Revista Psicología

Marilyn Monroe desde el manicomio

Por Lizardo

Marilyn Monroe desde el manicomio Fotograma de The Misfits, la última película completa de Marilyn Monroe, 1960. (Wikimedia Commons) .

Luego de terminada la accidentada filmación de 'The Misfits' (Vidas Rebeldes) en el desierto de Nevada, Marilyn concretó su anunciado divorcio del dramaturgo Henry Miller, quien había escrito además el guión de la película. Fue un rápido trámite el 20 de enero de 1961. Mientras el invierno se abatía sobre Nueva York y el estreno de la película era acogido con poco favorables comentarios, Marilyn fue sumiéndose en una aciaga brecha anímica a la par que acrecentaba su abuso de sedantes. La gravedad de su estado alarmó a su psicoanalista Marianne Kris quien sugirió el internamiento psiquiátrico por riesgo suicida.
El domingo 5 de febrero Marilyn Monroe, firmando como Faye Miller para evitar la publicidad, aceptó ingresar a la clínica Payne Whitney, la división psiquiátrica del Hospital de Nueva York, adscrito a la Universidad de Cornell. Si había imaginado una estancia de reposo y propiciatoria de tranquilidad, lo que encontró Marilyn resultó diametralmente opuesto: fue instalada en un cuarto de aislamiento, cerrada con llave y destinada a los pacientes más perturbados.
Marilyn reaccionó aterrorizada, temió desquiciarse totalmente como había sucedido con Gladys, su madre biológica, y golpeó atronadoramente la puerta hasta lacerarse las manos, lo que aparentemente confirmó al personal del pabellón la gravedad de su desequilibrio.
Al día siguiente, el joven médico interno que pasó visita a la paciente Marilyn señaló la rotura en la ventanilla de la puerta cerrada y le preguntó porqué razón se sentía tan desdichada. Su respuesta fue: "He estado pagando una fortuna a los mejores psiquiatras para averiguarlo y ahora Ud. me lo pregunta a mí".
Marilyn permaneció pocos días allí. Cuando se le permitió por fin hacer llamadas teléfonicas apeló a diversos amigos pero quien tomó cartas en el asunto fue Joe DiMaggio, el famoso jugador de béisbol de quien se había divorciado en 1954 tras un brevísimo enlace, y que viajó desde Florida en su auxilio. Juntos decidieron que su atención continuase en el Centro Médico Presbiteriano de la Universidad de Columbia, donde fue internada hasta el mes de marzo (por 23 días) y donde recibió las constantes visitas de Joe.
De esta temporada es la carta que envió a su psicoanalista en Hollywood, Los Ángeles, Ralph Greenson, narrándole sus experiencias recientes de internamiento psiquiátrico y que reproducimos con excepción de escasos fragmentos:
"Estimado Dr. Greenson:
En este preciso instante, al asomarme a la ventana del hospital donde la nieve lo ha cubierto todo, de pronto todo aparece de un verde apagado. Hay hierba y unos arbustos raquíticos, aunque los árboles me dan cierta esperanza...y las ramas peladas prometen que tal vez habrá primavera y tal vez esperanzas.
¿Ha visto ya Vidas Rebeldes? En una secuencia es posible que note lo desnudo y extraño que un árbol puede ser para mí. No sé si en la pantalla sale así... Algunas de las elecciones que hicieron con respecto a las tomas no me gustan. Al empezar a escribir esta carta, a eso de las cuatro, estaba llorando. No sé muy bien por qué.
Anoche tampoco pude pegar ojo. A veces me pregunto cuándo es de noche. Para mí la noche casi no existe... Todo parece un día largo y horrible. De todas formas, me he propuesto ser constructiva y he empezado a leer las cartas de Sigmund Freud. Al abrir el libro, vi la foto de Freud en el interior en la página opuesta a la del título, y se me cayeron las lágrimas. Parecía muy deprimido (seguramente la foto fue tomada en los últimos días de su vida), como si hubiera muerto con una decepción. (...)
En Payne Whitney no hubo empatía..., ejerció sobre mí un efecto terrible. Me metieron en una celda (me refiero a bloques de cemento y todo eso) para pacientes muy perturbados, deprimidos, salvo que yo sentía que estaba en una especie de cárcel por un delito que no había cometido. Allí reina una inhumanidad arcaica. Me preguntaban por qué no era feliz allí (todo estaba bajo llave, cosas como la luz eléctrica, los cajones de las cómodas, los cuartos de baño, los armarios, los barrotes disimulados en las ventanas... y las puertas tienen ventanas, para que los pacientes resulten visibles en todo momento. Además en las paredes aún se ven la violencia y las marcas de los pacientes anteriores). Respondí. "¡Bueno, si me gustara estar aquí, estaría loca!" Había mujeres que gritaban en las celdas... Supongo que gritaban cuando la vida se les volvía insoportable, y en momentos como ése yo pensaba que algún psiquiatra tenía que hablar con ellas, para aliviar aunque sólo fuera momentáneamente su dolor y su sufrimiento. Creo que ellos (los médicos) podrían aprender algo..., pero sólo les interesa lo que estudiaron en los libros. Tal vez pudieran descubrir muchas más cosas en un ser humano que ha sufrido toda su vida. Tengo la impresión de que más bien buscaban la disciplina, y que dejaban que sus pacientes siguieran los pasos de los pacientes "que se habían dado por vencidos".
(...)

