Revista Coaching

Mi experiencia como voluntaria de Reiki

Por Maria Mikhailova @mashamikhailova

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Hola, amigos. Este es un artículo muy personal en el que quiero relatar mi reciente experiencia como voluntaria de Reiki en el Hospital Puerta de Hierro de Madrid. Para los que no conocen el tema a fondo, el Reiki ha empezado a considerarse como una terapia muy positiva para pacientes que reciben la quimioterapia, ya que se ha demostrado que los efectos nocivos de ésta se ven reducidos con el uso de dicha técnica de relajación.

Siempre he dicho que tengo alma de voluntaria, pero por circunstancias de la vida hasta ahora no he tenido la oportunidad de dedicarme a ello. Recuerdo aquella vez a mis 18 años que una mujer me paró por la calle, en plena Plaza de España, y me dijo que pertenecía a una organización que se dedicaba a luchar por la Paz en el Mundo y que si quería participar. Recuerdo la alegría que sentí al oír aquello y las ilusiones que tuve imaginándome luchando por una causa tan grande. Al llegar a casa se lo conté a mi familia y por desgracia no perrecibí la misma ilusión por parte de ellos. Me adviertieron de que poída tratarse de una secta, que era un sitio para los que no tenían nada mejor que hacer y que juntándose unos cuantos no se consigue la paz en el mundo.

Recuerdo mis ilusiones frustradas y la idea de que no, no iba a ayudar a que el mundo fuera un lugar mejor, no iba a tener una meta realmente importante en mi vida. Me dediqué a estudiar, a pensar, a pasear por la ciudad yo sola, buscando un sentido a mi vida en aquella primera crisis existencial que me tocaba afrontar, sin ser entonces consciente de ello. Después me dediqué a trabajar, a viajar, a enamorarme y desenamorarme, a vivir, a escribir, a soñar… pero no tuve tiempo para pensar en el voluntariado.

Han tenido que pasar más de 15 años desde aquel entonces para que pudiera saldar esa cuenta pendiente, y esa oportunidad vino en otra de mis grandes crisis, aunque crisis positiva, un cambio en toda regla: había decidido dedicarme a algo que de verdad me llenara, que me hiciera sentir que tenía un verdadero propósito en la vida, y ese propósito iba más allá del puro lucrarse o incluso destacar como profesional, tenía que ver con contribuir, con ayudar a otros.Y así comenzó una nueva etapa en mi vida, esos 6 meses en los que me dediqué a ir cada jueves al Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) para dedicar dos horas de mi tiempo a dar sesiones de Reiki a pacientes del hospital de día.

Ha sido una gran responsabilidad para mí, al principio me sentía un poco asustada: ¿lo haré bien?, ¿con lo patosa que soy, no me chocaré con los cables?, ¿causaré buena impresión en la gente? Todas esas preguntas de nuestro Ego, nuestro Orgullo, nuestra necesidad de sentirnos aceptados y admirados, porque nuestro Ego es así: se pasa la vida juzgándose y juzgando a otros, tiene unos niveles de perfección y ambición demasiado altos y no deja pasar ni una.

Pero incluso en aquel primer día sentí que había algo diferente: el Ego, mientras practicaba Reiki a los pacientes, se desvanecía, dando lugar a algo tan grande y limpio como Amor. Puedo decir que en estos 6 meses de voluntariado de Reiki los únicos momentos en los que mi Ego desaparecía totalmente eran esos. Cuando intentas ayudar a otro y lo haces desde el corazón, sin juzgar, lo único que puedes transmitir es amor. Porque el amor es la esencia de nuestra alma. Así de simple.

De hecho la magia del Reiki es que una de sus máximas dice: no puedes dar Reiki mejor o peor, porque Reiki es energía universal y esa energía es Amor. Si actúas desde el amor, no hay condicionantes, no puedes estar equivocado o tener razón, simpemente eres, actúas, eres auténtico. Esa energía no es mejor ni peor porque provenga de ti, tú simplemente eres un canal y lo único que cuenta de verdad es tu intención, tus ganas de ayudar al otro. No sabes si le habrás ayudado o no, pero eso no importa, lo que realmente importa es que te has puesto a disposición de la otra persona y has entregado de ti esa parte inalterable que es tu esencia, exactamente la misma que tiene el otro.

Hoy he tenido que parar temporalmente mi voluntariado, porque me mudo a otro país. Pero espero volver a ello en un futuro, porque como dice nuestro coordinador, Óscar:

«Lo que das —2 horas semanales de tu tiempo— es muy poco en comparación con lo que recibes a cambio —el ayudar de forma altruista a las personas que más lo necesitan en este momento—.»

Y estoy totalmente de acuerdo, el agradecimiento en la cara de las personas a las que das Reiki, personas que en estos momentos se encuentran perdidas, con miedos, incertidumbre… es algo impagable.

Cuando empecé en el hospital algunas personas que no conocen todo esto del Reiki me preguntaban: ¿pero no te da cosa ir allí, son personas que se encuentran en un momento muy duro de sus vidas? Confieso que yo iba también con ciertas ideas preconcebidas, pero en mi primer día sólo sentí amor y gratitud. Al verles yo me decía: yo podría también estar en este sillón; esto que le ha pasado esta persona, puede pasarnos a todos.

Además hay algo inequívoco que se respira en el ambiente: son personas que han enfermado, muy gravemente, sí, pero se están curando. Han sacado hacia fuera todas sus emociones reprimidos, sus miedos, su dolor y ahora muchos de ellos están sanando. Yo siento sanación, no siento enfermedad.

Y lo más bonito que sentí en toda mi experiencia como voluntaria ha sido darme cuenta de que allí, en aquel lugar donde los pacientes reciben la quimioterapia se respira amor. Las personas suelen ir acompañadas de sus seres queridos y éstos les des¡muestran amor en cada gesto, cada mirada, cada palabra… El hijo que cuida paciente a su padre anciano; la madre que besa la mano de su hija de no más de 30 años, mientras ésta recibe la quimio; la hermana que le cuenta historias divertidas a su hermana mayor para que esas horas se le pasen más rápido; el marido que mira enamorado a su mujer que luce un colorido turbante, se miran como si acabasen de enamorarse, aunque lleven juntos por lo menos 40 años.

Sí hay dolor, no vamos a engañarnos, pero también hay amor, cariño, esperanza. Y verlo, y sobre todo ser parte de ello, es, como dice nuestro coordinador, impagable.


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