Por Dirección de Comunicación de la Universidad de las Artes
“Por su destacada labor pedagógica en la formación de nuevas generaciones y su compromiso con la sociedad cubana”, este lunes la Universidad de las Artes otorgó el diploma al Mérito Artístico en el Aula Magna de la institución al trompetista Marcos Antonio Urbay Serafín, maestro hasta hoy de muchísimos grandes músicos cubanos, virtuoso intérprete, fundador de la Escuela Nacional de Arte, de nuestro centro de altos estudios, de la Sinfónica Nacional.
María Rosario Hernández, decana de la Facultad de Música de la Universidad, recordó el aniversario 40 de la institución y desde su experiencia como alumna de la ENA manifestó que Urbay es un gran maestro de trompeta, de banda, de todo.
A esta opinión se sumó Alberto Batista, a cargo de las palabras de elogio, quien se refirió al “guajiro de Caibarién” como “tronco”, por su trabajo en la formación de algunos de los mejores trompetistas de Cuba. Su padre, Roberto, también se encuentra en la categoría de grandes fundadores, rememoró Batista, por su quehacer ininterrumpido en la banda de Caibairién, labor que Urbay continúa hasta nuestros días, para nuestro privilegio.
Si seguimos la trayectoria de Urbay podemos hablar de un “viaje a la semilla”, porque después de tocar con las mejores orquestas de La Habana, integrarse a la labor docente en la etapa fundacional de la ENA y la Universidad, regresó a su Caibarién, a hacer lo que siempre quiso hacer, añadió.
Emocionado por el homenaje de colegas y alumnos, en el mismo espacio donde ensayara con la banda de la ENA –a la que perteneciera Batista–, Urbay explicó que no puede vivir fuera del pentagrama: “el 12 de noviembre de 1943 empecé en la banda de Caibarién, desde aquel momento no he parado en la música, tocando, dirigiendo, escribiendo orquestaciones… he estado 72 años dentro del pentagrama, que es mi vida”.
Los proyectos a futuro no incluyen otra cosa que mantener el trabajo en la preparación de jóvenes músicos en la banda de su ciudad. Los 100 años los celebraremos en este mismo lugar, pero con otros instrumentistas “a los que ya les estoy echando el ojo”. “A ustedes –y les habla Urbay a los integrantes actuales de la banda, todos muchachos de Caibarién que estarán mayores en sus 100 años– les deseo que sean buenos músicos, que toquen en las mejores orquestas, pero para eso hay que sacrificarse, hay que estudiar mucho”.
“No hay retiro: voy a seguir”, advirtió el maestro, que se confesó exigente. Y para demostrar que iba en serio tomó la batuta, llamó a los músicos a escena y si no hubieran sido suficientes su sabiduría y alegría de vivir compartidas, nos regaló un concierto junto al director Julio Rodríguez. Marchas como “Caibarién 1905”, un paso doble, una criolla y otras múltiples composiciones completaron esta presentación, que el maestro guió felicísimo.