Esta es mi historia, un resumen de mi vida, la cual publicaron en el blog de sdesalud.es, cuyo autor es Pedro José Soriano Martín, y que recomiendo que paséis a visitarlo.
ENFERMA RENAL DESDE SIEMPRE
Me llamo Ana y tengo
48 años. Soy enferma renal desde prácticamente siempre. Recuerdo estar entre
médicos, agujas y medicamentos desde que era bien pequeña. Les tenía y les sigo
teniendo miedo a los pinchazos... nunca me acostumbraré. Siempre he sido una
persona positiva, con mucho ánimo y fuerza, aunque como todo el mundo he tenido
mis épocas malas e incluso terribles. Pero, a pesar de ello, hasta en los
momentos más duros, intentaba luchar para seguir adelante.
Siempre fui una niña
de mal comer y con mucha facilidad para pillar resfriados y amigdalitis. No lo
sabíamos, pero la enfermedad ya estaba campando a sus anchas por el interior de
mi cuerpo, intoxicándolo. Recuerdo con bastante claridad las eternas horas con
la boca llena de comida y mascando y mascando sin llegar a tragarla. Para mí
era una tortura la hora de comer.
Otra cosa que
recuerdo, y eso que sólo tenía 10 años, es que los tobillos se me hinchaban,
pero, como niña que era, no le daba mayor importancia.
Cuando mis padres se
dieron cuenta de que algo no funcionaba bien, ya tenía mi cuerpo lleno de
toxinas y líquidos. En aquella época, y hablamos de casi 40 años, esta
enfermedad era prácticamente desconocida.
Me llevaron al
hospital de urgencias con 11 años y los médicos me vieron tan mal que no tenían
muy buenas expectativas para mí. Comenzaron a darme un fuerte tratamiento a
base de corticoides y otros medicamentos que no recuerdo bien.
Resultado: logré
salir adelante y mantener un tiempo una pequeña función renal. Era la época más
difícil de una persona, la adolescencia, y yo parecía un globo debido a los
corticoides; incluso la piel se me había resquebrajado por varias partes de mi
cuerpo dejando unas estrías para toda la vida. Pero, a pesar de todo lo que
estaba pasando, yo era un jovencita muy coqueta y presumida, con muchísimas
ganas de vivir y con un ánimo bien alto. Con 15 años estudié estética, ya que
me encantaba el mundo de la belleza y el maquillaje. Pero... fue terminar el
curso y recibir la peor noticia para una chica de 16 años. Necesitaba la
diálisis para poder seguir viviendo.
LA DIÁLISIS
Para todo aquel que
no lo sepa, la diálisis es una terapia que sustituye la función de los riñones
enfermos. Hay dos clases de diálisis: la hemodiálisis y la diálisis peritoneal.
Para explicarlo de forma resumida diré que la hemodiálisis es un proceso en el
cual se eliminan los desechos y los líquidos de la sangre. La sangre sale fuera
del cuerpo a través de un sistema de tubos y de un filtro especial que la
limpia para luego regresar al cuerpo. La diálisis peritoneal es otro
procedimiento que sustituye la función de los riñones. Por este sistema se
elimina el exceso de agua y las sustancias tóxicas del organismo aprovechando
la membrana peritoneal para filtrar la sangre.
En cuanto recibí la
noticia de que me debía preparar para la hemodiálisis, no tardaron en
realizarme la fístula, que es un acceso vascular en el que una vena y una
arteria se unen para permitir el flujo elevado de la sangre y disponer de una
vena en condiciones adecuadas para la punción.
Pero como esta
fístula debía de tener un tiempo de curación y maduración para estar preparada
y poder ser pinchada, me tuvieron que insertar un catéter para realizarme
diálisis peritoneal durante 24 horas seguidas cada dos días. Para mí aquello
era un sufrimiento continuo, pero lo soportaba porque quería encontrarme mejor.
Las primeras
hemodiálisis fueron horribles, con aquellas agujas que parecían cuchillos
rajando la piel y la carne de mi brazo y aquellas máquinas que constantemente
pitaban y se estropeaban. Hace 30 años las cosas no eran como ahora.
