Revista Sociedad

Mentiras y omisiones

Publicado el 23 noviembre 2011 por Nestortazueco

Un grupo de investigadores británicos que estudia las disparidades salariales y sociales, la High Pay Commission, ha hecho público un informe demoledor sobre las desigualdades en el Reino Unido, un país que se ha convertido en el campeón del neoliberalismo a ultranza en el seno de la Unión Europea (UE), y cuenta con sólidos apoyos entre los dirigentes de las derechas española y polaca. La presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, sueña con que España, en términos económicos, se convierta en el futuro en una especie de Reino Unido, aunque con  más sol y mejor gastronomía. El líder del PP y futuro presidente de España, Mariano Rajoy, es más moderado que doña Esperanza, que aspira a ser una suerte de ‘dama de hierro’ mesetaria. Entre los liberales polacos de la gobernante Plataforma Cívica (PO) también se encuentran firmes defensores del modelo económico británico. Ciertamente, el Reino Unido es un país más avanzado que España y Polonia, tiene mayor productividad y es más competitivo. El Reino Unido es un país muy eficiente en el ámbito de la macroeconomía, pero extraordinariamente deficiente en el terreno social. Según Eurostat (la oficina de estadísticas de la UE), el Reino Unido es uno de los países más desiguales de la Europa comunitaria, junto con Estados como España, Italia, Grecia, Portugal, Bulgaria y Rumanía. El informe de la High Pay Commission indica que las desigualdades sociales han aumentado vertiginosamente en el Reino Unido en los últimos 30 años. Según la presidenta de este grupo de estudio, Deborah Hargreaves, “el aumento de las desigualdades es tal durante este periodo que la diferencia entre ricos y pobres en Gran Bretaña es comparable a la de ciertos países en desarrollo”. Mientras algunos magnates de grandes empresas han experimentado un aumento de sus ingresos de 4000% en las últimas tres décadas, los salarios de colectivos de las clases medias, como los profesores y los policías, apenas se han multiplicado por cuatro. El patrono de una de las 100 principales empresas británicas que cotizan en la bolsa de Londres ganó 4,2 millones de libras (4,9 millones de euros) en 2010, frente a 25.900 libras (unos 30.00 euros) anuales de media percibidas por los oficiales de las Fuerzas Armadas. El estudio demuestra que  el máximo responsable de la compañía petrolera BP gana 63 veces más que un empleado medio, mientras que en 1979 era  16,5 veces más. En el año 2035, el 0,1% de la población detendrá en sus manos el 14% de la riqueza, lo que, según la High Pay Commission, retrotraerá al Reino Unido al mismo nivel que la Inglaterra victoriana del siglo XIX. Algunos investigadores sostienen que, en términos sociales, el Reino Unido es un país en vías de… subdesarrollo. Salvando las diferencias, creo que dentro del mundo capitalista desarrollado, grandes países como Estados Unidos, España, Italia y Francia están abocados a seguir el mismo camino, si los gobernantes y los ciudadanos no lo remedian. Así las cosas, el Reino Unido necesitará 10 años de política de  austeridad para resolver sus problemas económicos, según informa el think tank independiente ‘Reform’, citado por el diario británico The Telegraph. ‘Reform’ cuestiona que los planes aprobados por el Gobierno de coalición liderado por los conservadores vayan a restaurar el crecimiento a través de la creación de un ‘boom’ en la construcción, como hizo la derecha en España cuando gobernó entre 1996 y 2004, y pide al Ejecutivo un recorte de gastos, porque  “el crecimiento lento es inevitable dados los niveles de deuda de la economía”. “Incluso bajo el mejor escenario económico, el programa de austeridad debería ser un proyecto a 10 años, con el primer mandato parlamentario alcanzando la reducción del déficit y el segundo consolidando las ganancias”, asegura  ‘Reform’.

