Revista Asia

Más dura será la caída

Por Tiburciosamsa
Más dura será la caída
Siempre me han fascinado las historias de personajes que parecían llamados a grandes destinos y subieron a la cumbre para luego caer. La Historia de la República Popular China ofrece un buen elenco de personajes a los que les pasó eso: Liu Shaoqui, Hu Yaobang, Zhao Ziyang… El último en unirse a ese grupo ha sido Bo Xilai.
Bo Xilai es hijo de Bo Yibo, uno de los ocho dirigentes veteranos del PCCh que durante el período de Deng Xiaoping ejercieron un gran poder en la sombra. Bo Xilai, por consiguiente, era uno de los denominados “principitos”, es decir, los descendientes de grandes líderes revolucionarios que sienten que el sistema les debe una posición y unas prebendas por los méritos que hicieron sus padres. 
Bo Xilai inició su carrera política con buen pie. Fue alcalde y secretario del partido en Dalian, donde tuvo un desempeño brillante. De allí pasó a ser gobernador de la provincia de Liaoning y en 2004 fue nombrado Ministro de Comercio. Muchos vieron entonces en él a una estrella en ascenso: inteligente, innovador, atractivo, elegante, con un inglés más que aceptable y cierta exposición al mundo en razón de su cargo… Me recuerda bastante a Zhao Ziyang y algo que nos sucede a los occidentales: nos olvidamos de que el tipo de políticos chinos que a nosotros nos entusiasma es posible que no entusiasme de igual modo a los chinos. 
Entonces llegó el 17º Congreso del Partido en octubre de 2007. Es muy probable que Bo esperase ingresar en el Comité Permanente del Politburó, máxima instancia directiva del Partido. Debía de considerar que le correspondía en razón de sus logros pasados y de sus antecedentes revolucionarios. En lugar de eso, fue designado jefe del Partido en Chongqing
He visto a algunos analistas afirmar que eso era un puestazo y que Bo hubiera debido tomárselo como tal. Bobadas. Donde se corta el bacalao en China, es en Pekín. En provincias, tal vez con la excepción de Shanghai, uno puede convertirse en un gran líder regional, pero siempre estará al albur de los juegos de alianzas que se produzcan en la capital. Además, con ese nombramiento, le dejaban mal situado de cara al 18º Congreso del Partido a celebrar en 2012, en el que se escogería a la siguiente generación de líderes. Para rematar, Chongqing era un hervidero de problemas, desde el paro hasta la contaminación, pasando por los problemas medioambientales ocasionados por la Presa de las Tres Gargantas. Que Bo se tomó el cargo como la patada hacia arriba que era, lo demuestra que tardó un mes en incorporarse al mismo. 
Una vez en Chongqing, Bo hizo lo posible para que no se olvidasen de él. Como buen populista, sabía cuáles eran las preocupaciones de la sociedad y las teclas que debía tocar. Por ejemplo, lanzó una gran campaña contra la corrupción y la criminalidad, que es algo que siempre da votos. La campaña se hizo de una manera bastante expeditiva, con poco respeto por las formalidades legales, incluso según los estándares chinos. También se convirtió en un cruzado contra las desigualdades sociales: construyó viviendas que luego alquiló a bajo precio a los más desfavorecidos, relajó el sistema de permisos de residencia para los campesinos que quisieran desplazarse a la ciudad y mejoró la seguridad social. Un aspecto interesante de sus políticas fue el apoyo que dio a las empresas públicas en contraposición a las políticas que desde Pekín defendía el Primer Ministro Wen Jiabao. 
Lo que hizo más conocido a Bo Xilai en el extranjero fue su campaña de recuperación del maoísmo. Sí, hemos llegado a un punto en el que son ese tipo de pamemas las que copan los titulares, en lugar de las noticias importantes y los análisis sesudos. 
Bo animó a los escritores a que compusieran bellas historias socialistas, incitó a los estudiantes a que fueran a trabajar al campo al estilo que lo que se hacía en tiempos de la Revolución Cultural, difundió consignas maoístas, erigió estatuas al Gran Timonel, promovió que en las oficinas, las fábricas y los establecimientos académicos se cantasen “canciones rojas”, elogiando al Partido, organizó espectáculos teatrales colectivos, modificó la programación de la televisión local para que fuese más roja (y aburrida)… ¿Hasta qué punto era sincero su neo-maoísmo? La impresión más generalizada es que era puro oportunismo. Simplemente había encontrado que podía ser una plataforma muy conveniente para dar el salto hacia Pekín.
