Revista Psicología

¡Maldito Whatsapp!

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

Mi experiencia como Terapeuta Gestalt me ha llevado a la conclusión de que cada vez son más frecuentes las rupturas afectivas como consecuencia del abuso de plataformas virtuales como el Whatsapp u otras formas de comunicación interpersonal a través de mensajes en las redes sociales.

Maldito Whatsapp

¿Por qué ¡Maldito Whatsapp!?

Antes de adentrarme en materia, quisiera matizar que los habituales intercambios de textos a través de Internet distan mucho de la verdadera comunicación interpersonal, un proceso interactivo por el que se transmite un mensaje (ideas, actitudes, sentimientos, emociones) desde un individuo (emisor) a un otro (receptor), utilizando estímulos tanto verbales como gestuales.

Aunque a lo largo de este artículo se mencionará con frecuencia el Whatsapp, justo es matizar que muchos de los problemas que esta plataforma genera también se dan en Facebook o Twitter, unas redes sociales que, en su conjunto, configuran un nuevo modo de comunicarse que para muchos acaba siendo la única forma de construir sus relaciones interpersonales, incluso las afectivas, al sustituir la tradicional comunicación cara a cara por la pantalla de un teléfono móvil.

Es así como gracias, o por culpa de la tecnología, millones de personas mantienen sus relaciones, retoman otras o inician nuevos contactos de amistad —un concepto que han devaluado las redes sociales– con perfectos desconocidos con quienes crean lazos afectivos y comparten su privacidad.

El Whatsapp

El Whatsapp es una aplicación de mensajería instantánea utilizada a través de los modernos smartphones, o teléfonos inteligentes, que desde su nacimiento en 2009 ha aumentando exponencialmente el número de usuarios hasta alcanzar los casi mil millones en septiembre de 2015, un éxito debido a la casi gratuidad del servicio que el Whatsapp ofrece frente a las caras mensajerías por SMS y la posibilidad de una comunicación inmediata y sin límite de texto (incluido el intercambio de fotos, videos y documentos) no solo entre dos personas sino a través de grupos seleccionados por afinidades, parentesco, etc.

En los últimos años se constata un detrimento de las conversaciones y los encuentros presenciales al proliferar los chats de Whatsapp, los mensajes privados de Facebook o cualquier otro modo virtual de mantener unas relaciones que tienden a degradarse por la ausencia del calor humano, la gestualidad o el valor que la entonación le confiere a las palabras, unos elementos fundamentales de la comunicación que nunca suplirán los populares emoticonos por más que estas secuencias de caracteres estén diseñadas para expresar emociones y enfatizar en la intencionalidad que el usuario pretende conferir a una expresión escrita.

Es un hecho que no todo es dañino o negativo en estos modernos modos de comunicación (son muchas las ventajas que aportan a nivel personal y laboral sobre todo en personas aisladas geográficamente o imposibilitadas para comunicarse normalmente por sus limitaciones psicológicas), no obstante el objetivo de este artículo no es enfatizar en los aspectos favorables de la comunicación online sino advertir de sus repercusiones perjudiciales.

Efectos nocivos de la comunicación por Whatsapp

Una de las principales consecuencias negativas del mal uso de las redes sociales es la adicción por abuso del Whatsapp u otras formas de mensajería informática, un enganche que ocasiona comportamientos de tipo obsesivo-compulsivos que merman la atención a los quehaceres laborales, sociales y familiares, abocando a un aislamiento del mundo real por un ansia de estar siempre conectado e informado y a su vez ofreciendo información de todo lo que acontece en las vidas de quienes sufren este trastorno.

Los afectados por esta adicción van creando una dependencia del teléfono móvil (nomofobia) y un acostumbramiento a crear nuevas amistades, nexos afectivos e incluso relaciones sentimentales a través de vínculos virtuales que atrofian las habilidades de comunicación adquiridas por el individuo a lo largo de su vida. Es así como muchos se van habituando (por pereza, por comodidad, por miedo o vergüenza a afrontar el cara a cara en ciertas relaciones) a enviar mensajes y a mantener conversaciones a través de pantallas en lugar de hacerlo cara a cara.

