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Manuel Castells: Las insurrecciones árabes que Internet ha inducido y facilitado

Publicado el 26 febrero 2011 por Manuelgross

Manuel Gross

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Entrevista con Manuel Castells

Por Jordi Rovira

Universitat Oberta de Catalunya   

«Las insurrecciones populares en el mundo árabe son tal vez la transformación más importante que internet ha inducido y facilitado»

Los medios de comunicación llevan semanas centrando su atención primero en Túnez y después en Egipto. Las insurrecciones populares que siguieron a la inmolación del joven tunecino Mohamed Bouazizi acabaron en pocos días con la dictadura de Ben Ali y, como si de una hilera de fichas de dominó se tratara, con la presidencia de Hosni Mubarak, y han abierto un proceso democrático en ambos países.

Los manifestantes también salieron a la calle en Yemen, Argelia y Jordania. Está claro, pues, que el mundo árabe se está levantando para pedir mayores cotas de libertad a sus respectivos regímenes. En todo este proceso juegan un papel primordial, clave, las nuevas tecnologías, en especial las redes sociales, que permiten superar la censura imperante.

Ante estos hechos históricos, Manuel Castells, catedrático de Sociología y director del Internet Interdisciplinary Institute de la Universitat Oberta de Catalunya, reflexiona sobre lo que está ocurriendo y da claves para entender un movimiento ciudadano que saca el máximo partido de los nuevos canales de comunicación que tiene a su alcance.

Los movimientos sociales espontáneos en Túnez y Egipto han cogido desprevenidos a los analistas políticos. Como sociólogo y experto en comunicación, ¿le ha sorprendido la capacidad de la sociedad-red de estos dos países a la hora de movilizarse?

La verdad es que no. En mi libro Comunicación y poder dedico bastantes páginas a explicar, sobre una base empírica, cómo la transformación de las tecnologías de la comunicación crea nuevas posibilidades para la autoorganización y la automovilización de la sociedad, superando las barreras de censura y represión impuestas por el Estado. Claro que la cuestión no depende de la tecnología. Internet es una condición necesaria pero no suficiente. Las raíces de la rebelión están en la explotación, la opresión y la humillación. Pero la posibilidad de rebelarse sin ser aplastado de inmediato depende de la densidad y la rapidez de la movilización, y esto se relaciona con la capacidad creada por las tecnologías de lo que he conceptualizado como autocomunicación de masas.

¿Podríamos considerar estas insurrecciones populares un nuevo punto de inflexión en la historia y evolución de internet, o bien tendríamos que analizarlas como una consecuencia lógica, aunque de gran calado, de la implantación de la red en el mundo?

Estas insurrecciones populares en el mundo árabe son un punto de inflexión en la historia social y política de la humanidad. Y tal vez la más importante de las muchas transformaciones que internet ha inducido y facilitado, en todos los ámbitos de la vida, la sociedad, la economía y la cultura. Y estamos sólo al principio, porque el movimiento se acelera, aunque internet sea una vieja tecnología, desplegada por primera vez en 1969.

La juventud egipcia ha desempeñado un papel clave en las insurrecciones populares gracias al uso de las nuevas tecnologías. Sin embargo, según los cálculos de Issandr el Amrani, analista político independiente de El Cairo, sólo una cuarta parte de la población egipcia dispone de acceso a internet. ¿Cree que esta situación puede crear en estos países una brecha –usando sus propias palabras, entre conectados y desconectados– todavía mayor que la que se da en los países desarrollados?

El dato ya es antiguo. Hay un cuarenta por ciento de egipcios mayores de dieciséis años conectados a internet, si se toman en cuenta no sólo los hogares, sino también los cibercafés y los centros de estudio, según un trabajo reciente de 2010 de la empresa de información Ovum, y entre los jóvenes urbanos las tasas llegan al setenta por ciento. Además, según datos de hace poco, el ochenta por ciento de la población adulta urbana está conectada por móvil.

Y en cualquier caso, en un país de ochenta millones de habitantes, incluso una cuarta parte (entre los jóvenes urbanos la proporción es el doble), según las fuentes más antiguas, implica que haya millones de personas en la calle. No se ha manifestado todo Egipto, pero sí los suficientes ciudadanos como para que se sintieran unidos y pudieran derrocar al dictador. La historia de la brecha digital en términos de acceso es vieja, falsa hoy en día, y aburrida, pues parte de una predisposición ideológica, entre los intelectuales, a minimizar la importancia de internet.

Hay dos mil millones de usuarios de internet en el planeta, y cuatro millones ochocientos mil abonados de móviles. Los pobres también tienen móviles y, aunque menos, tienen formas de acceso a internet. La verdadera diferencia se da en el ancho de banda y en la calidad de la conexión, pero no en el acceso, que está difundiéndose con mayor rapidez que ninguna otra tecnología en la historia.

