EL CLIC
Inspirar y espirar con rapidez, rítmicamente, para minimizar el dolor, pero ahora ya no sirve, cuando las contracciones llegan con tan poco intervalo la tranquilidad ya no se puede alcanzar. Bien lo sabe Brick, que lleva dos semanas buscándola tras la promesa que hizo de no tomar un trago al menos hasta después del parto.
Ahora está ahí, enfundado en ese traje de papel verdoso, con un gorro ridículo y cubiertos los pies por aquellos patucos, mientras sujeta la mano de la madre, o más bien deja que sea ella quien le estruje los dedos. Esto es mucho más difícil que colocar bien un lanzamiento de cuarenta yardas, se le van a quebrar con cada contracción.
Mira a Maggie casi con admiración, lo estuvo buscando con tanto ahínco que al final lo logró, a él le encandiló en uno de esos momentos de extraña languidez en los que su cabeza consigue alcanzar el clic tan ansiado, y de aquellas paces llegan ahora estos estruendos.
Toda la familia está fuera, lo presiente, velando por el orgullo de los Pollitt una vez más, unos para ver si el destino les da la razón, otros deseando que aquella criatura no vea la luz y les robe sus herencias, su madre enjugando lágrimas con aquel pañuelo que parece llevar siempre cosido a la mano, y él, el Gran Padre por antonomasia, domando al cáncer quizá por última vez, derrotándole en una última batalla que el nuevo nieto no convertirá en una guerra ganada.
Siguen siendo igual de mendaces, todos, igual de falsos, pero Maggie ha logrado llevarlo todo a su terreno. A Brick le da igual, hace tiempo que aprendió a dejarse llevar y a no beligerar más entre aquella camada de hienas. Una botella y un quintal de recuerdos, no necesita más.
Continúa aguantando los apretujones de sus manos, la dilatación va en aumento, la cabeza de la criatura ha empezado a asomar. Todo sigue su curso mientras él busca en su interior algún instinto paterno sin encontrarlo, como otros tantos instintos que también desterrara hacia tanto tiempo.
La presión mengua, se muere por darle un trago aunque fuera al frasco de éter, se ríe jugando a imaginar que le pone al niño el nombre de Skipper, Skipper Pollitt, eso acabaría con la familia. Suspira sabiendo que Maggie lo arreglará y de repente estalla el primer llanto. Ya puede lanzarse otra vez a buscar su tan ansiado clic.