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Marca España

Publicado el 29 abril 2013 por Icreadas @icreadas

El pasado fin de semana concluyó el Festival de cine español de Málaga, quizás el mejor escaparate para degustar el cine español de los próximos meses. La última película de Gracia Querejeta, ’15 años y un día’, se llevó el premio a la mejor película, entre otros galardones. Junto a esta, también destacaron en los premios los trabajos de la intensa Isabel Coixet (‘Ayer no termina nunca’) y la sorpresa de la temporada, ‘Stockholm’, de Rodrigo Sorogoyen.

Cine Madrid-Paris

Es curioso encontrare un oasis de calma dentro de las siempre turbulentas arenas del cine español. Al contrario de lo que sucede en el deporte, no existe un apoyo real tanto institucional como popular hacia el cine español. Vive inmerso en una crisis permanente, con un público blockbuster que lo estereotipa y castiga injustamente, y en un ahogo constante, inaudito y premeditado por parte del Gobierno. Pese a éxitos recientes de dos o tres películas que salvan las cuentas de la taquilla española cada año, el cine español vive inmerso en un proceso de cambio, motivada por la falta de miras de unos, la ausencia de apoyos por parte de otros, y la necesidad de reinventarse por parte de muchos.

Estos días hemos vivido la caída de la distribuidora más importante de este país, Alta Films, en la que peligran también la existencia de salas de exhibición como los míticos cines Renoir. González Macho nunca se tomó en serio Internet, a la que siempre vio con recelo desde distancias lejanas a una realidad que necesita una implicación para poder adaptar y mejorar el negocio. Negar lo evidente es alargar un resultado que puede ser catastrófico si uno no consigue adaptar su discurso a la realidad, guste o no. Tampoco las medidas asfixiantes del gobierno de subir el IVA de las entradas contribuye a que las salas se llenen de espectadores, por no decir de la parálisis de rodajes de estos últimos dos años.

En cambio, en el fútbol, siempre existe la esperanza y la unión. Por ejemplo, la semana pasada sufrimos un orgullo herido tras las sangrantes derrotas en semifinales del Barça y el Real Madrid ante Bayern de Múnich (4-0) y Borussia de Dortmund (4-1), respectivamente. El rodillo alemán dejó de la noche a la mañana “en pelotas” la confianza hacia un fútbol y unos equipos que hasta hace poco eran los estándares del éxito patrio y del que muchos siguen sacando tajada por ello. Aún así, existe un sentimiento de superación y fe inquebrantable desde el público hasta los propios protagonistas (dejando de lado a cierta parte de la prensa deportiva que lo sabe todo, que grita por todo, y que dicta sentencias y epílogos donde todavía no se ha escrito la Historia). Hay una sensación en el ambiente de que, pese a la crisis del resultado, no queda otra que remar todos a una. Una sensación que, tras miles de años de alma en pena y agonías, de tragedias en el último minuto, goles fantasmas, penaltis fallados y caras de resignación, ha cambiado radicalmente durante estos últimos cinco años. Ahora hay una creencia de que vivimos lo que siempre hemos merecido y que por fin hemos conseguido: el éxito.

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¿Crisis? ¿What crisis?

En el cine español es difícil encontrar momentos así. Quizás la época dorada de un respeto y éxito proporcional entre público, industria y Gobierno hacia el cine español habría que situarla a mediados de los 90. Entonces se hacía un cine diferente, atrevido, que conectaba con espectadores que ansiaban lo novedoso, el éxito, la conexión melódica y modélica, lejana ya de los estereotipos del cine español que hasta entonces habíamos visto. Había una acuerdo entre instituciones e industria, con el apoyo real de televisiones privadas como Canal Plus, o más bien de Prisa con Sogetel, que se podía encontrar detrás de las más exitosas producciones en donde se apoyaba tanto a cineastas jóvenes como a las vacas sagradas, donde se rodaban las historias más cotidianas así como historias de género.

Eran buenos tiempos, vamos.

Pero la balanza siempre ha estado lejana del punto medio. Y cuando en el fútbol sacamos pecho de éxitos, juego y mercado, ahora en el cine hay un difuso caminar entre las sombras. Quizás va siendo hora de apostar por otros caminos, por reinventarse y potenciar una base de industria verdadera. La propia película de Stockholm es un ejemplo de ello. Financiada al 20′% por crowdfunding, con un presupuesto bajísimo y una propuesta original, es el éxito (al menos en el Festival de Málaga, luego vendrá la prueba de fuego del público) de un nuevo tipo de negocio, o de un concepto diferente de industria acorde a los tiempos actuales. Pero en este campo todos deberían jugar, cada uno en su parcela, y con el apoyo de todos, al igual que sucede en el deporte, con esos equipos con deudas MILLONARIAS que no evitan que la gente siga apoyando, llenando estadios y consiguiendo el empuje de todos, pensando en remontadas y en gestas que llenen de ilusión nuestros sueños.


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