Sería una ingenuidad pensar que, ante los acontecimientos de las últimas semanas, las personas que tienen el poder se quedarán de brazos cruzados. Nicholas Thompson, experto en medios sociales, escribía en The New Yorker que «en Irán, claramente el Gobierno tuvo cierto éxito usando internet para reducir el paso de la Revolución verde. En Túnez, el Gobierno pirateó la contraseña de casi todos los usuarios de Facebook en el país. Si Ben Ali no hubiera caído tan rápido, esa información habría sido muy útil». ¿Hasta qué punto el poder tiene las herramientas necesarias para sofocar las insurrecciones promovidas desde la red?

No las tiene. En Egipto incluso intentaron desconectar del todo la red y no lo consiguieron. Hubo mil formas, incluyendo conexiones fijas de teléfono a números en el extranjero que transformaban automáticamente los mensajes en envíos a twitters y fax en Egipto. Y el costo económico y funcional de la desconexión de internet es tan alto que se tuvo que restaurar muy rápidamente. Hoy en día, un apagón de la red es como uno eléctrico.

Ben Ali no cayó tan rápido, hubo un mes de manifestaciones y masacres. Y en Irán no se pudo cerrar internet y las manifestaciones estuvieron siempre comunicadas y con sus vídeos en YouTube. La diferencia es que ahí, políticamente, el régimen tuvo fuerza para reprimir salvajemente sin que se dividiera el ejército. Pero las semillas de la rebelión están ahí y los jóvenes iraníes (el setenta por ciento de la población) están ahora masivamente contra el régimen. Es cuestión de tiempo.

La movilización popular a través de medios digitales ha creado en Egipto héroes de corte cibernético como Wael Ghonim, el joven ejecutivo de Google. Históricamente los líderes de las insurrecciones lideraban movimientos políticos y sociales de base que posteriormente tenían un papel clave en el futuro político, como fue el caso de Daniel Cohn-Bendit en Francia o Lech Walesa en Polonia, por poner dos ejemplos. Sin embargo, ahora nos encontramos ante personas con importantes conocimientos tecnológicos, pero, a menudo, con poco bagaje político. ¿Qué papel cree que pueden desempeñar estos nuevos líderes en el futuro de sus países?

Lo importante de las «wikirrevoluciones» (las que se autogeneran y se autoorganizan) es que los liderazgos no cuentan, son puros símbolos. Pero estos símbolos no mandan nada, nadie los obedecería y ellos tampoco lo intentarían. Puede ser que luego, una vez ya institucionalizada la revolución, se coopte a algunas de estas personas como símbolos del cambio, aunque dudo mucho que Ghonim quiera ser político.

Cohn Bendit era lo mismo, un símbolo, no un líder. Fue estudiante y amigo mío en el 68, y él era un autentico anarquista: rechazaba la decisión de los líderes y utilizaba su carisma (el primero en ser reprimido) para ayudar a la movilización espontánea. Walesa fue distinto, un vaticanista de aparato sindical, por eso se hizo político rápidamente. Cohn Bendit tardó mucho más y, aun así, es fundamentalmente un verde que todavía, ya en su vejez, mantiene valores de respeto a los orígenes de los movimientos sociales.

Desde hace años, algunos movimientos fundamentalistas islámicos aprovechan las nuevas tecnologías para promover sus causas. Los Hermanos Musulmanes, que el pasado año lanzaron su propia Wikipedia (Ikhwan Wiki), recordaron que islamistas de todo signo «han sacado el máximo partido de internet a pesar de los esfuerzos de sus adversarios». Esta organización, que puede ser la máxima beneficiada de una futura contienda electoral y que aglutina a muchas personas que apuestan por la aplicación íntegra de la ley islámica, levanta recelos en muchos de los jóvenes formados que han promovido esta insurrección mediante las nuevas tecnologías. ¿Qué le dice esta paradoja?

Quien no utiliza internet hoy en día para sus proyectos está desfasado, con excepción de respetables ecofundamentalistas que escriben a la luz de una vela (generalmente con ordenador alimentado por energía solar). Por tanto, los islamistas, e incluso los terroristas, también lo hacen. Pero eso no quiere decir que ganen las elecciones. Para empezar han sido marginales en los movimientos sociales recientes. Y el porcentaje de previsión de votos en unas elecciones libres no supera el veinte por ciento en ninguna encuesta. Puede ser que por organización y tradición tengan peso, pero, desde luego, no representan a la inmensa mayoría de un movimiento esencialmente joven y que lucha por la libertad. Han sido utilizados por el régimen para asustar al mundo y a Estados Unidos.

Me recuerda un poco a cuando Franco empleaba tanto el miedo al comunismo que todo el mundo pensaba que los comunistas tendrían un gran éxito en unas elecciones, y luego el PCE no paso del diez por ciento de los votos, aunque en Cataluña el PSUC tuvo mucho más apoyo por un breve lapso de tiempo. Ahora bien, si los militares no cumplen sus promesas, si no hay elecciones libres, si no se da respuesta a las reivindicaciones de las importantísimas luchas obreras que se desarrollan en Egipto, si se llega a la violencia contra la gente, en esa situación radicalizada puede haber resistencia armada islamista, pero no de los aburguesados Hermanos Musulmanes.

