Esas páginas dan para mucho: para criticar la guerra, para renegar de las fronteras de la burocracia frente al saber que no conoce fronteras. Para convertir a un café en un personaje trascendental de la historia. Sé que no les he contado nada pero no les cuento más, léanlo:
Bienvenidos amigos al café Gluck de Viena, donde en un tiempo pudieron encontrar, sentado en una mesa cada día a Jackob Mendel, librero de viejo.
