Barisan Nasional solía hacerse con más de los dos tercios de los escaños gracias en parte a una legislación electoral sesgada en su favor; 2) Discriminación positiva en favor de la mayoría malaya; 3) Papel creciente del Islam, de un Islam que se quiere progresista y avanzado; 4) Políticas económicas en las que el Estado juega un papel clave, encaminadas a convertir Malasia para 2020 en un país de renta alta con una economía muy basada en la alta tecnología y la información.
La sensación a día de hoy es que el modelo da muestras de agotamiento, los enanos le empiezan a crecer y no hay una solución de recambio evidente. O tal vez la haya pero falten redaños para tomarla.
El Barisan Nasional se pegó un buen susto en las elecciones de abril de 2008 cuando perdió su cómoda mayoría de dos tercios en el Parlamento, así como el control de 5 de los estados de la Federación. En el tiempo transcurrido desde entonces, se le ha pasado un poco el susto, pero los enanos le han crecido. En el seno del UMNO, no parece que el Primer Ministro Najib Razak controle su propio partido tanto como debiera. Y por si faltase algo, el ex-Primer Ministro Mahathir siente mono de poder y anda moviéndole la silla entre bambalinas. El Malaysian Chinese Association (MCA), otro de los miembros del Barisan Nasional, ha pasado los tres últimos años viendo cómo Ong Tee Keat, Chua Soi Lek, Ong Ka Ting, Liow Tiong Lai y Kong Cho Ha se peleaban por el liderazgo del partido, mientras la MCA no hace más que bajar en las encuestas. Las cosas no van mucho mejor en otro de los grandes socios del Barisan Nasional, el Malaysian Indian Congress (MIC). Su anterior presidente, Sammy Vellu, abandonó el liderazgo en diciembre de 2010, dejando el partido hecho un asquito, dividido y teñido de corrupción.
Que a la coalición gubernamental las cosas no le vayan bien, no implica que a la coalición opositora del Pakatan Rakyat le vayan mucho mejor. Su líder, el polémico Anwar Ibrahim, está siendo procesado nuevamente por sodomía y podría terminar en la cárcel. La ocasión es demasiado tentadora para el Parti Islam Se-Malaysia (PAS), que hasta ahora ha jugado un papel de segunda fila en atención al carisma y al peso de Anwar Ibrahim. Hay más posibilidades de que la oposición se pase los próximos meses dándose de tortas por ver quién asume el liderazgo, que se los pase haciendo crítica constructiva al gobierno. Bueno, me conformo simplemente con crítica, que esto es Malasia.
El espectáculo edificante de los políticos ya ha generado la variante malasia del 15-M: el movimiento Bersih 2.0. 62 organizaciones cívicas y ONGs organizaron el pasado julio la manifestación Bersih 2.0 para pedir la reforma de la normativa electoral que está claramente sesgada a favor del Barisan Nasional. A pesar de las trabas que le puso el gobierno y de los intentos de silenciarla, un mes después de la manifestación, Najib Razak se sintió forzado a anunciar que reformaría la legislación electoral como se le había pedido. Aún es pronto para saber si Bersih 2.0 tendrá efectos a largo plazo o si caerá en el olvido. Lo que sí ha puesto de manifiesto es que existe una clase media urbana a la que el sistema se le ha quedado pequeño.
Un aspecto en el que el sistema se ha quedado enormemente pequeño es el de las relaciones interétnicas. En mayo de 1969 se produjeron unos fuertes disturbios étnicos entre malayos y chinos después de que los partidos chinos hubieran obtenido unos resultados inesperadamente favorables en las elecciones. Las cifras oficiales dicen que hubo 200 muertos y 700 incendios provocados. El gobierno estimó que la causa de los disturbios había sido la situación de postración de la mayoría malaya y en 1970 estableció la Nueva Política Económica, que fijó una serie de medidas de discriminación positiva para favorecer la penetración de los malayos en el mundo económico y profesional. Las medidas iban a tener una duración de 20 años. 1990 era pues el año en el que las medidas hubieran debido abolirse. Lo malo es que ya había tantos intereses creados que simplemente se les cambió el nombre (ahora es la Política de Desarrollo Nacional) y se las prorrogó.
¿Qué han conseguido 40 años de discriminación positiva a favor de los malayos? Crear una pequeña élite malaya bien conectada políticamente que se ha aprovechado de la discriminación. También ha creado un pequeño número de hombres de negocios chinos e indios que se han beneficiado vía los contactos que han establecido con esa élite. Y, finalmente, ha creado muchísimo resentimiento en el 35% de la población que no es malaya.
