El 16 de abril de 1988, hace ya 25 años, era estrenada en Japón “
Mi vecino Totoro” (Tonari no Totoro), una de las más extraordinarias producciones animadas de Studio Ghibli.Hayao Miyazaki, no podía ser otro, firmaba el precioso guión (storyboard incluído) y la magistral dirección de esta pequeña delicia cinematográfica. El fabuloso cineasta japonés había debutado como director en 1971 y en la pequeña pantalla con la serie “Lupín”, a la que pronto seguirían otras como “Conan, el niño del futuro” o “Sherlock Holmes”.
En
el cine, Hayao nos había dejado ya “El castillo de Cagliostro”, “Nausicaä del
Valle del Viento” y “El castillo en el cielo”. Tras “Mi vecino Totoro”, nos
regalaría también “Nicky, la aprendiz de bruja”, “Porco Rosso”, “La princesa
Mononoke”, “El viaje de Chihiro”, “El castillo ambulante”, “Ponyo en el
acantilado“… Qué maravilla.
“'Mi vecino Totoro' marcó un aparente punto de inflexión en la carrera de Miyazaki
que, en realidad, no era sino una estrategia para subrayar algo que siempre
había estado allí: la atención a lo minúsculo, la revelación de lo fantástico
como una inmanencia de lo real, el reto de animar (o de simular a través de la
animación) la elocuencia de lo natural y lo humano”
(Jordi Costa, Cahiers du Cinéma)
En los primeros apuntes argumentales de Miyazaki tan sólo aparecía una niña de edad intermedia entre las de Satsuki y Mei. Al no funcionarle bien así la historia, Hayao decidió que fueran las protagonistas dos hermanas de distintas edades, motivo éste por el que existen bocetos, ilustraciones y carteles (como el que figura arriba) que nos muestran a la única niña del argumento original.
“Una de las más bellas películas legadas por el cine de la década de los ochenta… Una de las mejores aproximaciones al universo de la infancia, entendida como un espacio mágico y vital, tan bello como a veces tenebroso, donde los niños son por última vez niños antes de precipitarse a la mediocridad de la vida adulta. Todo ello contado, además, con una excepcional sensibilidad, una imaginación desbordante y un exquisito gusto visual” (Tomás Fernández Valenti, Dirigido por)“¿Los fantasmas suben escaleras?”
La pequeña y simpatiquísima Mei hablaba a través de Chika Sakamoto, actriz de doblaje desde 1983 cuya voz había sido ya oída en “Nausicaä del Valle del Viento” y, tras “Mi vecino Totoro”, en “Nicky, la aprendiz de bruja”.
A la hermana mayor de Mei, Satsuki, le prestaba su voz Noriko Hidaka, en el mundo del doblaje desde 1984 y ya habiendo aparecido en ocho series televisivas antes de intervenir en “Mi vecino Totoro”.
“Un relato hipnótico con un pie en la realidad y el otro en la más desbordante imaginación. Un cuento maravilloso”
(Alberto Bermejo, Diario El Mundo)El personaje de Totoro revoloteó por la cabeza de Hayao Miyazaki a lo largo de diez años con lo que, una vez realizada la película, el cineasta no pudo por menos que convertirle en el logo de su maravilloso estudio de animación.
Para crear a tan mágico personaje, Miyazaki combinó diferentes animales…
… entre los que se encontraban el tanuki (mapache japonés), el gato (orejas y cara)…
… y el búho (marcas en el pecho y sonido que hace en la noche con su ocarina).
En cuanto a su nombre, Totoro, procedía de la mala pronunciación que Mei, en la versión original de la película, hacía de la palabra japonesa “tororu” (troll).
“El de Miyazaki es un universo idealizado y benigno. No se pierdan a Totoro ni al gato autobús, que revelan la maestría de Miyazaki” (Antonio Weinrichter, Diario ABC)
Hitoshi Takagi les ponía voz tanto a Totoro como a Gatobús. Takagi ya había sido oído en diversos cortos y series televisivas, entre otras como narrador de “El bosque de Tallac”, antes de su participación en “Mi vecino Totoro”.
Según el folklore japonés, los gatos suficientemente viejos tienen poderes mágicos que les permiten cambiar de forma, son los llamados “bake neko”. Gatobús es, por supuesto, un gato mágico.
“'Mi vecino Totoro' destaca por una cadencia absolutamente impensable en el cine de hoy. Humanista, solidaria y terapeútica”
(Javier Ocaña, Diario El País)A Tatsuo Kusakabe, el padre de Mei y Satsuki, le oíamos gracias a Shigesato Itoi, redactor, ensayista y diseñador de juegos japonés que apareció como actor en cuatro títulos cinematográficos pero tan sólo en esta ocasión como actor de doblaje.
Sumi Shimamoto le prestaba su voz a Yasuko, la madre de las dos niñas. En el cine desde 1979, Sumi ya había hablado a través de Lady Clarisse en “El castillo de Cagliostro” y de Nausicaä en “Nausicaä del Valle del Viento”. Tras “Mi vecino Totoro”, también fue Toki en “La princesa Mononoke”.
A Kanta le oíamos gracias a Toshiyuki Amagasa quien, tras “Mi vecino Tororo” aparecía ya tan sólo en otros dos títulos cinematográficos, retirándose de la actuación en 1990 para dedicarse por entero a la enseñanza.
Tanie Kitabayashi era Nanny, la abuela de Kanta. Tanie llevaba en la gran pantalla desde 1950, año en el que debutó como actriz a las órdenes de Akira Kurosawa, y compartiendo cartel con Toshirô Mifune en “Escándalo”, y había aparecido ya en clásicos como “Los niños de Hiroshima”, “El arpa birmana” o “El hermano mayor”, entre más de un centenar de títulos cinematográficos.
Y, entre otros muchos nombres, Hiroko Maruyama, Masashi Hirose y Machiko Washio nos hablaban, respectivamente, a través de la madre de Kanta, el padre de Kanta y la profesora de esta historia.
“Mi vecino Totoro” se estrenó conjuntamente con “La tumba de las luciérnagas”. Según cuentan, por no confiar demasiado los productores en el éxito comercial de la primera, aunque también se habló de la intención de contrarrestar con su alegría la segunda.
Premiada como mejor película por el prestigioso magazine japonés Kinema Junpo Awards, “Mi vecino Totoro” era también galardonada por el reconocido diario japonés Mainichi Shimbun. Asimismo, Miyazaki obtenía un Premio Especial en los Blue Ribbon Award concedidos por los principales periódicos deportivos de Tokio.
La historia de “Mi vecino Totoro” se desarrolla en Tokorozawa, ciudad de Tokio donde años atrás vivió Miyazaki. Estos maravillosos espacios naturales aún existen gracias a un movimiento de conservación que nació a raíz de “Mi vecino Totoro”, al donar Hayao Miyazaki y otros colaboradores cerca de 73 millones de yenes (unos 650.000 euros) con el fin de preservar el lugar y evitar además que se construyera en él.
Asimismo, fueron donadas muchas de las ilustraciones de la película para ser utilizadas con este objetivo en panfletos, carteles y otros artículos promocionales.
Y ya no os cuento más. Aquí lo dejo para que, si aún no la habéis visto, no os demoréis en descubrirla y, si ya la conocéis, os la veáis de nuevo, una y otra vez. ¿O acaso pensáis que no lo merece?
“Mágica, mágica, mágica” (Clementine, La Gran Pantalla)