Modernización conservadora

 El ejemplo británico viene a colación para explicar lo que está pasando en Polonia desde el punto de vista socioeconómico. El país centroeuropeo ha experimentado un intenso crecimiento económico en los últimos años. Este proceso, indudablemente, ha enriquecido a una parte de la población, pero no ha beneficiado al conjunto de las capas sociales. La precaria situación de los sectores sociales más humildes demuestra con claridad que los dirigentes polacos, liberales, conservadores o socialdemócratas, han optado claramente por un sistema económico injusto. Según los estudios llevados a cabo  por sociólogos polacos como Katarzyna Gawlicz, Ewa Charkiewicz, Malgorzata Maciejewska y Marcin Starnawski, la pobreza es un problema estructural en Polonia y no ha disminuido a pesar de la bonanza económica. La pobreza ya estaba muy extendida en la época comunista. En aquellos años de mentiras y opresión bajo vigilancia soviética, el discurso oficial de la nomenclatura comunista proclamaba  que Polonia era una sociedad igualitaria donde no existían las clases sociales. Esta convicción igualitarista, que estaba muy extendida en la población, era una cortina de humo ideológica que escondía las grandes desigualdades de riqueza y renta que los historiadores de hoy en día tratan de analizar. Como señalan en sus trabajos los sociólogos antes citados, los jubilados, las personas con disminución física o psíquica y una parte de las mujeres eran muy pobres; vestían mal, se alimentaban pésimamente y su calidad de vida era  mala. Las mujeres de las clases populares con hijos a cargo, sobre todo las madres solteras y las divorciadas, como en todas las sociedades patriarcales, soportaban una vida dura y tenían que enfrentarse al machismo de unos hombres sin sensibilidad ni educación, alcohólicos en muchos casos y violentos bastante a menudo. Estos amplios sectores sociales femeninos estaban apartados de las ramas económicas más productivas y con trabajadores relativamente bien retribuidos, como las minas, la siderurgia, la electromecánica y la construcción naval, y de las profesiones  masculinizadas relacionadas con las fuerzas militares y policiales y la alta administración del partido y del Estado. A partir de 1989, la brusca transición del  socialismo autoritario y de Estado al capitalismo salvaje y de corte mafioso que se instauró en Polonia acabó en poco tiempo con gran parte de la vieja industria y dejó a grandes masas de trabajadores –seis millones- en la calle o subempleados. Tanto es así que en los últimos 20 años, la pobreza, absoluta o relativa,  no ha disminuido, sino incluso ha aumentado en Polonia y afecta a 23 millones de personas, el 60% de la población. Esta mayoría social vive con una media de 175 euros al mes y por persona. Entre 1991 y 1992, el PIB polaco se hundió y recuperó el nivel de 1989 una década después. Durante casi 20 años, el desempleo ha oscilado entre el 16 y 20% de la población. Ha bajado significativamente en el último lustro, en parte debido a la recuperación económica y también al éxodo de trabajadores polacos fuera de su país. Unos dos millones han emigrado y hay que añadir a tres millones de trabajadores temporeros. Según el libro ‘La modernización conservadora del profesor  Pawel Kozlowski, director del Instituto de Estudios Económicos de la Academia de las Ciencias Polacas, Polonia es en la actualidad un país desindustrializado, como, dicho sea de paso, lo son también grandes Estados de Europa occidental como España, Reino Unido y Francia. Polonia casi ya no produce nada. El 54% de los bienes consumidos son importados. El 16% de los polacos trabaja en la agricultura (casi cuatro veces más que en España) y el 58% en el sector servicios, pero ésta es una rama económica que en el caso de Polonia tiene a  muy pocos trabajadores cualificados –unas 100.000 personas trabajan en cadenas de supermercados occidentales- y es de escaso valor añadido. Nadie sabe exactamente qué proporción desempeña en Polonia la economía sumergida, pero en el caso de la prostitución,  según cifras oficiales, se sabe que 20% de las adolescentes polacas –dos chicas de cada 10 menores de 18 años-venden su cuerpo a cambio de dinero u otros bienes materiales. La balanza comercial polaca es negativa, el país sigue basando una parte sustancial de su riqueza en la vieja producción minera, prácticamente desaparecida en los Estados capitalistas más avanzados de Europa, y en las remesas de los emigrantes –unos 20.000 millones de dólares al año-. Entre 1991 y 1995, una terrible inflación -más de 600% al año- arrasó las economías domésticas de millones de polacos que al acabar el socialismo real eran ya muy pobres. La mayoría de esos ciudadanos no han podido sobreponerse a esta situación de pobreza. Según el estudio del profesor  Pawel Kozlowski, cuatro millones de polacos viven con unos 380 zlotys (unos 95 euros) al mes y 1,2 millones de niños pasan hambre. Las ayudas sociales en Polonia son francamente ridículas. Muchas mujeres pobres con niños a cargo cobran prestaciones de unos 45 euros al mes. En amplias zonas del país, el paro estructural está por encima del 20%, los empleos estables han desaparecido y los sueldos no superan los 1.000 zlotys (unos 250 euros) al mes. Decenas de miles de mujeres han dejado de trabajar en las comarcas más deprimidas, donde han desaparecido  estructuras sociales como las guarderías. Muchos ciudadanos sobreviven a malas penas gracias a la ayuda de la familia, la explotación de pequeñas parcelas agrícolas que les proporcionan alimentos y la emigración temporera al extranjero. Sin la existencia de las redes informales de ayuda, muchos pobres habrían caído en la miseria más absoluta. La Iglesia católica, que sobre todo en los pueblos y ciudades pequeñas ejerce un gran control social y de las mentes, simplemente ofrece caridad a los más pobres, que es la mejor manera de negarles la dignidad ciudadana y de exigir justicia social.

