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“Mandarinas”, el filme que merecía el Oscar

Publicado el 03 mayo 2015 por Amendiz @alfonso_mendiz
“Mandarinas”, el filme que merecía el OscarAl final se lo llevó “Ida”, la multipremiada cinta polaca de Pawel Pawlikowski. Me refiero al Oscar al mejor film de habla no inglesa, al que también aspiraba “Mandarinas” (Mandariinid, 2013), una producción escrita y dirigida por el estonio Zaza Urushadze que se estrenó en España el viernes 30 de abril.
Si “Ida” es cine mayúsculo, con una soberbia fotografía en blanco y negro, “Mandarinas” me parece una película aún más valiosa, de mayor alcance, a pesar de su aparente modestia. Su línea argumental es sencilla, pero los diálogos y –sobre todo– la actitud del personaje principal, provocan en el espectador una honda reflexión sobre el sinsentido de la guerra y, en general, sobre el de cualquier conflicto que degenere en violencia.
“Mandarinas”, el filme que merecía el OscarPara que el lector se haga cargo de la historia que narra, conviene recordar que, tras la disolución de la URSS, Georgia declaró su independencia en 1991 y consideraba a Abjasia como república autónoma perteneciente a su país. Sin embargo, Rusia defendía la condición de Abjasia como estado independiente. El conflicto de intereses derivó en la guerra abjasio-georgiana de 1992, momento en el que se sitúa la acción de “Mandarinas”, que comienza con la inserción del siguiente texto: “En la segunda mitad del siglo XIX, en Abjasia se establecieron aldeas estonias. La guerra abjasio-georgiana, que comenzó en 1992, alteró la apacible vida de los habitantes estonios. La mayoría de ellos decidió regresar a su patria histórica. Sus aldeas quedaron vacías. Sólo unos pocos permanecieron”.

Ivo (Lembit Ulfsak) es uno de esos estonios que decidió quedarse. Ebanista y hombre de una calma proverbial, le vemos fabricar cajas de madera para ayudar a su amigo y vecino Margus (Elmo Nüganena), que ha resuelto regresar a Estonia después de recoger y vender la cosecha de mandarinas de su finca. Pero sus casas se encuentran en medio de la contienda, y en una escaramuza bélica resultan heridos un checheno musulmán pro ruso y un georgiano de religión cristiana. Ivo se convierte así, involuntaria pero concienzudamente, en el buen samaritano que debe sanar las heridas de los cuerpos y –principalmente– de las almas de esos dos “enemigos íntimos”. Su austera casa será el improvisado hospital donde Ivo, como sabio alquimista, elaborará con sus hábiles manos las “pócimas” curativas. Sus serenas y firmes palabras harán el resto.
“Mandarinas”, el filme que merecía el OscarPor lo escrito hasta ahora podría dar la impresión de que “Mandarinas” es una película algo plana, pero nada más lejos de la realidad. El ritmo es intencionadamente reposado, pero contiene algunas impactantes escenas de acción y está recorrida por una notable tensión interna que engancha al espectador sin manipularlo. Por lo demás, el guión nos regala algunos diálogos memorables y nos desvela al final los motivos del comportamiento de Ivo.
Urushadze filma con solvencia y dirige muy bien a sus actores. En este sentido, buena parte de la credibilidad del film hay que adjudicársela a la interpretación del veterano Lembit Ulfsak, de una naturalidad apabullante y que puede traer a la memoria la de Richard Farnsworth en “Una historia verdadera” (David Lynch, 1999).
Mandarinas” no es sólo un gran alegato contra la guerra, como también lo fue la oscarizada “En tierra de nadie” (2001), del bosnio Danis Tanovic, Aunque ambas películas tienen algún punto de similitud, estamos ante una obra más profunda e imperecedera. En las dos hay tragedia, como es inevitable cuando surge una guerra, pero “Mandarinas” no sólo es una llamada a la paz y al desarme, sino también al respeto, a la comprensión, a la necesidad de perdonar, a la esperanza… Una esperanza a la que da alas la evocadora canción del compositor georgiano Irakli Charkviani que suena en la última escena y que se puede escuchar aquí:

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