Revista En Femenino
El otro día mi hija mayor estropeó el aparato del TDT y ahora en casa no se puede ver la televisión.Naturalmente habrá que comprar otro de esos artilugios para que las peques disfruten de los dibujos infantiles. Si por mi fuera la televisión podría permanecer apagada sine die.
Creo que soy la única persona que conozco que no ve la tele. No tengo ese hábito desde hace años, ya no me entretiene (aprovecho para decir que tuve una época en la que fui fiel seguidora de "Médico de Familia", "Periodistas" y "Los Serrano", y hasta ahí). Detesto llegar a una casa en la que la televisión esté de fondo a modo de un hilo musical al que nadie hace caso. Supongo que soy rara. Hace bastante tiempo que no veo un informativo completo, ni una película o un programa. En cambio, leo mucha prensa y voy al cine. Y las series las disfruto en el DVD o en internet, siempre en V.O. Mi última exposición televisiva intensa fue para ver los partidos de la Eurocopa, amén de las series de dibujos animados, pero esto último es un gaje de la maternidad. Sé que si toda la población fuera como yo las cadenas se hundirían, porque las series apenas emitirían un par de capítulos, los programas tendrían una cuota de pantalla irrisoria... Pero no es así, por fortuna para mucha gente que vive del medio.
Mi primer contacto con el medio, profesionalmente hablando, fue una beca en TVE hace la friolera de 14 años. Me acuerdo de entrevistar a José Bono, entonces presidente de la Comunidad de Castilla-La Mancha. Estaba muy nerviosa ese día. Todo él era impostura, sonrisa profident a la cámara, distante conmigo y con el chico que le grababa. Es verdad que se vendía bien y que tenía eso que llaman telegenia. Recuerdo como los sindicatos del Ente, en aquel entonces, no querían que los becarios saliéramos en antena y mi consecuente disgusto. No importaba que se oyera nuestra voz en off, pero de ahí a tener algunos minutos de gloria había un abismo. Éramos mano de obra barata, “perjudicábamos a los compañeros”. Yo solo quería adquirir experiencia y rodaje, no pisotear a nadie. La furia sindical puede ser terrible.
Unos meses después me fui a Ciudad Real a trabajar para una televisión local, pequeña, y a las cuatro semanas salí huyendo de un jefe duro y tiránico. Me fui en el primer autobús de la mañana. El placer que experimenté al llamarle (con mi primer móvil) camino de la estación de Méndez Álvaro para decirle que no iba a volver al trabajo fue intenso. Antes de escuchar el primer insulto le dije “adiós” y colgué.
Nunca he vuelto a catar la televisión profesionalmente. No he tenido oportunidad. No debo valer, ni como espectadora. De hecho no lo soy y no por esnobismo. Me da apuro decirlo. En el trabajo he comprobado que la gente la usa en muchos casos como un mero somnífero… Después de cenar, las parejas se sientan juntas a ver la tele, la serie o la peli de turno, y uno de los dos se queda k.o, y al rato el otro le arrastra a la cama. "¿Tú no ves la tele?", me preguntan alguna vez. Contesto con un lacónico no. Y mi interlocutor suele extrañarse.
¿No le tendré fobia al aparato en si? Porque la única serie española que sigo la veo en el canal de la cadena en internet y lo hago con gusto. Un día la mitad del capítulo y a los pocos días los minutos restantes. Naturalmente ahí soy yo la dueña, controlo la situación. Si quiero parar para ir a por agua lo hago, pero la emisión semanal no puede esperar por mi. Mi madre dice que ni de niña me gustaban mucho los dibujos, que prefería jugar y ya con algo más de edad leer. Mis hijas son bastante catódicas, sobre todo una, y trato de corregirlo a toda costa. Disfruto mucho más cuando las veo con un libro entre las manos. No saben leer, la mayor está aprendiendo, pero el hecho de que me pidan irse con un cuento a la cama me hace feliz.
Supongo que nada en su justa medida es malo. Ni siquiera la exposición a la caja tonta, alias injusto por otro lado, porque hay productos televisivos de calidad. Pocos, pero haberlos haylos. O eso dicen. Estoy completamente out en la materia, lo reconozco. Esta noche antes de dormir disfrutaré de un buen rato de lectura. Me relaja, a diferencia de las 625 líneas. Soy puro nervio, será por eso que evito la pequeña pantalla.