Es así como se van deteriorando unas relaciones, a veces muy directas, al disminuir la frecuentación de los contactos y relegar el saber del otro a escuetos mensajes de texto. Al mismo tiempo, quienes sucumben a éstas prácticas tienden a integrarse en grupos o foros con perfectos desconocidos, con quienes acaban citándose en un lugar público para conocerse en persona e iniciar una relación que, las más de las veces, sólo sirve para alimentar el ego y la fingida personalidad que cada cual ha creado de si mismo para satisfacer sus deseos y ser aceptados por los demás. Es obvio que a corto o medio plazo, estas relaciones están abocadas al fracaso, agravándose un problema de soledad ya que las amistades surgidas en estas redes, van precedidas del descuido o abandono de las que previamente se tenían en el mundo real.

Son frecuentes las quejas de los pacientes del deterioro de sus relaciones familiares por culpa de los populares grupos de Whatsapp, una especie de microclubs de empalagosa camaradería –cuya pertenencia viene a veces impuesta por las circunstancias– en la que los miembros se sienten atosigados y acaban viéndose forzados a dar un parte casi diario de sus actividades hasta que llega el hartazgo y el deterioro de las relaciones por exceso de roce. Sucede también con frecuencia que por una falsa percepción de inocuidad al dejarse llevar por un impulso y teclear en el teléfono móvil, se pueden hacer comentarios con ligereza que otros interpretan como provocaciones que acaban generando disputas (¡Maldito WhatsApp!, me decía no hace mucho una paciente).

También he percibido en mi práctica como Terapeuta Gestalt, como en las relaciones amorosas surgen graves problemas cuando se relega a las redes sociales una comunicación que debería ser más real y menos virtual, circunstancia que conduce a un detrimento emocional que puede hacer tambalear los cimiento de los vínculos afectivos. Es igualmente frecuente que la proclividad al coqueteo al que predispone la impersonalidad las relaciones virtuales (en las que las desinhibiciones afloran con facilidad) derive en situaciones difíciles (muchas veces desencadenadas por un narcisismo latente) que crean situaciones de celos derivados del mal uso de estos medios.

Un reciente estudio de la Academia Americana de Abogados Matrimoniales (American Academy of Matrimonial Lawyers®) cuantifica en un 80% los casos de divorcios que se ven influenciados negativamente por incidentes relacionados con las redes sociales, e informa de que Facebook es la fuente principal de pruebas del 20% todos los divorcios tramitados en los Estados Unidos.

Conclusiones

Casi sin darnos cuenta hemos ido introduciendo a las redes sociales en nuestras rutinas hasta el extremo de convertirlas en un elemento propagador de todo cuanto nos sucede, así como también en una válvula de escape que exterioriza nuestro estado de ánimo cada vez que nos sentimos alegres y eufóricos o bien molestos o tristes. Para muchas personalidades propensas al histrionismo narcisista, las redes sociales funcionan como una plataforma de desahogo cada vez que se sufre un ataque de ira asociado al deseo de darlo a conocer a los amigos virtuales, sin ser consciente quien así actúa que está propagando su privacidad, convirtiéndose en vulnerable y exponiéndose a malos entendidos que acaban distorsionando la realidad a través de los twets y mensajes que envía o recibe. Todo ello genera un bucle de conflictos encadenados.

Las redes sociales se han convertido en un elemento imprescindible para que los humanos nos comuniquemos, olvidando que la comunicación interpersonal va más allá de la frialdad de un teclado, de una pantalla, de unos textos cada vez más abreviados y de unos sentimientos y emociones que jamás se podrán expresar con emoticonos. No nos llevemos a engaño, pues por muy inteligentes que nos consideremos, el lenguaje informático sólo nos permitirá decodificar una parte del mensaje que la otra persona nos transmita, y sólo lo lograremos de un modo aproximado e intuitivo que nunca será tan fiable como el que posibilita una comunicación interpersonal.

Es por ello que para mantener y mejorar nuestras relaciones, sobre todo en lo que a emociones y sentimientos respecta, deberemos esforzarnos para utilizar racionalmente los nuevos lenguajes on line y que estos no nos hagan perder las habilidades de relación adquiridas en el intercambio de experiencias propio de la comunicación interpersonal.


Clotilde Sarrrió – Terapia Gestalt Valencia

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Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España


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