Mientras tanto, mis
padres comenzaron a realizarse las pruebas de compatibilidad, resultando el riñón
más compatible el de mi padre, que no dudó ni un segundo en donarme su riñón.
LLEGA EL PRIMER TRASPLANTE
A los 17 años, mi
padre y yo nos encontrábamos realizándonos pruebas y más pruebas para mi
trasplante, cuando un día, recibimos una llamada a la hora de la comida. Me
levanté de la mesa, pensando que era "un amigo especial" y corrí a
contestar, cuando la voz que me habló me dijo: << Ana, vente para el hospital que hay un riñón para ti>>.
Eso no lo esperaba, yo estaba preparada para un trasplante programado, el de mi
padre, y no había pensado en la posibilidad de que me llegara uno de cadáver.
Ahí ya sólo recuerdo que todos nos levantamos de golpe de la mesa, mi madre
preparándome ropa y aseo para el hospital, mi padre llamando a mis tíos para
que se quedaran con mis hermanos menores, yo delante del armario mirando la
ropa que me iba a poner y con el corazón a mil...
Cuando llegamos había
otro posible receptor y después de varias horas de espera el riñón fue para mí.
El trasplante fue muy
bien y en algo más de una semana estuve en casa. El riñón me lo colocaron en la
fosa ilíaca izquierda (trasplante heterotópico) Lo malo es que tuve problemas
con el uréter y tuvieron que volver a abrirme dos veces más.
Por desgracia, este
riñón no me fue muy bien desde el principio y al cabo de dos años lo rechacé,
volviendo de nuevo a diálisis, esta vez a diálisis peritoneal.
LA DIÁLISIS PERITONEAL
En la actualidad, la
diálisis peritoneal es mucho mejor que antiguamente, sólo asoma un pequeño
catéter en el abdomen y hay dos tipos de diálisis: la ambulatoria, que se
realiza a lo largo del día varias veces de forma manual, y la otra opción es
con cicladora, que se realiza durante el sueño nocturno con una máquina
automática.
Cuando yo comencé
esta diálisis no sólo se dejaba el catéter sino que también debías de llevar la
bolsa vacía del líquido atada con una especie de cinturón. Y esto, unido a los
dos litros constantes que llevaba en el interior del abdomen, hacía que tuviera
algo de "barriguita". De todos modos, yo lo solventaba con faldas
anchas y ropas amplias y no por ello dejaba de salir y divertirme. Además por
aquellas fechas, con 19 años, era una ligona y tenía, a pesar de todo, mucho
éxito con los chicos. Más de una vez, estaba con los amigos y volvía a casa, me
realizaba el cambio de la diálisis y volvía de nuevo al baile.
Entretanto, mi padre
y yo tuvimos que pasar por todas la pruebas pre-operatorias de nuevo. Nuevos
análisis, nuevos electrocardiogramas, nuevas endoscopias... Hasta que por fin
llegó el día esperado y temido.
2º TRASPLANTE DE DONANTE VIVO
Se fijó la fecha para
la operación e ingresamos. Yo no estaba demasiado nerviosa por mí, pues ya
había pasado por una operación similar, sino que estaba algo preocupada por mi
padre. Él, tan sano, iba a entrar a quirófano para donarme uno de sus riñones.
Mi padre también arrastraba algo de nerviosismo ya que, según nos dijeron luego
los nefrólogos, los niveles de glucosa le habían subido bastante. Por ese
motivo, el día antes de la operación, ésta se canceló y nos mandaron a casa
durante unos días a ver si bajaban esos niveles. Imaginaos como nos quedamos.
Quince días después
volvimos a ingresar y esta vez sí que nos metieron en quirófano. Mi madre, la
pobre, es la que peor lo estaba pasando. Recuerdo que prácticamente nos
metieron a los dos a la vez en quirófano. Mi padre entró antes y luego fui yo.
Cuando desperté de esa operación, lo primero que hice fue preguntar por él.
Todo había ido perfecto y mi riñón había orinado nada más colocarlo. Esta vez
se colocó en la parte derecha del abdomen. La recuperación fue rápida. A mi
padre le dieron el alta a los 6 días, justamente en Nochebuena y a mí al día
siguiente, en Navidad.
