Hola Muyayo
Manuel Melián Betancourt, más conocido como Mamé El Bobo, fue un pollaboba y arretranco canario que vivia en La playa de Las Canteras de Gran Canaria. Una isla situada en Las Islas Canarias, que según el mapa meteorológico del Telediario está entre Baleares y Argelia.En su juventud fue un puntal de lucha canaria, pero una fuerte adicción a las rayas de gofio destruyó su vida y su cerebro.
Fue tal emboste que cogió, que desde entonces se paseaba por Las Canteras en taparrabos que, en no pocas ocasiones dejaba su chibichanga a la vista.
Se le solía ver por el paseo de Las Canteras saludando a los godos con acento cubano. Pilló fama sobretodo por los reporteros de los noticiarios canarios que siempre lo buscaban a él para comentar sucesos de la isla.
Para ganarse unas perras solía ir andando de su casa al aeropuerto para dar la bienvenida a los que llegaban de la península.
También Solía estar muy aplatanado. Tardaba una hora en ir a comprar el pan y eso que estaba al lado de su casa.
Para ir al aeropuerto pues haga usted cuentas. Más o menos 9 años y 15 días.
Solía saludar a los godos con su característico "Muyayo".
Se libró en muchas ocasiones, por el pelo de media hora, de doce buenas cachetadas por parte de las autoridades portuarias por machango. Lo mandaban diariamente a mudarse, se iba al choso pero volvía tiempo después.
Un día llegó al aeropuerto y le impidieron la entrada bajo amenaza de enriscarlo en el barranco más profundo, así que buscó otra forma de ganarse la vida.
Estuvo un tiempo bajando pabajo y subiendo parriba hasta que decidió hacerse un emprendedor.
Primero puso un puesto de escobas en la plaza. Luego puso un puesto de perdices en la Vega de San Mateo.
Se hizo agricultor y vestido de vampiro condujo un tractor porque le dijeron que sembrara el pánico.
Al final se montó un negocio de mudanzas con su hermano gemelo. Éste llevaba los armarios y él se metía dentro sujetando las perchas.
Ante una vida de desgracias y burlas se quiso suicidar, pero por error suicidó a su hermano gemelo.
Finalmente murió desbarráncandose por un barranco, queriendo ver un eclipse de cerca.
Según cuenta la leyenda, su espíritu se le aparece en sueños a los godos y les saluda con su peculiar Muyayo. Y esa es la única manera posible que un peninsular haya oido esa expresión de un canario.