"Si todavía es tan guapa, pese a sus cabellos blancos y a tantos años vividos, es porque a través de sus ojos, de su rostro, de su cuerpo, se transparentan todos esos instantes de luz y de belleza..." Andrei Makine
Me gusta el maquillaje, los stands de las tiendas, con sus coloridos despliegues, me recuerdan a una tienda de golosinas, aunque algunos tienen más precio de joyería y piedras preciosas.
Me entretiene probar productos, ensayar tal o cual técnica, maquillarse tiene algo de juego y también de momento para mimarse. Dada la infinidad de vídeos en internet sobre el tema, no debo de ser la única que opina así. El problema es que, en general, son vídeos muy similares, con los mismos tonos, los mismos productos y las mismas técnicas. La excepción serían los de maquillaje artístico, para disfraces (Halloween) y efectos especiales. Me choca tanta uniformidad, considero que las mismas pautas no favorecen a todo el mundo, pasa como con la moda, por muy bonito que le quede a la modelo, el efecto en cada uno es otra historia. Quizás la mejor manera de hacer esta entrada, y cualquiera de las del apartado Grumpy but gorgeous, sería filmando un tutorial, pero no es mi estilo, esto es un blog, no un vlog.
Realzar los rasgos propios conlleva aprendizaje y experimentación hasta acertar y, a partir de ahí, es bastante sencillo, para salir de casa con un aspecto presentable no se necesitan dos horas de explicaciones. No hay que ser Caravaggio para aplicar sombras, de hecho en los ojos europeos no veo necesario dibujar pliegues, ya existen y ellos solitos se ocupan de marcarse. Toda la ciencia al pintarlo consiste en poner el color preferido (en mi caso azules y verdes) en el párpado móvil (sin salirse para evitar el efecto loro) y luego, para matizarlo y dar luz, aplicar un tono claro (me gustan los blancos y los perlados) del ángulo interno del ojo hasta la mitad del párpado, encima del primer color para, de paso, degradarlo. En el ángulo externo se puede resaltar con un tono más oscuro, o con un toque de lápiz (el truco para elevar un ojo caído es no llevar la linea del lápiz hasta el final del ojo, sino parar uno o dos milímetros antes y levantar un poco el rabillo en ese punto, con la edad esto es fundamental).
Personalmente, más me vale no seguir las tendencias generales. Me encantan los labios rojos y no entiendo el porqué de la moda de los labios nude, que traducido significa el tono natural al desnudo (o más claro). Mis labios son muy pálidos de por sí y si no los animo con algo de color tengo aspecto de enferma (lo he probado, los he llevado cubiertos de bálsamo, sin más, y los comentarios en el hospital han sido "¿estás bien?". Está claro, si hasta los profesionales sanitarios tienen dudas sobre tu estado de salud es porque no apareces en todo tu esplendor). Por si fuera poco, también se lleva el nude en los ojos, tonos neutros, amarronados y tristes, que básicamente me apagan. Con ellos no resalto mis ojos, sino mis ojeras, cuando lo que necesito algo es desviar la atención de ellas, no reproducirlas en el párpado superior. Con un ahumado de ojos con sombras oscuras doy miedo. La oscuridad endurece y envejece, resalta las ojeras y el contraste con mi piel convierte mi palidez natural en cadavérica, algo ideal si buscase una estética gótica, pero no es la idea, pienso que es preferible que el médico aparente algo de salud, aunque sea de bote. Los otros tonos "naturales"son los de la gama de los rosados, que van desde el cuarzo rosa hasta los más osados vinos y granates y cuyo mayor mérito, en mi persona, es reproducir la irritación de mi piel sensible. Una de las grandes contradicciones de ese amago de maquillaje natural es que lo rematan con unas hermosísimas pestañas postizas; no sé, me figuro que ahí reside el secreto para que favorezca.
El contouring, contornear el rostro, es otra de esas técnicas de las que mejor me olvido. Si marco mi estructura ósea lo que consigo es adelgazar aún más mi cara, ya de por sí fina. Para lo único que me interesa aplicarlo es para reducir un poco la personalidad de mi nariz (ojalá lo hubiese conocido en mi adolescencia, aunque creo que por aquel entonces el acné camuflaba el problema).
En resumen, ¿cuales serían mis imprescindibles? Por supuesto, el protector solar (prefiero los minerales, no tengo problemas de efecto máscara, es una ventaja de la palidez). Lo que me falta es color, estoy desdibujada. Mi estilo se podría definir como pin-up (aunque sin otros atributos), necesito pintalabios en tonos rojizos (ni rosas, ni violáceos) y mejor aún si repaso la forma con el perfilador. El mismo pintalabios me sirve de colorete (lo presiono sobre el labio con la yema del dedo para que dure más y luego froto con el dedo manchado las mejillas). No puede faltarme un buen corrector antiojeras (rosa-asalmonado claro para contrarrestar mejor las sombras) lo uso, además de en las ojeras, en rojeces e imperfecciones (el borde del ala nasal si está algo rojo y, a veces, la barbilla). Un lápiz de cejas discreto no solo ayuda a enmarcar los ojos, sino que también me sirve para perfilar la nariz. Termino con máscara de pestañas (la negra agranda más los ojos, aunque aplico poca o nada en pestañas inferiores para que resulte más suave, da una mirada más dulce).
Por la noche, para desmaquillarme, mi imprescindible es un paño de microfibra, lo empapo con agua templada y lo apoyo en el rostro y hago un poco de presión, es pura magia; luego uso un aceite cosmético (el de granada de Levenrose es mi favorito, probé de otra marca y olía fatal), con o sin masaje, según la pereza, y retiro el exceso con unos toques de la microfibra. Es, con diferencia, lo que mejor le funciona a mi piel sensible. Guardo otro paño de microfibra en el congelador que, cada mañana, paso por el grifo hasta que pierde la rigidez del hielo, luego lo apoyo en la cara, a toques, incluyendo el cuello, para descongestionar los rasgos del sueño, no hay nada más eficaz.
¡Tanto rollo para esto! La pregunta es: ¿por qué en mi baño hay más surtido de pinturas que en un taller de arte? ¡Uff! Prefiero no pensar en ello, necesitaría un diván.