Revista Diario
Cuando llegó a París por primera vez, allá por 1951, tuvo un encuentro casual con Gil Pender durante un agasajo realizado por Scott Fitzgerald allá por los años veinte. Ambos se reconocieron como personas que no se insertaban en el ambiente risueño de la época, de hecho Gil entabló una conversación bastante atropellada ante esa figura lunga y desgarbada que miraba con total indiferencia a Hemingway que, con varias copas de más, le buscaba pleito cuando él se atrevió a decirle que sus próximos libros iban a ser inferiores en calidad. Lo que más le llamaba la atención a Gil era que se encontraban en situaciones similares porque ambos buscaban escribir una novela que los consagre, sin embargo, cuando se cruzaron por segunda vez en lo de Gertrude Stein se había mostrado reacio a la hora en que ella le cuestionara que la idea de leer una novela de diversas formas parecía demasiada alocada. “En realidad, vine porque me dijeron que estaba Picasso”, lo dijo para luego dirigirse a entablar una conversación con el pintor para preguntarle si aún llevaba consigo la pistola que pertenecía a Alfred Jarry. “Mañana tengo que ir al 1900”, le aseguró a Gil antes de retirarse del estudio. La ultima vez que se lo cruzó fue una medianoche de 2011 por el boulevard Saint-Michel. Se lo notaba bastante contrariado. Incluso Gil buscó animarle diciéndole que se había convertido en un gran escritor, que su obra se había traducido a varios idiomas, que los transeúntes solían dejarle en la tumba alguna copa con whisky y un atado de Gauloises pero a él no le parecía novedad. Se sentaron en un café, decidió romper el hermetismo explicándole el por qué de la visita: durante un paseo junto a Alfred Jarry por el lado de allá, en la Belle Epoque, se encontró una mujer que lo había deslumbrado de nombre Adriana. “¿Esta situación es una incumbencia de la patafísica, Alfred?” le había preguntado pero Jarry a esa altura de la madrugada estaba completamente drogado y sólo pasaron un par de minutos para que fuese echado a las patadas del Moulin Rouge. Allí tuvo un paseo nocturno con Adriana donde le confesó que todavía no pudo olvidar a una persona que por diferencia de intereses, se habían distanciado. A la medianoche siguiente, la buscó nuevamente pero todos le aseguraron que Adriana había desaparecido. Fue entonces cuando él decidió transitar por distintas épocas atando cabos y se trasladó a la época que estaba viviendo Gil, buscando noticias de su antiguo amor. Pero Pender ya había dejado a Adriana en el recuerdo ucrónico y le convenció a él que debía hacer lo mismo, vivir su presente. Fue la última vez que se vieron. Años más tarde, un estudioso de la obra de Cortázar le comentó desconcertado que en una de las cartas inéditas que permanecían en manos de Aurora Bernárdez se develaba que la famosa Maga de “Rayuela” estaba inspirada en una mujer que había conocido Julio con Alfred Jarry en el Moulin Rouge durante la belle epoque.