El primer día me relacioné con una paciente. Me preguntó porqué estaba tan triste y me sugirió que llamara a un amigo y que no estuviera tan sola. Le respondí que me habían dicho que en esa planta no había teléfono. Hablando de plantas, están todas cerradas con llave. Nadie puede entrar ni salir. Ella pareció impresionada y me dijo: "Yo te llevaré hasta el teléfono", y mientras hacía cola esperando que me tocara el turno, observé a un guardián (porque llevaba puesto un uniforme gris remendado), y cuando me acercaba al teléfono, él lo apartó con el brazo y dijo muy serio: "Usted no puede usar el teléfono." Por cierto, se jactan de tener un ambiente hogareño. Les pregunté (a los médicos) porqué suponían semejante cosa. Me respondieron: "Bueno, en el sexto piso tenemos muebles modernos y alfombras de pared a pared." (...) pero como están tratando con seres humanos, les pregunté cómo era posible que no pudieran comprender el interior de un ser humano.
La chica que me habló del teléfono parecía una criatura patética e indefinida. Después me dijo sobre la actitud del guardián: "No sabía que pudieran hacer eso", y agregó: "Yo estoy aquí por mis problemas mentales... me corté el cuello varias veces y me abrí las venas", y me lo explicó tres o cuatro veces.