Los medios de comunicación internacionales –a los que el régimen egipcio ha intentado censurar e incluso a cuyos miembros ha atacado físicamente– junto con los ciudadanos egipcios que usaban los medios digitales han permitido superar las trabas de la censura informativa. Meses atrás, Wikileaks obtuvo el máximo rédito a sus filtraciones cuando se unió a rotativos de prestigio que editaron la ingente cantidad de información de que disponía esta web. ¿Esta alianza entre medios de comunicación convencionales y nuevas tecnologías es el camino que seguir en el futuro para lidiar con éxito los grandes retos?

Los grandes medios de comunicación no tienen elección. O se alían con internet y con el periodismo ciudadano, o se irán convirtiendo en marginales y económicamente insostenibles. Pero, hoy por hoy, esa alianza es decisiva para el cambio social. Sin Al Yazira no hubiese habido revolución en Túnez.

En su artículo de La Vanguardia titulado «Comunicación y revolución» del 5 de febrero usted acababa recordando que China había prohibido en internet la palabra Egipto. ¿Cree que existen las condiciones para que en el gigante asiático se pueda dar un movimiento popular parecido al que está azotando al mundo árabe?

No, porque el setenta y dos por ciento de los chinos apoyan a su gobierno, pues la clase media urbana y, sobre todo, los jóvenes están muy ocupados haciéndose ricos, y los problemas de campesinos y obreros, los verdaderos problemas sociales de China, les quedan muy lejos. El Gobierno se cura demasiado en salud, en exceso, porque al censurar por sistema antagoniza a mucha gente que no está realmente en contra. La democracia en China, hoy por hoy, no es un problema para la mayoría de la gente, a diferencia de lo que pasaba en Túnez y en Egipto.

Lo ocurrido en estos dos países es una muestra más de la incorporación a nuestro día a día de nuevas formas de comunicación, como los SMS, blogs, podcasts, RSS, wikis, Twitter o Facebook, que ha dado a luz a lo que usted ha denominado «autocomunicación de masas», resultado del desarrollo de la web. ¿Este nuevo tipo de comunicación, globalizada, atomizada y que se nutre de la aportación de millones de usuarios, puede llegar a cambiar nuestra manera de entender la comunicación interpersonal o sólo es una potente herramienta más a nuestra disposición?

Ya la ha cambiado. Nadie que esté diariamente en las redes sociales (y este es el caso de setecientos de los mil doscientos millones de usuarios de redes sociales) sigue siendo la misma persona. Pero es una interacción en línea / fuera de línea, no un mundo virtual esotérico. Cómo ha cambiado, cómo cambia cada día, esta nueva comunicación es una cuestión que se debe responder mediante una investigación académica, no a través de cotilleos de tertulianos. Y en eso estamos, y por eso emprendimos el Proyecto Internet Cataluña en la UOC.

El pasado diciembre el Ministerio del Interior alemán anunció la creación de un centro de defensa de guerra cibernética para repeler los ataques de espionaje, mientras que en Tallin (Estonia), en un laboratorio ultrasecreto de la OTAN, los mejores especialistas en informática tratan de prever la evolución de los conflictos en un mundo cada vez más dependiente de internet. Teniendo en cuenta esto, y visto lo ocurrido en el mundo árabe estos días, ¿podemos decir que los ciberataques serán la guerra del futuro?

En realidad son la guerra del presente. Estados Unidos considera prioritaria la ciberguerra. Han destinado un presupuesto diez veces mayor a esta cuestión que el de todos los demás países juntos. En España, las fuerzas armadas también están equipándose rápidamente en el mismo sentido. Internet es el espacio del poder y de la felicidad, de la paz y de la guerra. Es el espacio social de nuestro mundo, un lugar híbrido construido en la interfaz entre la experiencia directa y la mediada por la comunicación, y, sobre todo, por la comunicación en internet.

Febrero de 2011 / Por Jordi Rovira

Perfil:

  • Sociólogo, economista y experto en comunicación.
  • Catedrático de Sociología y director del Internet Interdisciplinary Institute (IN3) de la Universitat Oberta de Catalunya en Barcelona.
  • Catedrático emérito de Sociología y de planificación urbana y regional de la Universidad de California, Berkeley.
  • Profesor y titular de la cátedra de Wallis Annenberg de Tecnología de comunicación y sociedad en la Universidad del Sur de California, Los Ángeles.
  • Académico de la Real Academia Española de Ciencias Económicas, de la Academia Británica, de la Academia de Ciencias Políticas y Sociales de Estados Unidos, de la Academia Mexicana de Ciencias y de la Academia Europea.
  • Miembro del comité directivo del Instituto Europeo de Innovación y Tecnología (EIT).
  • Ha publicado veinticinco libros, incluida la trilogía La era de la información: cultura, economía y sociedad.
  • Su última obra es Comunicación y poder (2009). Está editada en inglés, castellano, catalán, italiano, portugués y chino; actualmente se está traduciendo al árabe.

Enlaces relacionados

  • Web Manuel Castells
  • «Comunicació i poder» (Editorial UOC)

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Fuente: UOC Universitat Oberta de Catalunya  

Imagen: Arabic revolutions  


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