Señoras, señores, en el culo tengo flores.
Y nos moríamos de la risa. Eso decía al levantarse del sofá para irse a la cama. Muy serio pero con su sonrisilla traviesa, decía estas palabras al levantarse de su sitio en el sofá y dejarnos allí viendo la tele mientras él se iba a la cama a escuchar la radio hasta dormirse.
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Bueno, esto ha estado muy bien pero ¿para la otra muela?
Aunque estuviera lleno, aunque hubiera comida sobre la mesa y más en la cocina, muchas veces decía esto solo por hacer rabiar a mi madre. Le encantaba comer.
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¿Queréis ir al cine?
¡Síiiiii!
¿Al de las sábanas blancas?
Nooooooo
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"Si no hubiera tenido cuatro hijos, ahora, en vez de dolores de cabeza y preocupaciones tendría el sueño de mi vida, un Porsche 911 negro y tiempo para conducirlo. ¿Cuánto queda para que os vayáis de casa?"
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"Yo quería una hija, una princesita cariñosa... y naciste tú".
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¡Qué suerte tenéis!
Siempre escribía esta frase en las tarjetas de felicitación de las listas de bodas. La primera vez que lo vi fue cuando le acompañé al Corte Inglés de Princesa un día de verano para hacer el regalo al hijo de un amigo suyo que se casaba.
- ¿Qué suerte tenéis? ¿Por qué pones eso? - le pregunté
- Porque tienen mucha suerte, se han encontrado.
Me pareció mágico y desde entonces es lo que pongo yo en cualquier felicitación de boda.
Aquel día, después del regalo mi padre me invitó a comer. Yo tenía 18 años y era muy raro que fuéramos los dos solos a un restaurante. En la última planta del Corte Inglés, en un sitio que en aquel entonces me pareció muy lujoso.
- ¿Pedimos arroz con bogavante? me preguntó con una sonrisilla.
El maitre nos dijo que tendríamos que esperar 45 minutos.
- No importa, esperaremos. Tráiganos una botella de Viña Esmeralda y un plato de jamón bueno.
No recuerdo de qué hablamos, no recuerdo que me contó él ni qué le conté yo. Fue el mejor arroz de mi vida, por la comida y la compañía. Mi padre hizo salir al cocinero para felicitarle en persona.
Siempre que como arroz en un restaurante espero que sea tan bueno como el de aquel día, tan especial... pero nunca lo es.
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Nos vemos mañana.
Esas fueron las últimas palabras que me dijo.
No volvimos a vernos. Se me está olvidando. Se me olvidó el sonido de su voz, a duras penas encuentro cosas que me recuerden su olor y, ayer, pensé que tampoco recuerdo su tacto. Llevo 7 años escribiendo sobre él para que no se me olvide.
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La vida cambia rápido.
La vida cambia en un instante.
Te sientas a cenar, y la vida que conoces se acaba.
Joan Didion
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Nos vemos mañana... y ese mañana no llega nunca.