Revista Cine

"Maternity Blues"; Lloricas no, gracias

Publicado el 24 mayo 2013 por Banacafalata
MATERNITY BLUES
Título Original: Maternity Blues Director: Fabrizio CattaniGuión: Fabrizio Cattani, Grazia VerasaniMúsica: Fulvio Manzotti Fotografía: Francesco CariniIntérpretes: Andrea Osvárt, Monica Barladeau, Chiara Martegiani, Daniele Pecci, Marina Pennafina Distribuidora: Sherlock FilmsFecha de Estreno: 24/05/2013
Con Maternity Blues nos encontramos ante el típico caso de un “quiero y no puedo”, por parte de Fabrizio Cattani, donde se ha escogido un tema espinoso como el de los infanticidios. Ante este tema, caben dos vertientes: una seria, desde un punto de vista casi didáctico, u otra ficticia y dramática, hecha para fomentar la venta de kleenex. Y es una pena que se haya decantado por esta segunda opción.
Basada en una obra de teatro llamada De Medea, de la propia Gazia Verasani, que también participa en el guión de la película. El nombre de la obra hace referencia al 'síndrome de Medea', llamado así por la mitología griega, cuando Jasón abandonó a Medea y ésta mata a la amante de su esposo y mató o dejó matar a sus hijos por venganza. No todos los que padecen este síndrome responden a motivos de venganza, pueden darse otros casos como en la película, por depresión, psicosis alucinatoria, incapacidad o incompetencia paternal... Y lo más grave, que no tiene cura, simplemente se puede seguir una terapia si se interviene a tiempo para evitar males mayores. De este síndrome, aunque no se le llegue a mencionar, trata Maternity Blues, donde cuatro mujeres se encuentran en un hospital psiquiátrico por matar a sus hijos. Cada una lo lleva a su manera, pero a todas les une el sentimiento de culpa y el rechazo de la sociedad. Al menos se tienen entre ellas para, a través de la amistad, darse una oportunidad.
El tema tratado es bastante interesante, y se agradece que alguien tenga el atrevimiento de sacarlo a la palestra. Se derriban falsos mitos, como el instinto materno. A nadie le surge por arte de magia, tras tener un niño, tras el parto. Pero lo que sí puede surgir es depresión post-parto. Y es que no todas las personas están preparadas para la responsabilidad que es tener un hijo, tanto moral como monetarial o temporal. Siempre pensé, personalmente, que al igual que hay que hacer exámenes teóricos y prácticos para sacarse el carnet de conducir, deberían existir también para ver si se está cualificado para ser padre o no. Y tras ver Maternity Blues, más concienciado estoy de esa idea. El problema con la película de Fabrizio Cattani viene al exponer esas ideas al lado de la pornografía sentimenal, donde parece más preocupado de emocionar que de comprender la verdadera raíz del problema. Se esbozan ideas pero se subrayan en demasía las emociones que acaba irritando al avispado espectador que sabe ver en cada escena donde nos indica Fabrizio que debemos emocionarnos. Tampoco ayuda a meterse en la historia una realización bastante cercana al telefilme de sobremesa, sobre todo por un guión que no ahonda lo suficiente en los personajes, sino que se limita a perfilarlos superficialmente y a mostrar gratuitamente a modo de flashback las muertes de los niños para intentar sobrecoger. Es, sobre todo en estas películas de temas tan serios, donde hay que dejar aparcado el melodrama para que las emociones exageradas no se coman el contenido de la trama, lo verdaderamente importante.
Cattani no quiere mojarse en mostrar culpables, por lo que se lava las manos a lo Poncio Pilato y deja que el público sea el que juzgue a estas cuatro mujeres. Pero, paradójicamente, en la película se juzga a la sociedad que no entiende los problemas de estas personas y se quedan únicamente con el infanticidio, y se esboza un intento culpabilidad hacia los maridos que dejan toda la responsabilidad a las mujeres en la crianza de sus hijos. Las medias tintas no funcionan bien en las películas, o juzgas a todos o a nadie.
Así, de ideas interesantes, acabamos asistiendo a una película bastante desechable por no saber tratar un tema con rigor y seriedad, sino volviéndolo lacrimoso y descaradamente sensiblero, para ganarse el favor de unos y otros.

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