Todo iba bien, pero
al cabo de 4 años este riñón también falló. Ahí fue cuando mi moral bajó,
aunque por poco tiempo, porque siempre he sido una luchadora y me he crecido
ante la adversidad. De nuevo, a la diálisis, de nuevo a pasar por todo,
incluyendo la extracción del riñón trasplantado, otra fístula, otra vez a la
lista de espera.
3º TRASPLANTE RENAL (AÚN FUNCIONANTE DESDE EL AÑO 1991)
Durante todo estos
años, siempre me había cuidado, había hecho ejercicio, aún estando en diálisis,
y era (y soy) una persona extrovertida, alegre y optimista. Por todo ello tenía
una buena calidad de vida a pesar de mi enfermedad. Al volver a diálisis,
decidí cuidarme mucho más, aprender todo lo que pudiera para que mi cuerpo
estuviera en las mejores condiciones físicas y psicológicas en caso de
presentarse un nuevo trasplante. Seguí con mi vida y un día... mejor dicho… una
madrugada, sonó el teléfono.
A esas horas no suele
llamar nadie, por lo que mis padres y yo saltamos de golpe de la cama (yo vivía
con mis padres por estar separada). Llamaban del hospital que había un posible
donante para mí, que fuera para allí pero que me lo tomara con calma, pues el
órgano todavía estaba en camino.
Cuando llegamos, el
hospital estaba solitario, era la una de la madrugada... de vez en cuando
alguna enfermera que cruzaba por el pasillo. Después de varias horas de
incertidumbre, nervios y esperanza, me comunicaron que el riñón sería para mí.
Creo que eran las cuatro de la madrugada cuando me conectaban a la máquina de
diálisis para estar completamente limpia.
Tras la
"limpieza", procedieron a realizarme todo el protocolo preparatorio
pre-trasplante: me colocaron una vía, me rasuraron, me pusieron un enema, ducha
con gel desinfectante, me pintaron con yodo y bata de papel verde.
Estuve todo el día en
ayunas, en la cama (cualquiera se levantaba con ese camisón de papel), y sin
saber si salir corriendo o esconderme debajo de las sábanas. Mi familia,
alrededor de mi cama, me hablaba de temas triviales, para hacer menos larga la
espera... espera que se prolongó hasta las ocho de la noche.
El cirujano que pasó
a verme antes de la operación me comentó que el riñón me lo pondrían en la
parte derecha de mi abdomen (trasplante heterotópico).
Por fin vino el
camillero que me llevaría al quirófano; mis nervios habían ido creciendo a
medida que pasaban las horas y aunque me dieron un tranquilizante, hubiera
necesitado una dosis de caballo para calmarme.
De la operación no
puedo comentar nada (yo no me enteré), pero según mis padres y mis familiares
estuve muchas horas dentro del quirófano (entré a las 8 de la noche y salí a
las 8 de la mañana).
Hubo complicaciones.
Según contó el
cirujano a mis padres, cuando salió de la operación, completamente agotado,
habían intentado ponerme el riñón en la zona derecha del abdomen, pero les fue
imposible implantarlo; no habían podido unir el riñón con vasos y arterias ya
que estaban "estropeados" de mi anterior trasplante, un
"arreglo" que me tuvieron que realizar y posterior trasplantectomía.
Por lo tanto, tuvieron que implantarlo en su zona habitual, en mi costado
izquierdo (trasplante ortotópico).
Cuando me sacaron de
la U.C.I, después de pasar todo el día en reanimación, medio dormida, medio
despierta, apenas vislumbré a mi familia en el recorrido hasta la habitación
aislada donde permanecería durante un mes.
Nada más llegar,
después de instalarme en mi cámara aislada me conectaron a la máquina de
diálisis. Yo me sentía un poco rara, porque todavía no comprendía cómo podía
dolerme, además de la zona del abdomen, la zona lumbar. Además podía notar que
tenía una cantidad enorme de drenajes y tubos. Todavía no me habían comunicado
como había transcurrido la operación.
Más tarde, ya un poco
más despejada y más dolorida, vino el cirujano a explicarme, a grandes rasgos,
como había transcurrido el trasplante. Yo no sé cómo me sentí... para mí era
raro, saber que me habían abierto dos veces para implantarme el nuevo riñón.
