Robert Hughes, escritor y crítico de arte con un gran prestigio internacional, es también un gran aficionado a la pesca, sin ser un experto pescador. "Un idiota en un extremo de una línea, esperando a un idiota en el otro", es una manera popular de definir la pesca con caña y es como titula su libro sobre el tema: "A Jerk on One End: Reflections of a Mediocre Fisherman", en el que nos explica que pescar con caña consiste en gran medida en no capturar ningún pez y que el fracaso forma parte de este deporte igual que las heridas en la rodilla forman parte del fútbol.
Robert Hughes creció en Sydney Harbour, en Australia, practicando rugby en el colegio cuando su idea de un deporte de contacto era el ajedrez. Desarrolló una gran afición a la pesca por la posibilidad que le daba de permanecer solo varias horas, algo valioso a esa edad para quien tiene fama merecida de listillo snob entre sus compañeros y un padre muy ocupado. Ningún problema, porque sin ser consciente de ello entonces, estaba recibiendo una educación muy valiosa en mirar y discriminar.
Traduzco libremente del inglés un párrafo de su libro:
"Para pescar algo, por pequeño que sea, has de percibir qué pasa: el movimiento del agua y los dibujos que hace, las rocas, las algas, el temblor de los pececillos en desbandada que delata a un depredador mayor por debajo de ellos. El tiempo que pasé en el muelle me enseñó a concentrarme en lo visual, porque pescar es una actividad intensamente visual, incluso-quizá especialmente-cuando no ocurre nada. Ver es fácil, pero aprender a mirar es algo que ocurre gradualmente, algo que se adquiere poco a poco de una forma inconsciente y llega con sigilo. La señal de que se ha adquirido es el hecho de que ya no te aburre la ausencia de lo espectacular."
La ausencia de lo espectacular es precisamente lo que hace que mirar un cuadro sea una experiencia placentera, porque si hemos superado el primer impacto después de verlo y seguimos mirando, podremos recorrer y disfrutar el dibujo, la composición, la gama de color, los matices, las innumerables decisiones que ha tomado el pintor con respecto al tema, veremos el tiempo que el pintor pasó frente a la tela y podremos compartir la luz que le iluminó, las emociones que le influyeron y la conclusión a la que llegó, al firmarlo, de que aquel cuadro es su visión del mundo y que quiere compartir esa visión con cualquiera que en ese momento se detenga a mirar su cuadro.