Revista Política
Le Monde de hoy tiene un sutil ataque de cuernos a propósito de la visita de Angela Merkel al presidente español Zapatero. El despliegue de los medios oficiales españoles previo al viaje de la canciller alemana, con presencia de ésta en RTVE a todo trapo, ha suscitado al parecer los recelos franceses y cierta alarma en sus portavoces mediáticos.
Dice hoy el diario parisino en relación a España que "le pays peine à sortir de la crise" (sic), y que Alemania entre otras condiciones para ayudar, exige una mayor coordinación económica europea, lo que visto lo visto parece una exigencia razonable máxime teniendo en cuenta que son ellos quienes pagan la factura del convite. A la señora Merkel parecen entusiasmarle las "reformas" de Zapatero, y a Sarkozy también aunque menos. Más que nada porque las reformas españolas circulan por los carriles que dicta Alemania en cuanto al modo de poner orden en las finanzas públicas de cada uno de los Estados miembros de la Unión. Por su parte, parece que definitivamente Alemania va a asumir a capa y espada el liderazgo europeo y la defensa del euro, respondiendo así a los llamados casi desesperados de muchos dirigentes europeos, entre ellos el propio Zapatero.
Parece normal que a los franceses no acabe de agradarles el mayor protagonismo alemán, en la medida en que disminuye la estatura del suyo propio, más aún cuando aquél cuenta con el apoyo decidido y casi suplicado español. Por razones geoestratégicas e históricas, a Francia nunca le ha hecho gracia la excesiva complicidad entre Alemania y España. No hay que olvidar además que los mejores años vividos por España en el concierto europeo, la época de Felipe González, se basaron precisamente en un perfecto equilibrio en las relaciones preferenciales con Francia y Alemania (levemente escorado hacia esta última), que acabó convirtiendo la Unión Europea de esos años en un eje París-Bonn-Madrid.
Así pues el recién descubierto amor de Zapatero y su equipo por la Alemania merkeliana y sus reformas, no debería manifestarse y ser vivido a costa de la marginación de Francia. Europa necesita a Francia tanto como a Alemania, y España no digamos. A lo largo de la historia europea Francia ha aportado el pensamiento y el concepto político, y Alemania, el conocimiento y la acción. Son dos caballos tirando del mismo carruaje. La tentación de Zapatero por subirse a uno de ellos en detrimento de las relaciones con el otro, podría tener graves consecuencias de futuro para nuestro país.