Dos cicatrices enormes, no sé cuantos puntos (porque hace 21 años eran puntos
de sutura... de esos que se cosen).
Los primeros días
fueron difíciles y lo pasé bastante mal, no había un punto de mi cuerpo que no
me doliera, y lo peor era que al no orinar, tenía que dializarme a diario, con
un gran hematoma en mi brazo que no daba tiempo a curarse. Dolor, dolor,
dolor.... era lo que sentía. Además de la soledad de estar aislada, teniendo
que comunicarme con mi familia a través de un telefonillo que había en la
habitación.
De todas formas, a
pesar de parecer una especie de "robot", con tantos empalmes y tubos,
yo procuraba cuidar mi piel y mi cara y estar más o menos atractiva. Me
levantaba con cuidado, con todas mis conexiones, e iba al aseo. Allí me ponía
mis cremas para la piel y para el cuerpo.... ¡¡Hidratación, cuidado de la piel
y belleza ante todo!!.
Con el pasar de los
días fueron retirando tubos, drenajes, sondas y empecé a encontrarme mejor,
aunque hasta que no pasaron 21 días no empecé a orinar.
Un día me levanté con
una terrible sensación de ir al baño, y pensé:
"-No sé para que lo intento, si no va a salir
nada "-.
Cuando fui al lavabo
oriné una mezcla de sangre y orina, muy poco, pero lo suficiente para ver que
había esperanza.... Llamé con insistencia al timbre y al venir las enfermeras
les conté, con palabras entrecortadas por las lágrimas, lo que había sucedido.
Vino el médico y hasta él se puso muy contento, aunque me dijo que tendría que
seguir con diálisis para ayudar al riñón a arrancar del todo. Al siguiente día
oriné medio litro y al otro dos litros. A partir de ahí, dejaron de dializarme
y el riñón comenzó su función renal a tope.
El mejor regalo de
cumpleaños de ese año fue que me dieron el alta ese día, con un riñón que, a
pesar de los malos comienzos, funcionaba estupendamente.
MI BLOG
Como he dicho anteriormente,
soy una persona a la que le gusta cuidarse y mantener un estilo de vida
saludable y a lo largo de toda mi vida, me ha interesado conocer todo lo
relacionado a mis cuidados y a saber manejar mi enfermedad. Con los años, he
ido adquiriendo costumbres y hábitos de vida sana y buscando información
(revistas, libros, televisión, internet, de personas con experiencia). Siempre
he comprobado que, a pesar de mi enfermedad, el cuidarme tenía muchos
beneficios. Tomo un tratamiento inmunosupresor contra el rechazo renal que
tiene una larga lista de efectos secundarios. Por ello, también debo protegerme
del sol, revisiones anuales al dermatólogo, oftalmólogo, ginecólogo… para
evitar cualquier problema derivado de la toma de estos medicamentos.
Y precisamente por
toda mi larga experiencia como enferma renal y por mi interés por todo lo
relacionado a la salud, la belleza y el bienestar físico y mental, decidí hace
algo más de dos años, crear mi actual blog "Vivir con insuficiencia renal". Con él intento transmitir, a enfermos renales
y a todos en general, la importancia de cuidarse y mantener un estilo y unos
hábitos de vida saludables, además de aportar positividad y esperanza.
También intento
difundir la importancia de la donación de órganos, tejidos, sangre y médula,
porque con este gesto altruista, solidario y generoso se puede ayudar a muchas
personas a salvar y mejorar su calidad de vida.
Esto es, a grandes
rasgos, mi vida como enferma renal, y desde aquí quiero agradecer a mis padres
todo lo que han hecho por mí. Han sufrido mucho y han tenido que estar muchas
noches, sobre todo mi madre porque mi padre debía trabajar, a mi lado en el
hospital. Toda la vida cuidándome y estando pendiente de mi salud, pero a la
vez dejando que me realizara como persona, que viviera mi vida con mis aciertos
y mis errores y dándome todo su apoyo. Ahora me toca a mí, cuidarlos y estar
pendiente de su salud. Y ahí voy a estar…siempre.
Gracias a todos por
haberte compartido un trocito de mi vida. Ya sabéis donde podéis encontrarme.
Ana Hidalgo