Al poco de ver Marte hice un comentario que ahora rescato: es lo mejor de Ridley Scott desde Black Hawk derribado (2002). Ambas son películas de supervivencia, como lo fue Alien, la obra maestra del director británico de 77 años.
Porque lo que nos mantiene interesados durante 144 minutos es cómo sobrevivirá el astronauta Mark Watney, el primero que pisó Marte y que parece condenado a ser el primero en morir allí, en ese planeta rojo con montañas de 21 kilómetros de altura y temperaturas entre los 6 y los 90 grados bajo cero, que se ha recreado de manera impactante en Jordania y Bulgaria.
Cine de aventuras del bueno es lo que ha logrado Scott después de casi cuatro décadas y 23 largometrajes. Tras un comienzo espectacular (Los duelistas, Alien, Blade Runner) hubo de todo: cine normalito, bodrios populacheros y megalómanos, dos o tres películas de buen nivel y una apañada de romanos, Gladiator, que se llevó cinco Oscar en 2000 y me sigue pareciendo más hábil que buena; un caso parecido a Braveheart. Gibson y Scott tienen películas infinitamente mejores.
En Marte, con un guion estupendo de Drew Goddard que parte de una gran novela de Andy Weir -en la que, por cierto, hay menos “errores científicos”: esa tormenta de arena… ejem, ejem, ¿en Marte?-, Scott recupera algo que tenía perdido desde hace 15 años: el tempo narrativo. Logra una película coral en la que se equilibra la soledad de un hombre que no se da por vencido con el trabajo de centenares de personas que llevan años trabajando para que la aventura espacial tenga un final feliz.
Matt Damon saca adelante su personaje con una inteligencia enorme, sin muecas ni estupideces: es un actor soberbio. El casting realizado por Carmen Cuba y Nina Gold es excelente, y los actores que dan vida a los compañeros de Watney y al personal de la NASA hacen un trabajo muy afinado.
Scott es un tipo muy experimentado y ha sabido ver que el guion del productor y escritor de series como Daredevil, Perdidos y Alias, y de películas truncadas como Monstruoso y Guerra Mundial Z tenía cimientos para levantar una odisea espacial que valiese la pena, teniendo en cuenta que el asunto ya lo habían abordado con talento gente como Cuarón, Howard y Kubrick.
Marte es de esas películas que llenarán las salas. En buena medida porque Ridley Scott, para bien y para mal, es un excelente vendedor. No en vano, si algo define su estilo como director de cine es el uso que hace del lenguaje publicitario. Y aquí lo que había que vender es ese “traedle a casa” del lema promocional. Un retrato de la NASA que si tuviesen que pagarlo como campaña para captar recursos, costaría una fortuna.
Alberto Fijo
Fila Siete