Esto nos llevaría a una pregunta que no he visto respondida satisfactoriamente hasta ahora: ¿cuán atractivo es el pensamiento de Mao para los chinos de hoy en día y, sobre todo, para los miembros del Partido? Yo hubiera dicho que la figura y el pensamiento de Mao oscilaban entre lo crecientemente irrelevante y lo vergonzoso en la China de hoy, pero Bo parecía pensar de otra manera y tal vez tenga razón. Son muchos los que el desarrollo capitalista del país está dejando atrás y es posible que para bastantes de ellos la época de Mao empiece a parecer un paraíso socialista sin paro ni inflación. Siempre tendemos a recordar lo bueno más que lo malo. 
El primer clavo en el ataúd se lo pusieron a Bo el pasado noviembre, cuando el hombre de negocios británico Neil Heywood fue encontrado muerto en un hotel de Chongqing. Heywood llevaba 10 años viviendo en China y tenía negocios con la esposa de Bo, Gu Kailai. Hay incluso rumores de que era mucho más que socios. El rumor más persistente es que Heywood sabía demasiado para su propio bien sobre cómo Gu sacaba dinero fuera del país y que se había vuelto demasiado codicioso para el bien de su propia salud. Heywood apareció muerto más de un día después de que hubiera asistido a una cena. El médico certificó envenenamiento alcohólico, lo que tiene su mérito, dado que Heywood apenas bebía. Su cuerpo fue creado deprisa y corriendo y aquí paz y después gloria… Bueno, no en esta ocasión. Bo se estaba convirtiendo en una amenaza para el sistema y descubrir que tenía un cadáver, literalmente, en el armario, resultaba jugosísimo. 
El 6 de febrero el jefe de la policía de Chongqing y viejo asociado de Bo, Wang Lijun, visitó el Consulado de EEUU en Chendu. Cuatro días antes le habían cesado. El motivo oficial: estrés mental y malestar físico. Qué bueno es Bo, que se ocupa tanto por el bienestar de su subordinado. Lamentablemente no pareció que Wang supiese apreciarlo. El rumor es que había ido al Consulado norteamericano a pedir asilo político. Pero otro rumor aún más insidioso es que Wang quería protección del abrazo de oso de Bo y utilizó el Consulado como refugio de paso en tanto venían funcionarios de Pekín a llevarle a la capital. 
Como quiera que fuere, la huida/baja médica de Wang fue el principio del fin para Bo. Cinco días después el Primer Ministro de Canadá visitó Chongqing y el Diario de Chongqing publicó un editorial de 1.500 palabras sobre la visita en el que no mencionó a Bo ni una sola vez, ni publicó fotos en las que éste saliera. El 13 de febrero el Diario del Pueblo sacó un editorial que era dinamita pura: En la actualidad, en algunas regiones y empresas estatales, se han dado muchos casos de mentiras, fabricación de hechos, manipulación de cifras y falsedad de logros políticos. Por ejemplo, a pesar de los profundos conflictos sociales, algunos han decidido mirar para otro lado y sólo dar noticias positivas olvidándose de las negativas; a pesar de los errores en su trabajo, se han colgado medallas y han negado las críticas; a pesar de los limitados logros, se han llenado la boca con cifras manipuladas. Al falsear el trabajo hecho y centrarse en la ideología, la sociedad pierde confianza y no sólo afecta al desarrollo de esa localidad, sino que perjudica los intereses de las masas y además provoca la pérdida de confianza pública en el Partido y en el Gobierno, provocando una grave desorientación en el ambiente social”. Cuando en un régimen autoritario publican algo así que te alude implícitamente, ve preparando un maletín con un par de mudas, un pijama y el cepillo de dientes porque es cuestión de horas que un par de simpáticos agentes vengan a pedirte que les acompañes a comisaría. 
Bo intentó salir al paso con unos métodos más propios de una democracia que de un régimen comunista: convocó una rueda de prensa el 9 de marzo. Allí se autoacusó sencillamente de haber sido negligente en la supervisión de sus subordinados y en haberse fiado de la persona equivocada. Muy hábil, pero no coló. El 14 de marzo Wen Jiabao le recriminó sutilmente en una rueda de prensa y al día siguiente le cesaron. Al mes siguiente le suspendieron en el Comité Central, en tanto se sustancian las investigaciones contra él. He visto muchos análisis sobre la caída de Bo Xilai, teniendo en cuenta que este otoño se renovará el liderazgo del Partido. No eran pocos los que decían que el caso de Bo revelaba la existencia de escisiones en la cúpula del Partido. Para mí, es todo lo contrario. El caso de Bo revela que las distintas facciones que conforman el Partido siguen sabiendo cómo gestionar sus diferencias sin que la sangre llegue al río. Bo tendrá que pagar por haber movido demasiado la barca en la que viajan todos.

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