Nací en Madrid pero no soy de aquí porque no me siento de aquí. Todo el mundo sabe que odio esta ciudad con todas mis fuerzas. Trabajo en Toledo desde hace diecisiete años y, a Dios pongo por testigo, he blasfemado contra esta región cada uno de los días de esos diecisiete años, pero ahora paso días y noches en Alcázar de San Juan porque la vida es así, y cuando dices "Ni de coña", te espera en el futuro con un "Si, ya, claro". Uno de mis abuelos era de Madrid, otro canario de madre cubana, padre catalán y abuelo francés. Otra abuela era de Villafranca de la Sagra y otra de Salamanca. Mi primo emigró a Argentina y tengo otra prima rusa. Quiero ser francesa, que me llamen Annette e ir al curro en bici con una cesta llena de pan y paté. No creo que en España se coma mejor que en el resto del mundo aunque podría alimentarme de jamón y tortilla de patata. Odio el sol y adoro la lluvia y creo que los españoles, todos, somos maleducados, gritones, pícaros y malpensandos... aunque intentemos quitarnos.
Cuando era pequeña pensaba que del único lugar que se podía ser bien, que lo único lógico era ser de Madrid, de España. Mi universo era reducido y toda la gente que quería y que me quería estaba aquí. Todo lo que pasaba, pasaba aquí, ¿cómo vivía la gente de otros lugares cuando todo lo bueno estaba aquí? Después descubrí que eso era una majadería y que se podía nacer en cualquier sitio y ser de cualquier sitio, aprendí que lo mejor es ser de varios y de ninguno. O de todos.
Dice Lili (si no la leéis ya estáis tardando) que «si tuviera que colgar una bandera, sería un paño de cocina». En mi ventana, yo colgaría una sudadera mugrienta que tengo desde los catorce años. Es azul o, mejor dicho, lo era, ahora es de un color que solo yo reconozco y que es el color de mi primer verano en Comillas. La sudadera me la compró mi madre crecedera aunque apuesto a que nunca pensó que fuera a durarme treinta años. Me la pongo en casa, para dormir cuando tengo miedo o estoy asustada. Las mangas me llegan a los codos y los restos del elástico de la cintura me quedan ombligueros, pero sería mi bandera porque es el único trapo que representa lo que fui, lo que he sido y lo que espero ser. Si me ves con esa sudadera puesta es que te quiero mucho. Y si la tengo que colgar en algún sitio que sea en la ventana de una casa, que se llamara Orbela y que todavía no tengo, en un sitio que todavía no conozco.