Bueno, los hombres viajan a la luna pero no parecen interesados en el corazón humano. Aún así, uno puede cambiarlos, a los hombres, pero no lo hace... Dicho sea de paso, ése era el tema original de Vidas Rebeldes, aunque nadie captó ese aspecto. En parte, supongo, por los cambios del guión y por algunas distorsiones en la dirección.
(Esta mañana, 2 de marzo)
Anoche tampoco dormí. Ayer me olvidé de decirle algo. Cuando me metieron en la primera habitación en el sexto piso, no me dijeron que era una planta de enfermos psiquiátricos. La doctora Kris dijo que vendría al día siguiente. La enfermera apareció despues de que el médico, un psiquiatra, me sometiera a un examen físico que incluía el examen de los pechos para saber si había bultos. Me opuse, aunque no violentamente; sólo le expliqué que el médico que me había llevado hasta allí, un hombre estúpido llamado doctor Lipkin, ya me había hecho un examen físico completo menos de treinta horas antes. Pero cuando llegó la enfermera me di cuenta que no había forma de tocar el timbre o de alcanzar una luz para llamarla. Le pregunté porqué eso era así, y algunas otras cosas, y dijo que aquello era una planta psiquiátrica. Cuando salió me vestí y fue entonces cuando la chica del vestíbulo me habló del teléfono. (...) Después de que la chica me hablara y me contara lo que se había hecho, volví a mi dormitorio sabiendo que me habían mentido con respecto al teléfono y me senté en la cama intentando imaginar qué habría hecho si me hubieran dado esta situación para improvisar una actuación. Así que me imaginé que era una rueda chirriante a la que se le pone grasa. Reconozco que era un chirrido fuerte, pero saqué la idea de una película que hice una vez, titulada Niebla en el alma. Cogí una silla un poco pesada y la tiré contra el cristal, a propósito... y fue difícil hacerlo, porque nunca en mi vida había roto nada. Fueron necesarios varios golpes para que el cristal quedara hecho añicos, y me fui con el cristal escondido en la mano y me senté en la cama a esperar que vinieran. Aparecieron, y les dije: "Si van a tratarme como a una loca, voy a comportarme como una loca." Reconozco que lo otro fue una cursilería, pero en la película lo hice realmente, con la diferencia de que era una hoja de afeitar. Les aclaré que si no me dejaban salir me haría daño..., que era lo que menos pensaba hacer en ese momento, ya que como usted sabe, doctor Greenson, soy una actriz y nunca me haría una marca ni me haría daño, soy así de vanidosa. En ningún caso colaboré con ellos porque no podía creer lo que estaban haciendo. Me pidieron que me levantara despacio y yo me negué a moverme, me quedé sentada en la cama así que me cogieron por los brazos y las piernas, dos hombres robustos y dos mujeres robustas, y me llevaron hasta el séptimo piso en el ascensor. Debo decir que al menos tuvieron la decencia de trasladarme boca abajo. Me quedé quieta durante todo el camino y luego me pusieron en la celda de la que hablé y esa mujer que parecía un buey, una de esas robustas, dijo: "Date un baño." Le dije que acababa de tomar uno en el sexto piso. Me dijo muy seria: "Cuando cambias de piso tienes que darte otro baño." El hombre que dirige el lugar, que parece un director de una escuela secundaria, aunque la doctora Kris lo nombra como el "administrador", pudo hablar conmigo, y me hizo preguntas como si fuera un analista. Me dijo que yo era una chica muy enferma, y que había estado muy enferma durante muchos años. Desprecia a sus pacientes. Me preguntó cómo podía trabajar cuando estaba deprimida. Me preguntó si eso se interponía en mi trabajo. Era muy firme y decidido en la forma de hablar. En realidad, más que preguntar, afirmaba, así que que le contesté: "¿No le parece que tal vez Greta Garbo, Charlie Chaplin e Ingrid Bergman se sentían deprimidos cuando trabajaban?" Es como decir que un jugador como DiMaggio no podía pegarle a la pelota cuando estaba deprimido. Vaya tontería.
(...)
Creo que será mejor que me detenga aquí, porque usted tiene otras cosas que hacer, pero gracias por escucharme un rato.
Marilyn M."

En el siguiente video se aprecia la salida de Marilyn desde Payne Whitney (hasta 0:24), y luego del Centro Médico Presbiteriano. Nótese el enorme revuelo mediático y cómo, en el primer caso sobre todo, pese a su mal estado anímico, Marilyn se esfuerza por resultar cortés.


Por cierto, no fue esta la única oportunidad en que Marilyn pasó estancias para tratamiento psiquiátrico: pocos meses antes, en agosto de 1960, durante el rodaje de 'Vidas Rebeldes', estuvo internada unos días en una clínica de Los Ángeles. Pero ciertamente la de Payne Whitney fue la experiencia más penosa. Aunque firmó un consentimiento para su ingreso, no se imaginó el maltrato que recibiría y que obviamente ella no había 'consentido'. Tal fue la experiencia manicomial de Marilyn. Si breve y distante, no menos perentoria para nuestro propio cuestionamiento: qué seguimos haciendo hoy en día en nuestro trato hospitalario con el paciente internado, cómo nuestros procedimientos, en aras de un supuesto cuidado y rigor, pueden llegar a avasallar, despojar, zaherir.
Queremos, como un recordatorio de tal imperativo, que la imagen de Marilyn -por varios motivos, un ícono favorito nuestro- encabece a partir de hoy nuestra bitácora. Es la famosa fotografía de Richard Avedon (del año 1957), modificada por Marco Castilla, la que nos ha elegido. Se afirma que en la magistral toma, más que Marilyn, quien salió fotografiada fue Norma Jean.
Marilyn Monroe desde el manicomio

Referencia:

-Spoto D. Marilyn Monroe. (Trad. Elsa Mateo) Ed. Anagrama. Barcelona, 1993.


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