Revista Cine

Medias naranjas

Publicado el 09 julio 2012 por Jesuscortes
La gran época para la comedia americana de los años 50 y hasta bien avanzados los 60, prácticamente la primera que en Europa no fue a remolque de ella desde el éxodo de eminentes directores y promesas del viejo continente a Hollywood, fue seguramente la última que aglutinó tres grandes circunstancias.
Nostálgicos hay de otras oleadas posteriores (de cualquier cosa en realidad) pero parece evidente que esta década (y pico, casi dos) prodigiosa sí que fue respetada y tenida en cuenta - y hablo tanto de gente del mundillo como de simples espectadores - por los que permanecían vivos y habían respirado el mismo aire que las glorias del pasado, fue igualmente seguida con avidez y sumo placer por sus contemporáneos y desde luego ha sido largamente añorada por cuantas generaciones hemos venido después. MEDIAS NARANJASEl mundo que fue ya no es, los valores cambiaron o se esfumaron, el cine lo captó y no hay mucho que hacer al respecto. Conformarse con pensar que los cineastas están ahora menos dotados y desaprenden lo poco que saben rápidamente, de alguna manera es dar la razón a los que piensan que el brillo, la finura de palabra y pensamiento, la ironía antes que el cinismo, la media sonrisa que no necesita de la carcajada y todo lo relacionado en fin con la elegancia sólo puede asociarse - comprarse - con el dinero y el estatus social. Poco aprendimos entonces de Lubitsch o LaCava, pero menos parece que nos enteramos aún de Blake Edwards o Stanley Donen, que estaban más próximos temporal y socialmente a lo que hemos conocido. En este panorama no debería sorprender la escasa atención y menor prestigio asociado a un cineasta digno heredero en cierta forma de esa tradición, pero tan "al día" como el más pintado. Con cero entreguismo a ese carrusel chabacano, iletrado e insípido, sin sentido del espacio ni del movimiento en que se ha convertido en gran medida el antiguamente infinito y delicioso campo cómico donde muchos gigantes dejaron toda su sabiduría, sorprendentemente jaleado por una considerable parte de la crítica, no sé si con poca memoria o ciega, bien pagada o convertida por sus propios medios, Emmanuel Mouret es una rareza absoluta. Y necesaria, ahora que los que llevaban el peso (repartido, cada cual a su manera, alguno hasta sin ser demasiado consciente de ello y virando a terrenos menos propicios para su talento) de esa gran tradición, menguan en número o se cuestionan cómo puede ser la comedia del presente o del futuro, qué queda y cuánto pueden utilizar de cuanto les marcó.
Ahí tenemos, sin querer hacer un catálogo minucioso, al siempre regular y puntual Woody Allen, que ya no es tan fiable como antaño - y en algunas cosas fundamentales ha cambiado -, a James L. Brooks, que se dosifica demasiado, a Hong Sang-soo que parece salir de un bucle o entrar en el siguiente, o quizás trata de reciclarse pero en definitiva autolimitándose bastante, a Jerôme Bonnell evolucionando constantemente pero no para bien y además abdicando de las frugales motivaciones del comienzo, al viejo Alain Resnais llegando tras un intrincado viaje al sabio humorismo y siendo tachado de anticuado o chocho, ahí siguen inclasificables y siempre lindando con el surrealismo Otar Iosseliani y Pascal Bonitzer, ya no podemos contar por desgracia con Eric Rohmer, imagino que en un momento quizá de cambio definitivo debe andar Arnaud Desplechin, a  vueltas con sus zombies y desclasados, de repente poniéndose trascendente, continúan George A. Romero y Tobe Hooper, recluído en su piso romano - si no se ha vuelto a Bergamo con sus fantasmas ilustrados - debe vivir aún Giulio Questi y siguen, bastante marginados e intermitentes, otros tantos. MEDIAS NARANJASMás de una década ha pasado ya desde el debut de Mouret con un mediometraje ya tan revelador, quizá algo simple, como "Promène-toi donc tout nu!" y llega ahora a las pantallas su séptimo largo, una vez más entre la indiferencia general y quizá va siendo hora de que algo cambie. No tiene la verdad un rostro que inmediatamente inspire confianza o denote innata habilidad ni como actor ni como director (alguien dijo que se parece a Fernandel) y lamentablemente no es ese reciente "L'art d'aimer" su mejor film - hasta diría que es el menos bueno -, pero igualmente vale la pena tratar de ver cualquier cosa que lleve el nombre de Mouret.
Películas las suyas tranquilas, bien construídas (y en creciente complejidad), variadas, sin fórmulas actualizadoras pese a utilizar patentemente "maneras" de otra era, sin patéticos arcaísmos, vivas y divertidas, que se fijan sobre todo en los citados Donen o Edwards y también en el legado  - sentimental o bien chalado - de los Richard Quine, Billy Wilder, Jacques Demy, George Sidney, Jerry Lewis, Jacques Tati, Frank Tashlin... incluso en referencias mucho más antiguas o mucho más olvidadas como pueden ser Buster Keaton y Sacha Guitry.
El punto álgido de su filmografía puede ser "Un baiser s'il vous plait" de 2007, en la que culmina gozosamente una evolución que lo había llevado a ganar cada vez más amplitud, introducir en mayor número y más oportunamente notas dramáticas, multiplicar personajes, jugar con la estructura y llevar a las últimas consecuencias un gusto por la narrativa, por no parar de contar historias, enlazarlas, fuesen necesarias para comprender lo hasta entonces visto o estrictamente innecesarias, pero que no por ello resultan menos interesantes.
Su obra inmediatamente anterior, "Changement d'adresse" (2006), la más romántica y pura que ha hecho hasta el momento, revelación también de la actriz que la acompaña desde entonces en todos sus films, la muy locuaz Frédérique Bel, ya era un avance importante respecto a "Venus et Fleur", algo rohmeriana, quizá doilloniana más bien y que difícilmente podía pensarse que anunciaba lo que ha venido después.
MEDIAS NARANJAS Los equívocos, los dóciles dilemas y pequeñas tragedias amorosas para tragar saliva y poner buena cara que jalonan "Changement d'adresse" y la anteriormente mencionada "Un baiser..." alcanzan su punto de ebullición y máxima concentración controlada en su homenaje a "The party" de Edwards, "Fais-moi plaisir!", quizá armada con tanta metralla cómica puramente slapstick como reacción de Mouret a la terminación de uno de sus guiones dirigidos por otros, el serio "Les bureaux de Dieu" de Claire Simon (2008).
Ahora que parece recomplicarse más la vida y acelerar sin preocuparse por dónde está el freno, en esa última parada que es de momento "L'art d'aimer", superior aún a todo lo que se mueve en el género que pulule por las carteleras (en el caso de que llegue) quizá sea un momento propicio para recuperar su debut, la encantadora "Laissons Lucie faire!", donde tanteaba buena parte de los caminos luego seguidos y que ya valdría la pena ver sólo por contemplar la chispeante performance de una de tantas actrices que parecen súbitamente distintas bajo su batuta, Marie Gillain.

Volver a la Portada de Logo Paperblog