Revista En Femenino
Tienes 18, 20 o 23 años y un colega ha propuesto ir a pasar la tarde o la noche al parque de atracciones. Vas, te subes en la lanzadera y pasas un miedo de mil pares de narices, te subes en la super montaña rusa y te acojonas hasta el infinito y más allá. Subes en dos o tres cosas más para amortizar la entrada y te vas del parque de atracciones. Los engendros mecánicos pensados para pasar miedo, provocar vómitos, gritos histéricos de nerviosismo, pánico y pasar el rato..se quedan atrás en tu vida y no vuelve a aparecer hasta años después. ¿Cuándo? Pues cuando te has reproducido y vas con tu churumbel en su cochecito. Tu niño es muy mono, muy rico y muy todo pero interactúa poco y no hace nada muy emocionante. Cuando un día pasas por delante de la feria de tu pueblo, de los “cacharritos” de la playa o de los hinchables que han puesto en tu barrio por las fiestas y ves a otros padres que contemplan arrobados como sus churumbeles disfrutan en el tiovivo, saltando sobre la chepa amarilla de Bob Esponja o deslizándose por una rampa mientras gritan como cobayas, te preguntas ¿cuándo podrá mi hijo montarse en estas cosas? Se pondrá montar antes de lo que crees y la etapa en el que le molará hacerlo durará mucho más de lo que te gustaría. Por fin llega el día en que tú y tu pareja no aguantáis más y decidís que vuestro churumbel no puede pasar ni un día más sin subirse a algo. Lo primero que descubres es que sin saber muy bien cómo, de repente te has convertido en una mezcla de técnico de prevención de riesgos laborales y profeta apocalíptico. Lo que hasta ese día, en tus paseos, te habían parecido “cacharritos”, “hinchables” y “cochecitos”, ahora, ante la perspectiva de subir en ellos a la sangre de tu sangre se han revelado como lo que son en realidad: una fuente de peligros inimaginable para la integridad física de tu descendencia. Primero, empiezas a hiperventilar. Miras a tu alrededor. Los otros padres parecen estar tranquilos. ¿Será que están acostumbrados? ¿Serán unos inconscientes? ¿Estarán drogados? O es que acaso no son los padres de esos niños y son unos alienígenas a los que les da igual lo que les pase a esas crías humanas? Después piensas: “vamos a tranquilizarnos, mi pareja está más histérico que yo, voy a ser la parte centrada de la pareja y además no pasa nada, no hay peligro”.Respiras hondo y empiezas a escanear las atracciones a ver cuál te parece menos peligrosa. “Castillos hinchables”. No. Tu churumbel de 2 años moriría sepultado por esa horda de niños de 7, 8 ó 9 años haciendo el salvaje…a saber quién los habrá educado, seguro que luego son delincuentes. “Camas elásticas”. Ni hablar. Tu churumbel se defiende caminando pero corriendo no, asi que saltar sobre una superficie inestable no es buena idea. Descartado. “Coches de choque”. Recuerdas vagamente que aquello era una antesala del ligoteo preadolescente. NI hablar. “Tiovivo”, los genuinos cochecitos. Aquello parece inofensivo. Sólo hay que sentar a tu churumbel en el coche de los Picapiedra, la carroza de Cenicienta, la moto de ¿de quién es la moto?, el jeep de Indiana Jones y la taza del festín de la Bella y ya está. Aquello da vueltas sobre un eje, no hay peligro ninguno. Asientes satisfecho. Vas entonces a sacar los “tickets” y descubres una nueva categoría en los sablazos. Los precios de los “cochecitos” están por encima del patrón oro. Un viaje en cacharrito cuesta más o menos lo mismo que una excursioncita en el transbordador espacial. Es tan absurdamente caro que te entra la risa cuando el ser parapetado en el cubículo forrado de fotos de coches, vírgenes y tías en bolas (en una combinación que te hace explotar la cabeza) te dice el precio. Se te congela la risa cuando ves que el fulano de turno no está de broma. Por supuesto, te acoges a la superoferta de 6 viajes por 10 eurazos. Eres un pardillo y no sabes que 6 viajes para ti van a ser una eternidad y para tu churumbel un soplo de tiempo. Armado con los tickets y sonriendo confiado coges a tu hijo y te subes con él al tiovivo. ¡Maldita sea! Aquello que parecía tan inofensivo ya no lo es. Todos los padres han estado más rápidos que tú y han montado a sus churumbeles en las cosas molonas y cerradas: el autobús de Scooby, el coche de los picapiedra y la taza de Bella. Sólo te queda el caballito y la moto..¿de quién es la moto? Te decides por el caballito, lo de la moto te lleva a pensar en Easy Rider que es algo que no te mola asociado a tu niño ahora mismo. El caballito tiene un problema. A tu hijo le da miedo la altura y a ti también. ¿Y si se resbala? ¿Y si se cae? ¿Por qué no hay cinturón? Decides entonces quedarte a su lado en su primer viaje…asi verás su carita de emoción. Será un gran momento. Y sí, va a ser un gran momento. Uno tan grande que querrás morirte y no olvidarás nunca. Aquello empieza a girar mientras una música atronadora suena a tal volumen que anula el resto de tus sentidos. ¿Qué es ese sonido infernal? Tú escuchas radiofórmula en el coche, eres moderno, conoces las canciones….pero ¿Qué es esto? No puedes pensarlo mucho porque descubres que te estás mareando y que tu pareja, que se ha quedado en tierra firme, pretende que cada vez que paséis por delante saludéis con alegría y alborozo. Te concentras: sonreír, no vomitar, sujetar al niño y saludar. Sonreír, no vomitar, sujetar al niño y saludar. El viaje se te hace eterno. Tú no lo sabes, pero cuando aquello se termina, te has convertido en una nueva especie de padre. El padre que anda lo suficientemente espabilado como para colocar a su niño en el deportivo de Barbie en el tiovivo. El padre que despreocupadamente mira a sus churumbeles deslizarse por el castillo hinchable sin que se le altere un músculo pensando en los peligros de una caída en cascada. El padre que come pipas mientras mira a sus hijos saltar en las colchonetas y hacen triples carpados con doble loop. El padre que sabe que la duración del “viaje” en cualquier atracción depende del estado de ánimo del controlador de turno y que por tanto puede ir desde los 2 minutos al cuarto de hora. El padre que sabe que el controlador de turno tiene el poder porque tiene un cronómetro y un silbato. El padre que sabe que lo de “obligatorio calcetines” es una estrategia para convencer a padres primerizos de que sus hijos no cogerán mierda en las atracciones. El padre que sabe que tendrá que fregar a sus hijos a conciencia cuando llegue a casa. El padre que tiene cronometrado el tiempo que tarda su hijo en subir por la rampa del castillo y tirarse a plomo desde arriba del todo. El padre que compra 6 tickets después de haber dejado muy claro a sus hijos que no habrá ni un viaje más ese día. El padre que mira con esperanza los coches de coche y espera el día en que sus hijos vayan solos a montarse en ellos y empezar a ligar.