Título: Memorias contra la Religion. Autor: Meslier, Jean. Editorial: Laetoli. 726 Págs, 2010. ISBN: 9788492422166. PVP: 29 €
Jean Meslier fue uno de los mejores espías de la Historia. Educado en la religión católica, sacerdote desde los 22 años hasta su muerte a los 65, en 1729, Meslier se atrevió a romper el gran tabú: dijo alto y claro que Dios no existe, que la religión es una fantasía, una mentira, inventada para oprimir y explotar al pueblo.
El autor de Memoria contra la religión − Laetoli publica ahora la primera edición íntegra del texto en castellano − fue considerado por los pensadores del siglo XVIII como un revolucionario y entró en los libros de Historia como el padre del ateísmo.
Durante más de 40 años, en su parroquia de Etrépigny, al norte de Francia, Meslier escuchó con paciencia las confesiones de los supuestos pecados de los fieles. Sus maneras eran poco ortodoxas y la nobleza local solía quejarse de él, aunque nadie se había imaginado la doble vida de este hombre de Dios.
Nada más quitarse la sotana que vestía de día, Meslier aprovechaba las noches para leer todo lo que se alejaba de la Biblia. Desmenuzaba a Montaigne, Pascal, Séneca, Descartes y Fénelon − teólogo de referencia de la Francia de los siglos XVII y XVIII −, y escribía su testamento con un solo objetivo: que la gente alcance “la razón y la verdad” para “vivir felizmente”.
Meslier va al grano: la religión es “una invención e una institución puramente humana”; en la religión “está la verdadera fuente, el verdadero origen de los males que perturban el bien dentro de la sociedad humana y que hace que los hombres sean infelices”. Y no se olvida de los sacerdotes, que “engañan y despojan astutamente de sus bienes” al pueblo.
La obra podría parecer un panfleto lleno de soflamas escritas con el rencor de un hombre que se arrepiente de su vida. Pero Memoria contra la religión no es nada de eso. Son más de 700 páginas (en la edición publicada por Laetoli) que desconstruyen uno por uno, con argumentos teológicos, filosóficos cita a Platón, analiza los Evangelios los fundamentos de la fe.
Se sabe muy poco de la vida de Meslier, excepto sus malas relaciones con el arzobispado. Jean Meslier nació − casualidad de la vida − en 1664, año en el que Molière presentó Tartufo, obra condenada por la Iglesia por atacar la religión. En el sacerdocio de Meslier, los pobres siempre encontraban un banco para sentarse; sus discursos atacaban frontalmente la explotación del pueblo por la aristocracia. Es más: vivió con una mujer de 23 años cuando él tenía 32. “¡Oh horror!”, exclamó la Iglesia. “Es mi sobrina”, justificó él. Años después, tuvo a una criada de 18 años: cuando se enteraron las autoridades eclesiásticas, Meslier fue castigado a un mes de retiro absoluto en un monasterio. Testigo y víctima impotente de las injusticias sociales, Meslier decidió denunciar una sociedad basada en una impostura.
“Siente que llega el final de sus días, decide poner por escrito sus pensamientos y sentimientos, que legará como testamento a la humanidad”, apunta Julio Seoane, doctor en filosofía y autor de ensayos sobre la Ilustración.
Meslier tenía 60 años cuando empezó a escribir Memoria contra la religión; tardó más de un año en acabarlo. El titular original del texto es largo, pero lo dice todo:
Memoria de los pensamientos y sentimientos de Jean Meslier, cura de Etrépigny y de Balaives, acerca de ciertos errores y falsedades en la guía y gobierno de los hombres, donde se hallan demostraciones claras y evidentes de la vanidad y falsedad de todas las divinidades y religiones que hay en el mundo, memoria que debe ser entregada a sus parroquianos después de su muerte para que sirva de testimonio de la verdad, tanto para ellos como para sus semejantes.
Su primera víctima es Dios. ¿Por qué se muestra “discreto” ante tanta injusticia y miseria humana pero, al mismo tiempo, pretende ser amado y adorado?, se preguntó Meslier. “O existe y se burla de nosotros dejándonos en la ignorancia, o no existe”, respondió, “las religiones no pueden ser realmente divinas todas ellas ya que se contradicen unas a otras y sus credos se contraponen, por lo que resulta evidente que no pueden provenir del mismo principio de verdad conocido como Dios”. Añadió: “No vemos nada, no sentimos nada y no conocemos nada en nosotros que no sea materia”.
Meslier presenta a Jesucristo como “un hombre sin talento ni espíritu; un loco, un insensato y un miserable fanático”. Los textos sagrados son “falsedades que nunca ocurrieron”. Porque, antes de creerlas, habría que comprobar que sus autores eran personas “dignas” que “examinaron todas las circunstancias de los hechos; hechos que se corrompieron con el tiempo”.
La obra de Meslier tuvo el efecto de una bomba. Cuando el cura falleció a finales de junio de 1729 nunca se supo exactamente cuándo ni cómo, dejó dos cartas, una a su sucesor y otra al cura de la parroquia vecina, para que trataran su ensayo secreto con cuidado. Había escrito tres ejemplares. Es fácil imaginar la cara de sorpresa de los dos sacerdotes y la de los parroquianos de Meslier cuando leyeron las primeras palabras del explosivo texto del antiguo cura. El manuscrito fue enviado a las autoridades eclesiásticas en París, aunque ya era demasiado tarde: los intelectuales de la época impidieron su destrucción. Voltaire publicó una versión reducida (y suavizada) en 1762. La Francia de la Ilustración había encontrado a su profeta del ateísmo.
Ante el peso social de la Iglesia, Meslier nunca osó saltar del púlpito para gritar sus opiniones y esperó a su muerte para hacerlo. ¿Era hipócrita mientras predicaba? Julio Seoane llama a la “solidaridad” ante el dolor y la angustia de Meslier por “no saber qué hacer”. Bajo Luis XIV, el rey Sol, era peligroso meterse con el omnipresente catolicismo y los heréticos aún morían en las hogueras de un país en su inmensa mayoría rural y analfabeto. El cura escribió con la esperanza de “limpiar el mundo de iniquidades”, por “el amor por la justicia”.
En sus conclusiones, dio recomendaciones a todos los que le leerán: “¡Pobres hombres, estáis locos! Locos por creer tan ciegamente en semejantes tonterías. (…) Ha llegado el momento de liberaros de esta miserable esclavitud”. Desde las revoluciones de 1789, siempre se cita esas palabras de Meslier: “Deseo que todos los poderosos y los nobles de la Tierra sean colgados y ahorcados con las tripas de los curas”. Unos argumentos retomados por Karl Marx y los demás fundadores del pensamiento comunista.
El cadáver de Jean Meslier, el cura que se alzó contra Dios y las desigualdades, nunca fue encontrado. Ninguna lápida recuerda su memoria.
Texto: Meslier, un cura contra Dios, Guillaume Fourmont, Madrid, 02/04/2010, Diario Público – España.