Revista Viajes

Matambrito tiernizado

Por Jgomezp24
El tipo está pintado en la pared pero el colectivo paróTómense Ustedes la pequeña etiqueta con la que denominaré mis notas argentinas tal y como la propone el DRAE: "Croquis: diseño hecho sin precisión ni detalles". Ni más ni menos. No quiero hacer gran documentación y sí, en cambio, dejar estos croquis más o menos escritos y preparados para su publicación antes de que salga mi vuelo, esta noche del 9 de octubre de 2011.  Son mis impresiones, no busquen otra cosa. Más de uno pensará que estoy jugando con mi destino...pero me apetece hacerlo así. Que los dioses me permitan leer estas notas cuando vuelva a casa...
Argentina, tras siete años de ausencia, se me aparece en trampantojo. Casi todo parece ser lo que, en realidad, creo que no es. Como este estudiante de la facultad de letras de la Universidad Nacional de La Plata, pintado en la pared y que parece estar pidiendo el alto al colectivo. El edificio, visto así, parece cualquier cosa menos una facultad universitaria. El país, visto desde lo alto (digo sin mirar con gran detalle) parece haber salido de las profundas crisis que le viví desde los primeros noventa. Parece que hay más actividad en la calle y en los comercios. Hay montones de jóvenes "laburando" en todas artes (me gustaría saber qué cobran, por cierto...). Se ve movimiento y, claro, las próximas elecciones generales hacen que todo aparezca en ebullición.
Pero me da la sensación de que todo aparenta lo que, en realidad, no es. Esa identificación, puramente publicitaria e icónica, entre los K., su núcleo de poder y la nación argentina, casi me da vergüenza. Conozco un poco el país, gente de todas las clases, de todos los estados y la Argentina, para su suerte futura, es muchísimo más que los K. y su próxima mayoría absoluta. Y hablo en plural porque el difunto presidente participa muy activamente en la campaña. Vaya si lo hace. Y la iconografía, los discursos, todo está construido al más puro estilo de Augusto. Augusto se inventó todo esto hace más de dos mil años: el estado soy yo, la perpetuación de mi poder garantiza el bienestar de todos, quienes estén contra eso, no están contra mi persona sinó contra la nación, etc. Náuseas, en ese sentido.
Miras hacia todos lados, miras todas las "alternativas" y te das cuenta de que no parece haber nada sólido ni consistente. Malos tiempos, pues, se acercan para la Argentina si el país no es capaz de educar y de levantar a la gente joven, que está en las facultades (les he visto inquietos y pletóricos), que sea capaz de ofrecer alternativas a lo que ahora veo. La economía: uno diría que funciona mucho mejor que siete años atrás. Y es cierto. Pero se trata de un gigante con pies de barro. A la que los chinos y los brasileños hundan el precio de la soja; a la que los EUA y Europa consigan salir de sus crisis y apreciar su moneda, la Argentina empezará a sufrir de veras. De nuevo.
Y lo peor de todo es que hay una amplia parte de la población a la que no ha llegado para nada esta pequeña época de bienestar. La gente sigue comprando a crédito: nunca fue tan fácil (dicen los bancos) conseguir pequeños créditos personales que alimenten el consumo, que hace crecer ficticiamente la economía. Pan para hoy, hambre para mañana. Pero es que aquellos síntomas que hace siete, diez años atrás, me hacían salir del país con la cabeza hundida y pensando "de esta no salen", siguen ahí, enteros, tercos, en pie y sin ápice de cambio. En el centro de Buenos Aires, por la noche, la gente se pelea por las bolsas de basura de según qué oficinas. Las autopistas, en todas direcciones, siguen rodeadas de villas que no tienen la más mínima infraestructura de nada ni nada para vivir. Bueno sí: se ponen los chavales en los arcenes con sus buenas piedras. Y cuando pasamos los coches, las tiran al parabrisas. Si aciertan y paras, pringaste. Te quedas sin nada. Por pirmera vez en mi vida, tuve miedo en La Boca. Iba andando hacia un restaurante obrero (sic), en la parte más deprimida de la república independiente (en Caffarena) y me increparon varias veces, me pidieron dinero para bebida y tuve que ponerme duro. Ellos eran más, claro, y yo tenía todas las de perder, pero me respetaron todavía no sé por qué...Aparqué una noche casi en el puro centro, muy cerca de la Avda Santa Fe. Ni me di cuenta: dos tipos estaban tirados junto al lugar donde dejaba el coche. Me preguntaron "¿le guardamos el coche?". Y yo no caí...¿cómo iba a caer en el puro centro, que me estaban pidiendo un "impuesto revolucionario"? No les contesté y aunque mis amigos reaccionaron rápido, de nada sirvió: un cuchillo había atravesado la rueda delantera...
Todo eso sigue existiendo porque es síntoma de una enfermedad no curada. Muchos quieren hacer creer que las cosas van mejor. Yo creo que van mejor, claro que sí, pero sólo para unos pocos. La gente no es mala por definición pero hace cosas malas porque no tiene demasiadas opciones para llegar a plata decente...Junto a esto, la Argentina, sigue teniendo, por supuesto, lo mejor de lo mejor, aquello que te hace volver una y otra vez. Lo de siempre: la inmensa mayoría de personas con las que uno trata son muy amables, están siempre dispuestas a ayudar y, lo más, son generosas con aquellos que tienen menos que ellos. Ahí está el auténtico capital del país, su mayor riqueza. A mí me han pasado unas cuantas de estas cosas: salía del aeropuerto en el coche que alquilé y no había tenido tiempo de cambiar a pesos argentinos. Por dos veces pasé por un peaje, intenté pagar con tarjeta de crédito, por dos veces dos chavales jóvenes se quedaron mirando la tarjeta como si fuera la de un marciano y por dos veces dijeron "¿y la plata?". Por dos veces, aceptaron mi explicación, abrieron la barrera, me dejaron pasar y me desearon mucha suerte. Y he visto montones de detalles de estos, con gente que se respeta en sus trabajos, que se ayuda, que muestra cariño.
Esa es la fuerza que tiene este país, sí. Llegará un día en que estos jóvenes estudiantes que he conocido en mi  estancia, atentos, entusiastas, inquietos, con ganas de aprender, mandarán. El país seguirá teniendo grandes potenciales y sus riquezas llegarán a más gente. ¿Cómo puede ir mal un país que se inventa una concentración de cariño lingüístico y delicadeza gastronómica como es el matambrito tiernizado? Matambrito tiernizado...ya es uno de mis mantras preferidos. Lo vi por primera vez en un cartel en La Plata y me quedé prendado de la afortunada expresión. Matambrito tiernizado...un matambre delicadamemte cocido, que tomé envuelto en suave brioche. Estaba comiendo yo lo que parecía "sólo" un rico emparedado de matambre, cuando se me acerca un querido amigo al que había contado mi atracción por la expresión y me dice "pues, Joan, esto es matambrito tiernizado". Matambrito tiernizado...qué país. ¿Qué quieren que les diga? Yo le quiero y quiero a sus gentes, a su forma de decir y hacer las cosas. Y perdón por la paliza...¡salió así! Ya les hablo enseguida de algún restorán y vino que merece la pena ser anotado en la agenda del viajero inquieto.

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