¿Qué os parece si hoy viajamos a un lugar remoto, un sitio envuelto de historias demasiado antiguas, fascinantes y aún bastante desconocidas... difuminadas por el velo de la lejanía? Sí, tenemos que trasladarnos a un tiempo prehistórico y tocar esas piedras que llevan siglos y siglos en el mismo sitio, esperando a que alguien como yo, o como cualquiera de vosotros, pueda tocarlas y contemplarlas, sabedores de que estamos ante un monumento irreemplazable. Os hablo de ese fenómeno conocido como megalitismo, cuyas muestras repartidas por Europa son dignas de visitar. Como os comentaba en esta entrada publicada hace ya seis años, el megalitismo (mega lithos) fue una manifestación cultural iniciada en Europa Occidental a principios del quinto milenio. Surgió en el transcurso del neolítico pleno y perduró hasta la Edad del Bronce, siendo sus áreas de mayor concentración toda la zona atlántica, la Península Ibérica y Alemania.
El megalitismo comprende una gran variedad de formas constructivas, así como de significados. La falta de documentos nos lleva a interpretar, de la manera más fiel posible, para qué servían estas grandes piedras colocadas de forma tan diversa. Parece claro que eran una manifestación simbólica y religiosa, pues las construcciones más numerosas que se han conservado son megalitos funerarios, es decir, aquellos que en su interior alojaban tumbas individuales o colectivas. También podían representar signos de poder, servir de culto a los antepasados o ser un punto de encuentro para la comunidad. En este sentido, la alineación de megalitos significaba una cohesión grupal, ya que funcionaba como lugar de reunión para hacer una práctica ritual o, quizá, para ver la puesta o la salida del sol, como en Stonehenge. Con el inicio de las jefaturas individuales y la progresiva desaparición de las sociedades colectivas-grupales, el megalitismo empezó a decaer, estableciéndose su fin hacia el 2.500 a.C.
Podemos hablar de megalitismo usando los siguientes términos, según su forma constructiva: menhir, crómlech, cairn y dolmen. La forma que os traigo yo hoy es una de las más comunes: la del dolmen, una mesa de piedra consistente en dos losas en posición vertical y horizontal. Para muestra, este dolmen que fuimos a visitar en julio. Lo llaman Pedra Gentil y se encuentra en el municipio de Vallgorguina, dentro del Parque Natural del Montnegre i el Corredor. ¿Me acompañáis para conocerlo mejor? Además, ¡tiene una historia de brujas!
Para llegar hasta el Dolmen de Pedra Gentil tenéis que acceder por la entrada del Parque Natural, que se encuentra en la carretera de Sant Celoni a Vallgorguina, a unos 2 km de esta última localidad. Una vez cogido el desvío, hay que seguir por una carretera de tierra hasta encontrar la indicación que veis en la fotografía. No tiene pérdida y, además, es una excursión muy adecuada para hacerlo en familia porque no cansa. Como veis, sólo hay que subir 150 metros para ver el dolmen.
Desde el camino puede verse, a lo lejos, la iglesia de Santa Eulàlia de Tapioles, documentada desde el siglo IX, y actualmente en ruinas. Podéis acercaros a ella si queréis, está casi al lado del dolmen, pero no vale mucho la pena. Está en mal estado.
El camino de subida es precioso y está lleno de árboles. Lo que más sorprende es que sus raíces inundan toda la subida y eso lo hace aún más espectacular. Es un recorrido corto, pero muy disfrutable.
¡Por fin, el dolmen! ¿Sabéis por qué este dolmen es tan popular en esta zona? Porque tradicionalmente se decía que era el lugar donde se reunían las brujas de toda la comarca para hacer sus rituales mágicos y aquelarres. ¿Lo veis adecuado? A mí me parece que sí, porque se encuentra en la cima de una pequeña montaña, rodeado de árboles y, en tiempos antiguos, más inaccesible. Vamos, que para cultivar el paganismo era un sitio ideal. Incluso hoy en día, para conmemorar esta leyenda, en la noche de San Juan se celebra un sábat popular. ¡Mágico!
Como podéis ver, el dolmen está formado por una gran losa horizontal y siete losas verticales, tres de las cuales están sostenidas por piedras más pequeñas, como veréis en las siguientes fotografías. Están dispuestas de forma circular y en total tienen una altura exterior de 1,53 metros. Hace falta destacar que se cree que este dolmen se construyó entre el 3500 a.C y el 2000 a.C., y que fue restaurado en el siglo XIX por Josep Pradell, el propietario de estos terrenos. Siempre nos quedará la duda, por la falta de documentación, de si el dolmen que vemos actualmente es el mismo que se construyó en sus orígenes. En algún momento pudo haber sido reconstruido o incluso haber sido trasladado aquí desde otro sitio cercano, donde pudiera haber estado emplazado en algún otro momento. Nosotros ahora nos lo imaginamos así, y así quedará en nuestra imaginación hasta que se encuentren pruebas documentales.
Ubicación geográfica
Visita 07/2015
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