La lógica dice que una política que no ha funcionado en 40 años, no lo hará mejor en el cuadragésimo primero. Najib Razak lo entendió así y lanzó la política 1Malasia para fomentar la armonía étnica. Asimismo lanzó el Nuevo Modelo Económico. Ambas iniciativas apuntaban a la reducción y eventual supresión de la discriminación positiva a favor de los malayos.
Najib Razak ha aprendido a su pesar la de intereses creados que puede generar una política que se ha mantenido durante 40 años. Le llovieron capones desde Perkasa, un grupo supremacista malayo creado en 2008, que cada vez tiene más predicamento. Más grave fueron los capones que le cayeron desde su propio partido. Tanto los miembros del UMNO que se han beneficiado de la discriminación positiva como los que no, temen que su supresión les haría perder muchos votos en las elecciones de 2012 entre el electorado malayo y, después de lo ocurrido en 2008, el Barisan Nasional no está para muchas derrotas electorales. Mientras que eso ocurre en el seno del UMNO, los partidos no-malayos del Barisan Nasional no paran de tirar piedras contra una discriminación que perjudica a su electorado. Sospecho que a estas alturas Najib Razak debe de estar más que arrepentido de haber sacudido ese avispero.
Otro avispero que ha ido bandeando como ha podido es el religioso. La Constitución de Malasia, que se elaboró en 1957, refleja el incómodo malabarismo que se hizo en lo religioso para satisfacer a los malayos sin inquietar a los no malayos. El artículo 3 establece que el Islam es la religión de la Federación, pero que las demás religiones se podrán practicar sin impedimentos. La libertad religiosa tiene una importante limitación en el artículo 11: está prohibido hacer proselitismo entre los musulmanes. En cambio a los no-musulmanes se les puede hacer todo el proselitismo que se quiera. El artículo 160 define quién puede ser considerado como perteneciente a la etnia malaya. Uno de los rasgos definidores del ser malayo es el profesar la religión musulmana. Si un malayo apostata del Islam (cuestión harto compleja), pierde automáticamente su condición de miembro de la etnia malaya y los privilegios que otorga a esta etnia la Política de Desarrollo Nacional. La Constitución está claramente sesgada del lado musulmán y crea una situación tal que un deslizamiento hacia un Estado islámico es perfectamente posible. De hecho es lo que ha empezado a ocurrir.
Durante su largo mandato (eterno se les hizo a algunos), el Primer Ministro Mahathir adoptó una política islamizadora. Sus objetivos eran: 1) Que los malayos tuvieran un elemento identitario fuerte, que les ayudara en su ascenso social frente a las minorías china e india; 2) Dotarse de un elemento legitimador, al tiempo que impedía que el opositor PAS pudiera esgrimir el argumento del Islam en contra suya; 3) Como factor de aproximación a los países musulmanes, uno de los ejes de su política exterior. Esto lo defendía Mahathir desde la óptica de que el Islam es una fuerza modernizadora y progresista. Pero una cosa es lo que sueñan los políticos y otra lo que les imponen los ulemas.
El movimiento islamizador en estas décadas ha adquirido vida propia, más allá de lo que Mahathir hubiera podido soñar. Los estados gobernados por el PAS tratan de extender la aplicación de la sharya todo lo que pueden y algunos ya están asomando la patita de que también querrían introducir el “hudud”, la ley penal islámica (sí, la que habla de amputarle la mano al ladrón y otras lindezas). La policía religiosa se ha vuelto más entrometida. La presión para que las mujeres se vistan de manera que sólo se les vean la cara y las manos está creciendo y en Kelantan esta obligación se ha convertido en ley para las malayas. Y para que las no-malayas no se regocijen demasiado, a ellas se las puede multar si se visten de manera sexy o indecente. Con todo esto, inevitablemente el resentimiento de los no-musulmanes, que suelen ser los chinos e indios que andan rebotados por su discriminación socioeconómica, ha aumentado y los choques en los que lo étnico y lo religioso se entremezclan han menudeado en los últimos años.
El problema está ahí, aunque es dudoso que Najib Razak lo quiera atacar. Bastante tiene con lo que tiene y tampoco se trata de que el PAS le acuse de enemigo del Islam y le quite votos.
Lo interesante es que un país que parece que en lo social, lo étnico y lo religioso parece que va cuesta abajo, en lo económico lo está haciendo muy bien. Es la 28ª economía mundial. En treinta años ha multiplicado su PIB por trece. Fue el primer país que salió de la crisis asiática de 1997, gracias a que le hizo una higa al FMI. En los últimos años ha crecido a un ritmo de entre el 5 y el 7% anual. En fin que un país así y con tanto potencial se merece otro modelo sociopolítico. O tal vez simplemente se merezca otros políticos.

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