Cuidado con mayo y junio. Son meses de renuncias, no tanto políticas, sino más bien personales. Mayo y junio son los meses del ultimátum íntimo, inconfesado. A principio de año empezaste clases de actuación o te anotaste en sociología, en percusión, en el gimnasio, en pileta, pensando que este año finalmente ibas a lograrlo, este año iba a ser distinto, todo vos ibas a ser un súper vos, más alto, parado más derecho, más flaco, comiendo menos y mejor, te ibas a poner las pilas, este año ibas a terminar la tesis, o el quincho de atrás, este año ibas a cuidar bien el jardín, a pintar, a pasarte en limpio, a sacar la bici, a encarar el trabajo con más ganas, más organizado, más eficiente. Y el comienzo de año ayudó: los meses nuevos, la compu nueva, las caras renovadas en la clase de yoga, el buen clima del fin del verano… Pero algo se cansó, quizá no vos sino las semanas mismas se cansaron, faltó la chica linda que iba a yoga, faltaron otros, una mañana quedaste sólo vos con la profe resfriada, en el trabajo no te aumentaron y te dio bronca ser más organizado y se acumularon los informes sin hacer, llovió mucho en abril y no pudiste pintar ni sacar la bici que ahora está pinchada, te ganó el yuyal, el quincho quedó en planes porque resultó muy caro, la tesis mejor terminarla en verano cuando puedas leer más, el papel de la dieta quedó crucificado con dos imanes en la heladera porque leíste que el yogur diet es cancerígeno, faltaste a pileta por el frío, el profe de percusión era medio mala onda, la sociología no es lo tuyo, en teatro francamente no te ves. Qué lindo renunciar, coronarse con el aura del derrotado, desertar, no ir más, saber que igual la vida empieza a cada rato.