La he visto hace un tiempo pero puesto que no cejan los aviesos ataques de detractores y críticos creo que quedará zanjado sin titubeo el litigio en cuanto yo (quiero decir: Yo) diga que es cojonuda y punto.
Algo que me ha pillado por sorpresa y que sin embargo era previsible, es la irrupción de una novedosa e inédita ola de inquina y corrosión contra la Coixet (que no sólo contra su película).
La mujer, una freak y una outsider descomunal que se ha dedicado a hacer un cine genéticamente independiente (la gente joven con los calzoncillos por fuera lo llama “indi”) y que para más indi lo rueda en lenguas bárbaras y en sitios tan remotos y exóticos como una autocaravana yanki, una plataforma petrolífera o la isla del Japón.
Los actores, la trama, la sinceridad de los conflictos y lo sanguíneo de los sentimientos caracterizan un cine de factura tan original como impecable. Parecía difícil que le llovieran tortas por “progue, guay, cinespañola, social, guerracivilista etc” porque nada menos tópico y localista que ella, así que en mi atribulada cabeza estaba fuera de la lista de directores/actores en peligro constante de tomatazo (el animal icónico en esto es Bardem, qué duda cabe; en la lista le acompañarían Almodóvar, Fernando León, Medem, etc etc). El caso es que a la gafotas le ha llegado el turno: ya tiene su dosis de inquina nacional (Fernando Fernán Gómez dice que a esto tan nuestro no se le puede llamar envidia, porque para eso habría que desear lo del otro, o sea estar dispuesto a escribir El Quijote o rodar como la Coixet, aquí en La Península se estila más la joda por el éxito ajeno pero sin ánimo de imitar/ponerse a currar).
También oigo/leo que este Mapa es otra más de Coixet. Ni de coña: el referente estético más reconocible de la peli es ni más ni menos que el sensei Wor Kan Wai y por primera vez, siendo sus personajes lógicamente arrabalarios, escorados, raros y autodestructivos, no hay dolor a manos llenas, ni bilis negra, ni ninguna otra peste bíblica que destruya al espectador de pena y desgracia en su sillón. Dentro del mundo Coixet diría incluso que se trata de una película casi colorista, animada, vitalista y feliz (vean a ese disfrutón que lleva dentro el personaje de Sergi López). Sospecho con satisfacción que la Coixet, en esta ocasión, está feliz.
Rarísimo lector, si no has visto la película y tienes a bien leer una sinopsis te echarás las manos a la cabeza y temblarás de miedo ante la posible desgracia que se cierne sobre tu butaca de cine. No creo que ningún otro director español fuera capaz de resolver semejante delirio sin un cacharrazo descomunal. Y sin embargo en la película nada en absoluto chirría y Sergi López está tan contundente, tan inquietante, tan solvente, tan personal, tan exótico y tan ibérico (como un pastor de cerdos leridano) como siempre, y en esta ocasión susurrando y follando (gordolocomo está el angelito) en inglés y japonés. Sólo él ya vale un ticket, pero además le acompaña la japonesa de Babel, impagable en su sofisticación hampona-geisha, está la maravillosa banda sonora y el definitivo espolvoreado de delicuescente lirismo que aporta el personaje dedicado a registrar los sonidos del mundo-alrededor y que hace de viejo misterioso y seductor contrapunto de la heroína.
Esto de la acústica es una parcela emergente desde hace tiempo en el arte contemporáneo (creo que le acaba de tocar al Reina Sofía de Madrid) y han crecido como setas en la red páginas dedicadas a éste sutil asunto, era lógico que alguien lo traspasara al medio audiovisual por excelencia que es el cine (véase esta delicia que podría llamarse El mapa de los sonidos de Galicia www.escoitar.org)
Sé que a muchos espectadores no les ha gustado, creo que sobre todo a los que buscaban que alguien detuviera a la asesina o que se resolviese el caso del asunto del suceso del móvil del crimen del homicidio y el rollo ese, quizás quienes se preguntaban en In the mood for love que dónde se conocieron esos chicos tan románticos o qué vio él en ella.
Para colores los gustos.
Para todos los demás, como para un servidor, puede que sea una deliciosa joyita japonesa creada por la exquisita orfebre Coixet.
ARM
(La señorita Noceloni no opina igual, y si de alguien tuviera que fiarme… )