Ayer ya me acosté intranquilo cuando Panchito se empezaba a lamentar. A las 3 de la mañana, hace escasas 3 horas, desperté y ya no puede volver a conciliar el sueño. Continuamente escuchaba sus casi inaudibles quejidos, una especie de susurros que ni siquiera alteraron a Pinchi.
Ahora estoy con cargo de conciencia y aterrorizado mientras escucho sus lamentos de dolor. Unos lamentos que me transmiten lo precaria de su situación y los dolores que esta sufriendo por los cálculos que obstruyen su vejiga. Mientras esperamos a que llegue la hora en que esté abierto la clínica veterinaria, aun más de 2 horas, Panchito arrastra su hinchazón por todos los rincones del pasillo, mientras deja escapar sus sonoros lamentos que me encojen el corazón. Cuando consigo crear coraje y salir al pasillo de los lamentos, ya es la hora de ir al veterinario. ...30 minutos después regreso del veterinario: -Allí hemos dejado al pobre gato, asustado y en estado de shock. -Tendrá que sedarle y ponerle una sonda, después dieta durante el tiempo de convalecencia. - 8.30 de la mañana y ya estábamos de vuelta en casa.Ansiosos por recoger a Panchito, a las 16:30 regresamos a la clínica. El doctor nos mostró al paciente y nos informó de la imposibilidad de sondarle. Decidimos esperar.
En el suelo, dentro de su caja transportadora, estaba, medio anestesiado por el sedante que le había administrado para calmarle los dolores que le producían los espasmos.
Puso la caja sobre la camilla metálica y decididamente la abrió para sacar al gato. Parecía una alfombra de piel. Inerte. Como muerto.Lo estiró sobre la fría camilla y, parsimoniosamente, inició las tareas de inmovilización, usando para ello cuatro vendas, blancas, pero sucias. Y es que éste debía ser, al menos, su 2º uso.
Lenta y automáticamente, con un perfecto y estudiado método, le fue atando las patas, las delanteras por separado y las traseras en un solo ramillete, a la estructura inferior del mueble.
Seguidamente fue despojando al paciente del abundante pelo existente en las patas para colocarle una sonda...miaauuuu!, una sonda...miauuuuuuuu!, una sonda...miauauauauuuuuuu!, desistió de la pata derecha, en su pata izquierda. "Joder doctor, si yo fuese gato también gritaría".
Al 4º intento y en la pata izquierda, acertó a poner la banderilla a la primera.
Menos mal que Waneska estaba allí para transmitirle buenas vibraciones a Panchito, para que no se sintiera solo. Por que aun quedaba lo peor, que también para Panchito.
Cuando regresé estaban los 3 sobre el gato, el doctor supervisaba y las dos ayudantes, una levantaban la cola, y la otra agarraba del pene al gato presionando para intentar introducir una aguja por el meato urinario del bicho. ¡Qué dolor!
Observé como le retiraban el cálculo, en forma de diamante negro por la sangre coagulada, cuando, después de varios intentos infructuosos, consiguió introducir una cánula por la que introdujo el contenido de una jeringuilla que supongo contendría algún producto para romper aquél cálculo.
La presión del doctor hizo el resto, agarró al gato por la zona del estómago y la vejiga y comenzó a estrujarlo como si de una bota de vino se tratara.Y Panchito orino y orino...más de 1 litro, primero orina sucia de sangre y ya después amarilla tirando a clara.
-Al regresar a casa, Pinchuco loco de contento, no sé si por recuperar la caja o por el regreso del hermano, la estampa quedó bien distinta.
Parece un herido en combate, y no es para menos.Antes que otra cosa pediros que por favor no cometáis el mismo error, no permitáis que vuestra mascota sufra sin necesidad y todo por pensar que no es necesario acudir al especialista, por que tu crees que con una aspirina se va a sanar. Ahora solo me queda esperar que todo acabe bien. Y recordad que se trata de nuestros hijos adoptivos. Llevad a vuestra mascota al veterinario. ¡Salud y Suerte!