Antes que nada, os pido disculpas porque durante ayer y hoy no se ha podido acceder al blog. Google lo había cerrado al haber detectado «actividad sospechosa». Según he podido ver, alguien me «suplantó» desde Bilbao, ignoro para qué ni con qué fin. Me han dicho que hay gente que para practicar hackea todo tipo de páginas; quién sabe. El caso es que Google la cerró y he tenido que reestablecer la contraseña para «resucitar el blog». El caso es que aquí estoy de nuevo. Y vamos a lo nuestro:
Piero Manzoni fue un singular y provocador artista italiano que en 1961 quiso rebelarse contra el disparatado mercado del arte y tuvo una ocurrencia: llenar con sus propias heces noventa latas, firmadas, numeradas y etiquetadas en inglés, francés e italiano con la siguiente leyenda «Mierda de artista. Contenido neto: 30 gramos. Conservada al natural. Producida y envasada en mayo de 1961». Las vendía a precio de oro (literalmente: costaban lo que valieran en el mercado 30 gramos de oro). Lo hizo como reacción al fracaso que había tenido su anterior exposición, tras la que dijo: «Estos imbéciles de burgueses milaneses sólo quieren mierda». Y eso, literalmente, les dio. Alguna de las latas están en museos como la Tate Gallery de Londres o el MoMA de Nueva York, y han llegado a costar 124.000 euros.
Con este material, Ferran Gonzalez y Joan Miquel Pérez han escrito un musical, titulado «Mierda de artista». Los dos, junto a Alicia Serrat -que en esta ocasión ha asumido el rol de directora-, crearon hace cuatro años «Pegados», un sorprendente musical que conquistó al público con su sencillez, su frescura y su desvergüenza. Son virtudes que mantiene también su nuevo trabajo, presentado ya con mayor ambición y mayores medios.
«Mierda de artista» es una buena noticia para el teatro musical español, que ha crecido mucho en los últimos años desde el punto de vista interpretativo y de producción, pero mucho menos en lo que a creatividad se refiere. Y es una buena noticia porque detrás de esta obra hay trabajo, talento, imaginación, sentido del humor y ganas, además de conocimiento y amor al género. Sus autores han creado un musical divertido y lleno de detalles, con personajes precisamente dibujados: el propio Piero Manzoni (Ferran González); su agente, Sofia Canevaro (Gemma Martínez); su novia, Apollonia Avaloni (Xenia Reguant); sus socios y amigos, Enrico Castellani y Agostino Bonalumi (Frank Capdet y Joan Miquel Pérez); y una periodista, Paola Pisani (Nanina Rosebud).
Alicia Serrat es cómplice de esta seria gamberrada y le da a la función el ritmo adecuado y pinta con colores vivos pero no estridentes las escenas, salpicadas de golpes de humor (algunos son casi un leit motiv, como el tropiezo de todos los personajes con el puto cuadro de la entrada); la escena de la fabricación de las latas es brillante. Y todos los intérpretes abordan el trabajo en la misma clave, con un -valga la paradoja- contenido histrionismo. Lo más flojo, a mi entender, es la música, agradable pero poco relevante, sin excesiva personalidad, con demasiados ecos lejanos en sus compases (hay alguna excepción, como una brillante tarantella); pero no empaña el brillante resultado final del magnífico espectáculo.