Revista Cultura y Ocio

Metrópolis - servicio de habitaciones

Publicado el 09 octubre 2020 por Antonioparrasanz

SERVICIO DE HABITACIONES

     ¿Es cosa mía, Agnes, o cada vez hay aquí menos nieve? Y hasta menos frío, diría yo, como si afuera todo se hubiera ido dulcificando. Bueno, qué digo, casi como lo de aquí dentro, la verdad, porque hay veces en las que ya ni reconozco estos pasillos.

    Pues no será porque no te he ido avisando, Bridget, de que todo estaba en continuo movimiento alrededor. Primero fueron los jardines, acuérdate de cómo tiraron abajo todos los setos para ir construyendo esa mierda japonesa llena de arena y árboles enanos. Y total para qué, para que luego todo se hiele y sólo veamos otra capa blanca más, como si no tuviéramos bastante con las montañas.

     A mí eso no me preocupa, ya sabes que nunca me ha gustado mucho salir, no como tú, que disfrutabas dando vueltas y vueltas por aquel laberinto. A mí lo que me dio rabia fue que derribaran las cocinas, y las despensas, con los buenos ratos que he pasado yo allí, alborotándolo todo, abriendo y cerrando armarios, jugando a hacer mil y una tartas.

    Pues para mí fue mucho peor lo del Salón Principal, qué manera de estropear aquella maravilla, con aquella barra y las fotos que estaban tras ella, yo no sé cuántas veces los maldije por arrancar nuestra memoria de la pared, no se podía ya tener menos respeto por todos nosotros, y eso que éramos más de un centenar.

  Desengáñate ya, Agnes, te lo tengo dicho, estos no son nuestros tiempos, nos están dejando sin memoria, menos mal que las alfombras las han respetado. Algún iluminado se dio cuenta del origen persa y tuvo un arrebato de cordura para limpiarlas y volver a dejarlas donde estaban. Al menos así yo no me pierdo, porque cuando se las llevaron iba de un lado para otro sin poder orientarme.

    Bueno, deja ya de quejarte que nos están esperando. Éste de hoy no lleva un triciclo, es un artilugio con dos ruedas gordísimas y que hace un ruido del demonio, y sin que tenga que mover los pies. Además, lleva esos chismes en las orejas, a ver si ahora ni siquiera nos va a oír, ya es lo que nos faltaba.

    No te preocupes, Agnes, mientras nos vea será suficiente, anda, súbete los calcetines y dame la mano, que parece que ya va a doblar la esquina. Verás qué carita se le queda a éste también.

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