Revista Cultura y Ocio
LIBRE ALBEDRÍO
- Es que yo quiero oler a lomo de ángel. - Pero alma de cántaro, N’gé, ¿cómo se te ocurre? Que tú no eres extranjero. - No lo tengo yo tan claro. Tiene que ayudarme, cabo Gutiérrez, usted es el cabo santo. - Sí, hombre, a buen árbol te vas tú a arrimar, a mí, que terminé liándome a tiros con el sol. - Usted es la autoridad. - Pero eso es más cosa de los poderes superiores, hijo mío. Yo ya no puedo enmendarle la plana a nadie. - Pues me cago yo en los poderes superiores, que para hacer estampas con las ovejas muy bien, pero en cuanto uno quiere realizarse, llegan los problemas. - No digas eso, tú sabes que estás muy bien considerado en el pueblo. - Claro, por lo folklórico de la minoría étnica, por eso no se ríen abiertamente de mí, pero ya me dirá, ni huelo a ángel, ni puedo escribir como Faulkner. - Calla, eso ni lo mientes, que te llevan al cuartelillo. - Pues eso, nada de lo importante, ni presentarme a alcalde, ni ser maestro, es que ni monaguillo. - Hombre, es que apuntas muy alto tú. ¿Y no te basta con esa amante que tienes? Sé de buena tinta que muchos te envidian por disfrutar de sus turgencias. - Eso, usted también con el racismo, que los negros sólo valemos para la coyunda por las dotaciones naturales, ¿no? Pue eso ofende, cabo, ofende como no se puede usted imaginar. - Perdona, N’gé, yo no sabía… - No, si aquí nadie sabe nada, porque a ninguno le conviene ponerse en mi lugar, pero yo quiero ser alguien per se, no por el color de mi piel. - Y eso es muy loable, hijo, muy loable. - Loable los cojones, si no me dejan ni practicar mi libre albedrío, encasillado que me tienen. - Oye, hablando del libre albedrío, ¿no has notado que estamos un poco solos? - Eso será por lo del virus. - ¿Qué virus? - Uno que dicen que ha llegado de China y que viene con los dientes afilados. - Venga ya, los chinos van a llegar hasta aquí. Qué disparate. - Lo que usted diga, pero el alcalde convocó a todo el mundo en la plaza para hacer eso que hacen ustedes de vez en cuando y que a mí tampoco me dejan. - ¿Pero cómo van a hacer flashback sin mí, hombre? Eso sería un sindiós. - Que decían que regresando al otoño ya se anulaban los efectos del virus. - ¿Y nos dejan aquí a nosotros, abandonados a nuestra suerte? - Pues ahora ya sabe lo que se siente, cabo. - Hay que ver lo que les está costando perdonarme, si fueron sólo cuatro tiros de nada. - Sí, y lo mío cuatro reivindicaciones y aquí estamos. Bienvenido a la minoría silenciosa. - Yo me voy a volver a cagar en el misterio, coño.