Revista Cultura y Ocio

Mesosoma, el orgánulo fantasma

Publicado el 09 diciembre 2016 por Debarbasyboinas @DeBarbasYBoinas

Un mesosoma es una invaginación en la membrana plasmática de ciertas bacterias observada por primera vez en los años cincuenta. Para ponernos en contexto, en esa época ya se conocían todas las estructuras bacterianas, ya existía y se utilizaba el microscopio electrónico, la ciencia en el campo de la citología estaba bastante avanzada, por ese motivo, el descubrimiento de una nueva estructura fue una verdadera revolución.

En seguida comenzó a hipotetizarse sobre la función de este nuevo orgánulo. Aparecieron hipótesis diciendo que estaban relacionados con la formación de la pared que separaría las dos células hijas tras la división, o como lugar donde tenía lugar la fosforilación oxidativa, funcionando así como una mitocondria.

Todo eran hipótesis que se basaban en la estructura que veían al microscopio, pero veinte años más tarde ya se empezó a dudar de que tal estructura existiera. No se me entienda mal, la estructura estaba ahí, los científicos la habían visto, nadie se había inventado nada, el problema surgió al mejorar los sistemas de microscopía y diversificarse las formas de preparación.

Para ver una célula al microscopio antes hay que prepararla, normalmente esto significa por un lado fijarla, es decir, hacer que se vuelva dura para poder cortarla en lonchas muy finas. Esto normalmente se conseguía embebiéndolas en parafina o alguna otra resina dura. Por otro lado se teñían con distintos químicos para poder observar mejor su estructura.

Lo que ocurrió fue que en los ochenta se perfeccionaron las técnicas de fijación mediante criogenización, es decir, para volverla dura no se embebían en resinas si no que se congelaban. De esta manera se conseguía alterar mucho menos a la muestra y oh, sorpresas de la vida, en las muestras preparadas de esta manera no aparecían los mesosomas.

En efecto, los mesosomas no eran un orgánulo, si no una lesión de la membrana como resultado del proceso de fijación. Es decir, era un artefacto, un error debido a las técnicas utilizadas. Un error que tardó casi treinta años en refutarse, tiempo suficiente como para que calara en la comunidad científica y se diera como válido. A pesar de ello, y no sin dificultades, tras mostrar las suficientes pruebas en contra el concepto de mesosoma se desechó, demostrando una vez más la bondad del método científico, la plasticidad que tiene para cambiar de discurso ante las pruebas objetivas.

La historia del mesosoma es más que nada una historia para sentirse orgulloso de la comunidad científica, porque lo importante no es no tener errores, si no saber rectificar.

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