Mujeres polacas

La situación de millones de polacos es muy precaria y son las mujeres las que más sufren. No parece importarle a nadie, ni a los gobernantes, ni a los partidos políticos de derecha e izquierda, ni a los medios de comunicación. Las mujeres polacas se enfrentan a muchos problemas: paro, discriminación laboral, control de su sexualidad, violencia doméstica… Los viejos valores tradicionales y religiosos reducen el papel de la mujer al de esposa y madre sumisa. La sociedad polaca ha evolucionado mucho en los últimos años, pero las mujeres polacas, incluso las más independientes y alejadas de la vieja ideología patriarcal, sufren numerosas presiones en su vida cotidiana, tanto en el ámbito profesional como familiar. Aunque en Polonia hay más mujeres licenciadas que hombres, las polacas cobran 25% menos que sus compatriotas masculinos y en sectores como el financiero, 50% menos. En 1990, el empleo femenino en Polonia era uno de los más altos de Europa. En la actualidad, sólo trabajo el 50% de las mujeres, frente a una media de  60%  en la UE. Según Eurostat, entre los países con una  tasa de empleo femenino inferior a la media de la Unión, Polonia se encuentra por detrás de España y por delante de Grecia, Italia y Malta. El desempleo golpea más a las polacas (14%) que a los polacos (10%). Polonia se sitúa entre los países europeos con mayor número de mujeres de negocios (35%), pero, sin embargo, sólo 4% de los directivos de empresas son del sexo femenino, frente a 13% en Alemania y 10% en Francia. Las estructuras sociales de ayuda a las mujeres son también muy débiles en Polonia: apenas 2,3% de los niños polacos acuden a una guardería, mientras que la media europea es de 26%. En el terreno de la sexualidad y la reproducción, las polacas lo tienen difícil, si se compara su situación con otras mujeres europeas. La píldora, por ejemplo, es cara, no corre a cargo de la seguridad social y muchos médicos se niegan a recetarla a las mujeres, porque siguen al pie de la letra las anticuadas recomendaciones del Vaticano y de la ultraderechista Conferencia Episcopal polaca. La educación sexual es prácticamente inexistente y la ley de interrupción legal del embarazo es una de las más restrictivas del Viejo Continente, lo que obliga cada año a unas 15.000 polacas a abortar en Alemania y el Reino Unido, y unas 10.000 se someten a abortos clandestinos en clínicas polacas. La violencia machista es otro grave problema: cada año mueren en Polonia entre tres y cuatro veces más mujeres que en España. Problemas tan graves como la violación, el acoso sexual y la prostitución siguen siendo cuestiones tabúes en amplios sectores sociales y los medios manifiestan una escasa sensibilidad al respecto.

La propaganda del zapaterismo

¿Y qué pasa en España? El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, que se encuentra en funciones tras la victoria electoral del Partido Popular (PP), sostiene que ha impulsado una auténtica revolución social en los últimos siete años en España. Hasta los adversarios más duros del zapaterismo aceptan la idea de que el balance socialista sólo ha sido positivo en el ámbito social. Es cierto que el Gobierno del PSOE ha tomado una serie de medidas positivas en el terreno de los derechos civiles, la igualdad entre hombres y mujeres, la lucha contra la violencia machista y la desigualdad social o la protección de las personas dependientes. Sin embargo, en muchos casos, los logros del zapaterismo han sido sobre el papel, pura propaganda. Los sucesivos Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, que han contado con la presencia de unos pocos ministros competentes y un montón de inútiles  cuyo único mérito ha sido ser fieles al jefe y no haber leído jamás un libro en su vida, han  manipulado la realidad sin ningún tipo de rubor. El zapaterismo, que, como dice el filósofo y escritor Fernando Savater, es “un cóctel intelectualmente blanduzco en el que se yuxtaponen restos de dogmas tomados más en serio de lo que merecen con efusiones sentimentales  convertidas en argumentos tras el escudo invulnerable de las buenas intenciones”, ha tenido una gran capacidad para tergiversar la realidad. Apoyado durante años por un montón de periodistas pelotas o simplemente tontos, artistas e intelectuales oportunistas y, en palabras del escritor Arturo Pérez Reverte, “conspicuos sicarios a sueldo o por la cara”,  Rodríguez Zapatero ha sido el artífice de un montaje tan falso como estrafalario; ha creado  una nueva España reencarnada en una suerte de parque temático  visitado por hombres y mujeres felices y sonrientes por sentirse cada vez más libres e iguales. El vendaval de la crisis económica ha puesto las cosas en su sitio, pero en esta España desmemoriada donde un torero, un futbolista analfabeto o una famosa de la farándula marbellí tienen más prestigio que un científico o un historiador, los males del zapaterismo no han desaparecido, aunque el leonés esté a punto de abandonar la Moncloa. Siempre quedarán Leires, Bibianas y otros gilipollas  de la misma  calaña para reírle las gracias a lo que quede del zapaterismo en la socialdemocracia española, pero se supone que con el paso del tiempo ese tumor maligno que ha sufrido el PSOE durante más de una década desaparecerá. Al menos es lo que le deseo a este partido tan importante para la democracia española. Pero bueno, a lo que íbamos: las afirmaciones del zapaterismo sobre el gran avance social que ha experimentado España entre 2004 y 2011 son en gran medida pura propaganda. Así lo certifican los datos de organismos oficiales españoles y extranjeros.

