Alberto Mouriño insta a educar a la sociedad en las señales "inequívocas" que presentan las enfermedades mentales. Alberto Mouriño Zelada nunca ha escondido que una de sus hijas sufre trastorno límite de la personalidad (TLP). Se lo diagnosticaron siendo adolescente, "cuando tenía 14 o 15 años", y ahora, con 39, se encuentra en un centro asistencial. "No tengo por qué ocultarlo. De hecho hay que hablar de ello, igual que se habla de las dolencias físicas. El estigma social dificulta el diagnóstico precoz y el poder optar a un tratamiento adecuado lo antes posible", sostiene este madrileño y aboga por educar a la sociedad en la captación de las señales "inequívocas" que van lanzado las enfermedades mentalesLa convivencia de esta familia residente en Villalba fue muy complicada durante décadas. Alberto recuerda que la Guardia Civil estaba "constantemente" en su casa. "Las personas con este trastorno no son malas, lo que les ocurre es que son muy inestables, bruscas, no dominan ni su ira ni sus impulsos. Es un descontrol total. Muchas veces tenía que separarla de su madre o de sus hermanos. Y a raíz de que me clavó un cuchillo a mí tomé la determinación de ingresarla. Me dijeron que tenía que denunciarla pero yo no quería que fuera a la cárcel sino a una institución", relata al otro lado del teléfono. Una institución que es privada porque en el hospital público en el que estuvo tras la agresión tardaron apenas unos días en darle el alta y llamarle para que fuera a buscarla."La quiero con locura y me duele que no esté conmigo pero tengo que pensar con la cabeza", apunta este padre de 66 años, que lleva cinco desplazándose a Palencia cada dos meses para poder ver a su hija. También acaba de comprarle un móvil nuevo para tener un mayor contacto con ella y asegura que ha mejorado bastante: "Ahora está muy contenta. Se ha hecho a estar allí y se la nota más tranquila".
Después de un lustro de viajes al centro asistencial, Alberto se ha ido acostumbrando a la situación pero afirma que es "muy duro visitar ese tipo de sitios" y destaca que le pone "la piel de gallina" ver "la cantidad de jóvenes que hay". "Al menos el 80% lo son", calcula. Él lo achaca a una falta de atención de la sociedad hacia la juventud, una juventud además con escasas perspectivas de trabajo y pocas expectativas de futuro. Porque si bien en el TLP por ejemplo hay una inclinación biológica, cuestiones del entorno social influyen en que brote de manera más exacerbada.
"Las enfermedades mentales, cuanto antes se detecten, mejor. Y pueden verse indicios ya en Primaria. El problema es que no estamos preparados para reparar en ellos", lamenta este jubilado. "No se trata de obsesionarse pero sí de que familiares, profesores y profesionales estén atentos y en el momento que detecten algún problema lo aborden con tranquilidad", continúa, a la vez que defiende la necesidad de una educación emocional en las aulas, una cuestión cada vez más reclamada por el mundo educativo.
"Las enfermedades mentales, cuanto antes se detecten, mejor. Y pueden verse indicios ya en Primaria"
Este hombre, miembro de la asociación de salud mental La Barandilla, hace ya tiempo que se propuso documentarse y aumentar sus conocimientos sobre el trastorno límite de la personalidad. Es consciente de que entender lo que le pasa a su hija le permitirá relacionarse mejor con ella, así como ayudar a otras personas sufran la misma circunstancia.
En sus redes sociales son habituales las referencias a informaciones relacionados con los trastornos psicológicos y entre ellas, las relativas al doctor José Luis Carrasco, jefe de la Unidad de TLP del Hospital Clínico San Carlos de Madrid. "La persona con TLP no carece de identidad, ni de anhelos, ni de voluntad. El problema es que los tiene ahogados por sus propios fantasmas y por los de los demás. Por eso se siente recluido y sufre, y pelea sin saber bien cómo. Hay que ayudarles a salir de esa prisión", manifiesta en uno de sus tuits el también catedrático de Psiquiatría de la Universidad Complutense, y en diferentes escritos remarca que son pacientes que se pueden recuperar.
"Estoy en contacto con él a través de internet y es muy cercano. Con lo complicada que es esta enfermedad, es capaz de explicarla con palabras sencillas", asegura Alberto, que se queja de la escasez de profesionales que hay en este ámbito. En ese contexto, considera que se va a quedar corta la cantidad de 100 millones de euros con la que el Gobierno va a dotar el plan de salud mental.
A su juicio, con la situación en la que se encuentra la juventud y tras las secuelas que está dejando la pandemia, el número de ciudadanos con enfermedades mentales o con problemas emocionales irá en aumento y serán necesarios más recursos para afrontarlo. Recursos fundamentalmente humanos que permitan utilizar la medicación en su justa medida y no abusar de ella, como valora que ocurre ahora.
"La medicina es más barata y sana cuando es preventiva y en estos casos ocurre lo mismo", agrega y la conversación va llegando a su fin tras quedar corroborado que Alberto no se corta ni se esconde. Cuenta su historia y la de su familia sin tapujos porque "esta también es la vida".
Fuente: 20minutos
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