Mayor desigualdad

En octubre de 2008, cuando empezó la crisis económica internacional, un informe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) señalaba que entre mediados de los años 80 y mediados de los 90 sólo se redujo la desigualdad en España y Francia. A pesar de este dato positivo para los dos países, la OCDE alertaba que la desigualdad en España se situaba ligeramente por encima de la media de los países desarrollados. Tres años después, a pesar de los supuestos grandes esfuerzos que ha hecho el Gobierno del PSOE por mantener la cohesión social, un informe de Eurostat hecho público el pasado mes de octubre destaca que desde que estalló la crisis económica internacional, la desigualdad  ha aumentado en España, pero no en el resto de Europa. Según el denominado índice de Gini, que establece una igualdad perfecta cuando es 0 y una desigualdad absoluta cuando es 1,  en la Europa de los 27 y en 2010 España estaba en los países de cola con 0,339. Países con un índice de desarrollo menor al de  España como Polonia, Eslovaquia, Chequia, Hungría, Portugal, Grecia y Bulgaria tienen una distribución de la riqueza menos desigual que la española. Sólo tres países son más desiguales que España si tomamos en cuenta el índice de Gini: Lituania, Rumanía y Letonia. Los expertos advierten que el problema es complicado de analizar, porque en 2010 no todos los países  aportaron los datos a Eurostat, y si miramos en 2009 vemos 7 países con peor índice que España,  pero reduciéndose su desigualdad mientras que la española aumentaba.  Así por ejemplo, Bulgaria, que es el país más pobre de la UE, tenía un índice de desigualdad superior al de  España en 2009, pero en 2010 la situación cambió a favor del Estado balcánico. Los economistas recalcan que el desempleo es el mayor desigualador social, ya que los parados  tienen menores ingresos (e incluso nulos si no hay subsidio) y se tiende a repartir la riqueza de un país mucho peor. Por tanto, siendo España el país de Europa con mayor paro es lógico que las desigualdades aumenten más rápido que en otros lugares. En el PSOE presumen de políticas solidarias redistributivas de la riqueza. Los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) lo desmienten, pero gracias a la propaganda zapaterista se mantiene en España el mito de que el actual Gobierno en funciones ha sido progresista. Nada más lejos de la realidad. Incluso en época de bonanza, las políticas sociales de Rodríguez Zapatero llevaron a que el 60% de las familias perdieran renta real y la distribución territorial de la riqueza fuera más desigual. Hay que destacar, y esto no es culpa del zapaterismo, que la existencia de sistemas fiscales insolidarios con el resto del país en comunidades autónomas como el País Vasco y Navarra han creado ciudadanos de primera y segunda categoría en España. El porcentaje de rentas bajas (dos tercios por debajo de la media) ha pasado de 17,6 a 18% entre 2008 y 2009.  Entre los años 2003 y 2007, el 60% de la población había perdido renta real, y el 10% de la población se apropiaba el 70% de la riqueza financiera. El ratio de desigualdad con el zapaterismo es un 12,5% mas alto que la media europea, y mientras en Europa tiende a descender, en España se incrementa. Cinco millones de parados, 70% de asalariados mileuristas y 21% de la población que vive por debajo del umbral de pobreza son los ‘logros’ de las políticas sociales redistributivas del zapaterismo. El PSOE, en siete años en el poder, ha sido incapaz de impulsar un nuevo sistema impositivo más favorable a las rentas del trabajo y menos contemplativo con las rentas del capital. Sin embargo, ha derrochado  dinero con planes económicos ineficientes, devoluciones fiscales absurdas e injustas y cheques bebés y subsidios cuyo único fin ha sido electoralista. Las políticas sociales del zapaterismo han sido una especie de ‘peronismo de izquierda a la española’ y han tenido poco que ver con las estrategias redistributivas de la socialdemocracia en países como Suecia y Alemania en los años de bonanza económica. En el ámbito de la paridad laboral, pese a la propaganda difundida por el zapaterismo, la España ‘progresista’ y ‘socialmente avanzada’ tampoco sale bien parada. Según los datos del INE,  el 66,4% de la población activa masculina española -los que quieren y están en disposición de trabajar- tiene un empleo. En el caso de las mujeres, son sólo el 53%. Esa diferencia de 13,4 puntos supera a la media de la Unión Europea, que está en un 12,3%. Eurostat indica que entre los grandes países de la UE Italia está mucho peor que España; la descompensación entre ocupación masculina y femenina  es de 23 puntos, sólo superada por Malta, donde la brecha se convierte en un abismo con los márgenes separados por 33,7 puntos. En países de Europa central como Polonia y Eslovaquia, la brecha en la ocupación entre hombres y mujeres es también mayor que en España. Los países del centro y norte de Europa  vuelven a dar una lección de progresismo social en el terreno de la igualdad: Suecia, Holanda y Dinamarca son los que tienen más paridad laboral. La media de ocupación española de mujeres se queda lejos de los objetivos marcados para 2010 por el Tratado de Lisboa (60%). Sólo la Comunidad de Madrid, con el 60, 68%, ha hecho los deberes. Territorios como Extremadura y Castilla la Mancha, que han estado gobernados por el PSOE durante muchos años, se encuentran a la cola de España. El investigador catalán Vicenç Navarro, que ha sido un ‘compañero de viaje’ del zapaterismo, reconoce que la política social del Gobierno del PSOE ha sido un fiasco y una tomadura de pelo. Navarro, que no es sospechoso de ser simpatizante del PP, asegura en un artículo de prensa que “España es el país más desigual de la Unión Europea. Mírese como se mire, los datos hablan por sí mismos. El Coeficiente Gini (que mide el grado de desigualdad de un país) es el más alto de la UE y la distancia en el nivel de renta entre el 20% de la población de renta superior (que incluye la burguesía, la pequeña burguesía y las clases medias de renta alta) y el 20% de la población de renta inferior (la mayoría de clase trabajadora no cualificada) es la más elevada de la UE”. Abundando en la misma línea, el experto catalán destaca: “Las diferencias en la calidad de vida entre las clases sociales son también las más acentuadas de la UE. En indicadores que reflejan tal calidad, como son las cifras de mortalidad, las diferencias son enormes. Un burgués en España vive casi dos años más que un pequeño burgués, que vive casi dos años más que una persona de clase media de renta media alta, que vive dos años más que una persona de clase trabajadora cualificada, que vive dos años más que una persona de clase trabajadora no cualificada, que vive dos años más que una persona de clase trabajadora no cualificada con más de cinco años en el paro. La distancia en años de vida entre el último y el primero son diez años (repito, no diez días, o diez meses, sino diez años). El promedio de la UE son siete”. Vicenç Navarro apunta que “las políticas fiscales en España son las más regresivas de la UE-15. Nuestro país es donde menos se respeta aquel principio –que fue la guía de las izquierdas– de que las políticas públicas debieran ir creando una sociedad en la que ‘a cada uno, según sus necesidades y de cada uno, según sus habilidades’. Indicar, como lo dijo recientemente Miguel Sebastián, que ‘los impuestos no están para redistribuir la riqueza, sino para obtener ingresos’ es no sólo abandonar unas intervenciones claves para redistribuir recursos, sino también renunciar al principio que debiera ser guía para un Gobierno socialdemócrata. Parecía que, por un momento, el presidente Rodríguez Zapatero, cuando habló de enfrentarse a los poderosos, así lo entendía. Por desgracia, las propuestas hechas no traducen este compromiso. Los ‘poderosos’ no verán sus rentas afectadas seriamente y el Estado español continuará siendo el que en la UE menos redistribuya las riquezas del país, con lo cual un burgués continuará viviendo diez años más que un obrero”. En resumidas cuentas, que en España, pero también en Polonia y en muchos otros países europeos, las mentiras y las omisiones, la tergiversación de los hechos y la manipulación de la realidad hacen parte de la estrategia de las élites gobernantes.

 


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